Viñetas y celuloide
Las muchas caras de El Joker, parte 3
Final del viaje, chicos y chicas, a través de las múltiples interpretaciones que del archienemigo de Batman se han hecho a lo largo de los años. Empezamos el camino en los lejanos años 60 del siglo XX, y cerraremos el repaso con las últimas revisiones del personaje, a cargo de autores tan importantes como Grant Morrison o Scott Snyder, sin olvidar la célebre (y polémica) propuesta de Christopher Nolan.
El Joker de Grant Morrison
La etapa de Grant Morrison al frente de Batman será recordada a lo largo del tiempo por el titánico esfuerzo del autor a la hora de redefinir la continuidad del Hombre Murciélago. En la propuesta del genial escritor escocés, la historia de Batman era un todo unificado en el que todas las aventuras de este personaje tenían cabida en la concepción global de sus aventuras a lo largo de más de 70 años. Incluso las más ridículas interpretaciones del alter ego de Bruce Wayne (¿o es al revés?) tenían validez en la épica perpetrada por Morrison y sus compinches en aquella época. Durante su estancia, se apoyó en viejos conocidos del colorido plantel de villanos al mismo tiempo que aportaba nuevos e ilustres invitados a la lista. Además incorporaba a la mitología de Batman la presencia de Damian, hijo y heredero del Murciélago, un arrogante mocoso con muchas ganas de tomar el manto de su padre, rotura de huesos del entrometido de turno mediante.
Por supuesto, Joker tuvo su ración de protagonismo en manos de Morrison. Continuaba su idea de Arkham Asylum, que además encajaba como un guante en la propuesta de conglomerado narrativo que explicaría las diferentes caras de Batman a lo largo de su historia. Como vimos en la segunda parte de este artículo, para el guionista escoces Joker es producto de una especie de super inteligencia, que le impide procesar la información de manera coherente. Por ello, Joker puede ser desde el bufón inofensivo de bromas pesadas al auténtico asesino de masas sin más motivación que causar dolor por mero entretenimiento. Según Morrison, armado de una coherencia bestial, no existe un solo Joker, si no muchas caras de el mismo personaje, perfectamente válidas por esa personalidad rota e impredecible. Esa es la razón por la que vimos, durante esos casi cinco años como autor de las aventuras de Batman, a un Joker en continua metamorfosis, que se presentaba al lector con aspectos tan diferentes como el amenazador y silencioso asesino de aspecto casi cenobítico, pasando por el tradicional rey payaso del crimen, o incluso en una versión desgarbada y a pecho descubierto muy similar a la que hemos visto lucir a Jared Leto (sin tatuajes, eso sí). El asunto terminó en una de las más curiosas vueltas de tuerca que jamás se le han practicado al personaje.
Oberon Sexton, detective psicodélico
Grant Morrison se atrevió, entre otras muchas cosas, a matar al mismísimo Batman, asesinado por Darkseid y su Ecuación de la Antivida en la monumental Crisis Final (otra obra puramente morrisoniana, donde plasmó todos sus lugares comunes como narrador, y que despierta tantas iras como aplausos. Yo soy de los que tienen dolor de palmas). Por supuesto, el propio autor se las apañaría para devolver a Bruce Wayne a la vida después de un viaje en el tiempo totalmente autorreferencial puro sabor Morrison. Pero ahora no entraremos en el análisis pormenorizado de esa época tan diferente y personal de las aventuras de Batman, y sí nos centraremos en la aparición de un curioso personaje que se hacía llamar Oberon Sexton, alias el sepulturero. Este personaje de claros aires pulp, era una especie de detective inglés de aires a lo Sherlock Holmes versión siniestra, y se convertía en el aliado de Dick Grayson (obligado por las circunstancias a portar el manto del murciélago) y Robin (el belicoso Damian) contra la peligrosa secta Guante Negro, misteriosa organización detrás de las muchas desgracias que asolaban a Bruce Wayne antes de su aparente muerte.
La identidad de Sexton fue motivo de discusiones a lo largo de los meses en los que apareció en las páginas de Batman, y se especuló con que podría ser el mismísimo Wayne, entonces dado por muerto. Hubiese sido una forma bastante correcta de devolver el personaje a su estatus, pero con Morrison no se puede jugar a lo seguro. En un momento dado, sorprendía a propios y a extraños con la revelación del rostro tras la máscara del particular detective: nada más y nada menos que Joker se encontraba tras la identidad de Oberon Sexton.
Hasta ese punto llegaba la obsesión del payaso por Batman, hasta el grado de ocultar su identidad para que aquellos Batman y Robin no rechazasen su ayuda. Por supuesto, el relato se transformaba en algo más intrincado y malsano, como no puede ser de otra manera, y se traducía en uno de los episodios más lúgubres de la historia del personaje, sometido a un extraño reverso del asesinato de Jason Todd con Damian Wayne convertido en brazo ejecutor. Por supuesto, todo se va de las manos, y el psicótico criminal se desvela, de nuevo, como un manipulador enfermizo dispuesto a todo para llevar a cabo sus propios planes: proteger a Batman, a su Batman, su razón y justificación.
