Viñetas y celuloide
Kevin Smith: Uno de los nuestros
Hay autores que son un personaje en sí mismos. Gente con una forma muy clara y personal de entender su arte, conectados al extravagante mundo que les rodea, que se convierte en inspiración para la creación de cosmos propios. Kevin Smith es de esos directores que ha conseguido dotar de vida en imágenes a un universo autorreferencial, imagen y semejanza de este esencial del cine independiente americano.
Hace ya muchos años, a mediados de los 90 del pasado siglo, el ingenioso cineasta se dio a conocer con el éxito de Clerks, película irreverente y gamberra que hará de su sencillez la gran virtud que la define. Los diálogos chispeantes, las situaciones ridículas y la pléyade de simpáticos tarados que componían el ecosistema de aquel inolvidable debut dejaban constancia de la personalidad de ese joven deslenguado que había conseguido financiar su obra gracias a la dolorosa venta de su colección de cómics.
La pequeña anécdota de la inversión inicial de Clerks‘indica el punto de partida para nuestro viaje mensual a través del cine y la viñeta. Y es que es casi imposible separar el contenido de las películas de Smith de la influencia decisiva que ha tenido el noveno arte en la concepción de todas y cada una de sus obras. Es más, la idea es centrarse en el trabajo del señor Smith con las editoriales punteras del medio.
Mallrats, segunda película de Smith, aunque bastante menor que la tremenda puesta de largo que resultó Clerks, podía leerse como fervorosa declaración de amor al cómic en clave de comedia adolescente salida de madre. Entre otras cosas, se atrevió a dar su cuota de pantalla a la leyenda Stan Lee, muchos años antes de que sus caméos pasasen a ser tradición en la productora Marvel. Referencias sacadas de la viñeta llevaban a discusiones sobre la vida sexual de Superman o el homenaje al Batman de Tim Burton. Sus títulos de crédito ya suponían una declaración de intenciones, basados en la visión de la película de alguno de los dibujantes punteros de aquella generación noventera.
Este amor nada escondido por los cómics llegó al corazón de los lectores, que por fin encontraban en el cine una representación de sus filias y fobias. Sí, mucho antes que The Big Bang Theory y sus insoportables nerds. Tanto era así que Kevin Smith llegó a escribir el guion de ese legendario proyecto jamás realizado, basado en Superman, dirigido por Tim Burton y protagonizado, nada más y nada menos, que por Nicholas Cage. Daríamos un brazo y una pierna por ver tamaña marcianada en un cine, pero por desgracia, el sueño se diluyó por diversas razones. Como dice Michael Ende, eso es una historia que deberá ser contada en otra ocasión.
No podía pasar mucho tiempo sin que Kevin Smith dedicase su talento a los personajes de cómic que tanto había amado a lo largo de su vida. La primera en ofrecer la oportunidad al escritor y director fue la todopoderosa Marvel, que en esa época intentaba salvarse a sí misma de los excesos cometidos a lo largo de la década anterior. Los responsables de esa resurrección del referente del cómic americano durante años dotaron de identidad renovada a alguno de los iconos de la casa, apoyándose en autores de primer orden que diesen importancia a las historias.
El elegido para la puesta de largo de Smith como guionista de cómics fue Daredevil, todo un clásico, que pasaba por horas bajas y necesitaba un buen lavado de cara. El resultado de aquella etapa, que comienza en 1998 es un puñado de números emotivos, complejos equilibrios entre sencillez y ampulosidad superheroica, genial trabajo de personajes y magníficos diálogos marca de la casa. Con un ojo puesto en el sabor añejo del personaje y la oscuridad de serie negra de Frank Miller, Kevin Smith aprobaba con nota su particular desafío del diablo. Las ventas confirmaron el éxito de la iniciativa, que, por supuesto, llamó la atención de la Distinguida Competencia.
El siguiente paso estaba claro: Kevin Smith anunciaba que firmaba con DC para hacerse cargo de los guiones de un segundón de lujo, el arquero esmeralda Green Arrow. Apuesta arriesgada, puesto que se trataba de resucitar al personaje, que no gozaba precisamente del favor de los lectores ni ventas millonarias. El resultado, auténtica explosión fan, con cifras jamás alcanzadas por el alter ego de Oliver Queen, aupado al número uno de las listas, era producto del evidente efecto llamada. Estaba claro que la firma de Smith había atraído la atención del público, poco acostumbrado a ver a un cotizado guionista de cine como escritor de cómics, y se repetía el gran acierto que vimos en Daredevil.
Por suerte, no se quedaba en la aventurilla facilona del visitante casual. El Green Arrow de Smith era tan dinámico y aguerrido como lo recordaban los lectores de toda la vida, pero el estilo ágil en la escritura del guion proporcionaba frescura a las aventuras del combativo arquero. Parecía que Smith se acomodaba al papel de guionista estrella.
Smith vuelve a Marvel en 2002, a cargo de una serie limitada protagonizada por Spiderman y Gata Negra, ladrona profesional y antigua compañera sentimental del amistoso amigo y vecino. Todo indicaba otro triunfo, que se veía agigantado por el acompañante a los lápices, el efectivo Terry Dodson, especialista en plasmar sobre el papel voluptuosos diseños de personajes femeninos, que recuerdan a las modelos Pin Up de los años 50.
En esta ocasión, la aventura no salió tan bien como era de esperar, puesto que el final de la serie se dilató a lo largo de varios años. Los proyectos del director agotaban su tiempo, y le resultó imposible cumplir los plazos de entrega. La serie finalizó en 2005, y los continuos atrasos en la publicación no gustaron a los lectores, ni a Marvel. A pesar de eso, El mal que hacen los hombres, como se llamó aquella entrada de Smith en el universo de Spiderman, era una notable historia de temática adulta, que con bastante sensibilidad y trabajo de personajes afrontaba la problemática de los abusos sexuales.
Smith no ha abandonado del todo el mundo de la viñeta, a pesar de que su carrera cada vez se centra más en labores de producción. Publicó durante un tiempo su propia línea de cómics basados en el universo iniciado en Clerks, e incluso ha puesto su ingenio al servicio de personajes como Green Hornet, todo un clásico del pulp, o el mismísimo Batman. Tanta afinidad tiene con los enmascarados de los tebeos que le hemos visto tras la cámara en algún episodio de la versión televisiva de Flash.
Aquel chico que vendió su colección de cómics acabó siendo estrella rotunda de ese medio que adoraba e inspiró alguna de sus recordadas escenas. Ni que decir tiene que Kevin Smith recuperó aquella colección tras el éxito de Clerks. Por muy rutilante figurón que se sea, es muy difícil eliminar al devorador de cómics que se lleva dentro. Por eso, Kevin Smith es uno de los nuestros.