Operación Final

Uno de los personajes más siniestros del partido nazi, que gobernó Alemania entre 1933 y 1945, fue sin dudas Adolph Eichmann. Al Teniente General de las SchutzStaffel se le atribuye la autoría del plan llamado “Solución final”, que básicamente proponía el exterminio completo del pueblo judío. Es sobre este siniestro personaje que se centra Operación Final, el famoso  trabajo que hicieran agentes de la Mossad israelí para capturar a Eichmann, quien había escapado hacia la Argentina a principios de los años 50 y vivía una vida de incógnito, habiendo incluso cambiado su propia identidad por la de Ricardo Klement.

Centrando su relato en la investigación que inició la Mossad al recibir inteligencia sobre el paradero de Eichmann, Chris Weitz logra retratar de gran manera toda la operación que llevaría a la captura del criminal de guerra alemán. Eichmann se encontraba en la Argentina haciendo una vida que distaba mucho de sus días como general de las SS, siendo operario de una fábrica en los suburbios de Buenos Aires. Pero la Argentina vivía unos días tumultuosos, luego de que Perón fuera derrocado en 1955 por parte de la autoproclamada “Revolución Libertadora”, un golpe de estado militar que llevó al presidente derrocado al exilio, así como también la proscripción de su partido político. En ese contexto se desarrollaban reuniones de burgueses argentinos de carácter ultra fascista, que reivindicaban al nazismo y en las que Eichmann era tratado como un prócer, reconocido y vivado por su identidad verdadera. En estas reuniones logra infiltrarse la inteligencia israelí, a través de dos espías israelíes sobrevivientes de los campos de concentración, Lothar y Sylvia Hermann, y allí es donde comienza el hilo que desemboca en la captura del jerarca nazi unos años después.

A modo de indulto, los Estados Unidos y la Unión Soviética cobijaron varios científicos nazis para hacer usufructo de sus ideas y experimentar en diferentes ramas. Esto, que en los Estados Unidos fue denominado como “Operación Paperclip” se torna más terrible cuando uno de los indultados fue Wernher Von Braun, responsable principal de la cohetería nazi (creador de las bombas volantes V1 y V2, que destrozaron varios objetivos aliados durante la Segunda Guerra) pero que ya bajo mandato estadounidense, estuvo a cargo de la carrera espacial de la NASA, que en 1969 puso al primer hombre sobre la Luna. Si bien el gobierno argentino de Juan Domingo Perón buscaba algo similar, dando asilo a varios criminales de guerra (muchos abonan a la teoría que dice que el mismísimo Hitler pasó sus últimos días en la Argentina), Mengele y Eichmann llegaron a Sudamérica de incógnito, escondidos bajo otras identidades.

La difícil tarea de encarnar a Eichmann corre por cuenta de Ben Kingsley, quien construye al personaje como un ser oscuro y sin remordimientos, pero también le da un toque “humano” (un hombre que vive en familia, que se levanta y va a trabajar como cualquier persona lo haría), condimento que lo convierte en alguien aún más perverso. Por otra parte, los agentes de la Mossad están encabezados por Peter Malkin, interpretado por Oscar Isaac, quien cumple perfectamente en su papel, especialmente, lo difícil de su tarea: llevar a la pantalla todo el dolor que acarrea alguien que perdió a gran parte de su familia durante el Holocausto. Melanie Laurent interpreta a Hanna Elian, que en Operación Final es otra de las agentes que colaboran a la captura de Eichmann, logrando sedarlo lo necesario para que el secuestro del alemán no comporte nada de violencia.

Operación Final logra retratar de forma excelente todo el camino que llevó a capturar a Eichmann, con una producción muy lograda de la Buenos Aires de fines de la década de los 50, siendo este contexto el ideal para pintar lo desalmado que fue este personaje siniestro.

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