Y entonces llegó Nolan
La trilogía de Christopher Nolan dedicada a Batman está llena de grandes momentos (y de otros que no lo son tanto), pero, sin duda, su epopeya alrededor del hombre murciélago llegó a su punto más álgido en El Caballero Oscuro, segunda parte del tríptico. En esta fantástica película, Nolan enfrentaba a su héroe contra la némesis perfecta, un Joker para el recuerdo interpretado por el trágicamente desaparecido Heath Ledger.
Lo que ocurre con la trilogía perpetrada por Nolan es que se trata de una visión, una de tantas, acerca del significado último de la cruzada de Batman. Para ello llevó a su terreno de manera brillante todos los símbolos que definen al personaje, desde la estilizada Gotham City a los secundarios de lujo y, por supuesto, los villanos, para contarnos una historia diferente, con el sello personal del director. No dudó en moldear el universo del Cruzado de la Capa para sus propias intenciones, y reinventó el origen y las motivaciones del aguerrido Bruce Wayne, definido por la dualidad Hombre/Mito de manera más evidente que en la mayoría de las etapas recientes de la versión en viñeta del héroe. Los villanos, por supuesto, también sufrieron transformaciones claras para que sus personalidades encajasen en el universo creado a partir de la leyenda del murciélago, y así aparecieron versiones muy particulares de Espantapájaros, R´as Al Gul, Talía, Bane, el clan Falcone y, por supuesto, Joker.
El payaso ideado por Nolan es un ser de caos puro, capaz de cualquier cosa para, como bien indica Alfred en un momento dado de la película, ver el mundo arder. No tiene aliados, ni empatía ninguna, ni una motivación clara que defina sus actos. Nolan juega con el misterio, la manipulación y la ambigüedad, dejando un personaje que se convirtió en un referente casi canónico para millones de espectadores. De repente, El Joker dejaba atrás años de historias, e incluso un presente, que poco o nada tenía que ver con el filme, en manos de un alucinado Morrison. El poder de la imagen se alzaba ganador y personas que jamás habían leído un cómic del personaje se atreven a hablar desde entonces de “el verdadero Joker” cuando se refieren al terrorista interpretado por Ledger. Pero nada más lejos de la realidad. El Joker de Ledger bebe de las viñetas, claro está, pero poco tiene que ver con el rey payaso del crimen que se pasea por las páginas de Batman.
Nolan creó su personaje, igual que se planteó un Alfred claramente homosexual, un Bane revolucionario o a un Dos Caras perfectamente consciente de su maldad (por no hablar del Robin que encasqueta al final de la saga, que es de traca), personajes brillantes todos ellos, pero muy lejos de sus alter egos en las colecciones del Caballero Oscuro. Vamos, que al final, el más fiel era Lucius Fox. Joker abandona su careta de locura y su rostro maquillado es el resumen de la filosofía de este monstruo: el mundo es una gran broma, y el conoce el chiste definitivo. El cínico manipulador está un paso por delante de todos los peones de su juego, incluido el propio Batman, pero armado con una claridad sobrecogedora que no tiene cabida en la caótica mente del cómic de los cómics. Sí vemos algo de esa supraconciencia que le sitúa por encima del bien y del mal que había tratado Morrison, pero desde una perspectiva muy diferente, con la que Nolan pretendía construir una especie de mega criminal. Sin remordimientos, sin escrúpulos, y plenamente consciente de sus actos. Nada del loco homicida que se enfrenta a Batman mes a mes. El Joker de Nolan dejó la impronta del director en la mitología de Batman con esta visión del personaje, tan válida como cualquier de las que hemos visto, pero muy lejos de ser tan definitiva como algunos fanboys con poca lectura a las espaldas y mucho tiempo libre se han empeñado en vender.
El Nuevo Universo DC
En DC, cuando la cosa se les va mucho de las manos, se marcan un formateo a cuenta de megaventos que dinamitan la estructura de la editorial. Hace unos años, sufrimos un nuevo golpe de efecto con la renovación total de conceptos que se mantenían más o menos inamovibles desde los años 80 del siglo XX, gracias al impacto de Flashpoint. No vamos a entrar en detalles de aquel embrollo cósmico que liaron desde los despachos de DC, pero el universo de la famosa editorial cambió para siempre.
El Joker de Endgame
Lo curioso es que Batman fue el que menos sufrió esos cambios, por lo menos en aquellos primeros días, ya que venía de la compleja temporada perpetrada por Morrison, de la que tanto hemos hablado en estos artículos. Apenas asistíamos a cambios perceptibles, salvo algún baile con la continuidad.
Para ser justos, Batman vivió una época notable con Scott Snyder y Greg Capullo como equipo creativo, y nos han dejado arcos tan impactantes como la saga del Tribunal de los Búhos o La muerte de la Familia. También nos ha dejado cosas interminables de difícil digestión como Origen, pero no es lugar este para dar mucho bombo al mundo de la viñeta.
Cómo no, los autores implicados en este nuevo Batman no han dejado de lado a su archienemigo, y Joker se ha transformado en una amenaza aún mayor de lo que jamás pensamos, gracias al enésimo giro de tuerca sobre el origen del inquietante payaso.
La primera ve que vimos a Joker asomar su pintoresco hocico por los Nuevos 52 fue en Detective Comics, la decana de las cabeceras de Batman, dirigida por Tony S. Daniel como único autor acreditado. Daniel se había ganado cierto nombre al ser uno de los compinches de Morrison en su larga estancia como guionista de Batman, así que se ganó el ascenso como creativo de esta legendaria colección en el nuevo contexto de la editorial. Daniel es un guionista efectista, pero limitado, y su calidad artística pasa por su incapacidad para dibujar a Batman de otra forma que no sea apretando los dientes. En aquellos episodios de Detective Comics ponía toda su voluntad en una historia cercana al género de terror, marcada por la aparición del villano conocido como El Muñequero.
Un psicópata de calidad como este esperpento no podía pasar sin conocer a nuestro payaso asesino, y, efectivamente, de aquel encuentro surgió uno de los momentos más siniestros en la historia del personaje. En un instante tan íntimo como perturbado ( de lo mejor que ha escrito Daniel en su vida), Muñequero arranca la piel de la cara de Joker, que se somete voluntariamente a la extrema operación de estética. Por supuesto, a pelo, sin anestesia ni nada. El Joker comienza así una especie de ritual de renacimiento enfermizo, que le llevará a su encarnación más salida de madre hasta la fecha, ideada por Scott Snyder en la cabecera principal del Caballero Oscuro.
La muerte de la Familia fue una saga que despertó en los seguidores de Batman amargos recuerdos, ya que su título rememoraba aquellos episodios en los que moría Jason Todd a manos de Joker. En esta historia, el monstruoso payaso regresaba de las sombras con la intención de recuperar su cara, que colgaba en la pared de la comisaría de policía de Gotham. Completamente fuera de quicio, Joker provoca una masacre entre los agentes, tras la cual deja ver su nuevo aspecto, más terrorífico que nunca. Además, su regreso no es anecdótico, puesto que si ha salido de su retiro es para, cómo no, complicar la vida al protector de Gotham City y sus aliados. Convencido de que su Bat familia no es más que un lastre, Joker idea un plan para que los jóvenes pupilos de Batman desaparezcan de su vida de manera definitiva. La obsesión por el Hombre Murciélago llega cotas nunca vistas, convencido de que sólo así el Cruzado de la capa podrá recuperar su pureza. Snyder nos muestra el lado más terrorífico del Joker, y se lanza con atrevimiento al análisis de la extravagante relación entre ambos personajes. Como siempre, el manipulador villano se las apaña para que el espíritu de la Batfamilia se rompa, y las cosas entre sus miembros nunca sean iguales. El climax de la historia se reveló como uno de los momentos espeluznantes por antonomasia en la historia de Batman, y el enfrentamiento entre el protagonista y Joker terminaba con la aparente muerte de este último.
Lo que nos lleva a el último giro de guión sobre el rey payaso del crimen. ¿Cómo es que siempre vuelve de la muerte? ¿Por qué, a pesar de las heridas y los golpes siempre regresa de una pieza dispuesto a sembrar el caos a su paso? Scott Snyder se ha sumergido en una saga definitoria del pasado y futuro del eterno enemigo de Batman, a la que ha titulado Endgame, y que resuelve muchas de esas cuestiones de una forma que provocó la consabida polémica.
El Joker más terrorífico
Snyder es un tipo que juega duro. Llegó a las páginas de Batman para dejar su impronta y, desde luego, muchas han sido las sorpresas con las que ha conseguido el aplauso de la crítica y ventas como hacía mucho que no se veían en la colección. Pero, sin duda, su apuesta acerca del origen de Joker es el paso más arriesgado con el que se ha atrevido este reputado guionista. Un comienzo espectacular sitúa a Batman enfrentándose a los demás miembros de la Liga de la Justicia, envenenados con la toxina del Joker. Aunque había sido dado por muerto, el criminal retorna con intenciones mortíferas, dispuesto a llevarse todo por delante en el enfrentamiento final con Batman. Gotham se enfrenta al enésimo disturbio (van a uno al mes, oiga).
Durante las revueltas, con medio Gotham transformado en un asesino en potencia por culpa de las drogas del Joker, Batman y sus aliados descubren un plan urdido a través del tiempo, con un Joker más manipulador y despiadado que nunca. Las piezas están en el tablero, manejadas al antojo de un ser que es mucho más que la eterna sonrisa del mal. En esta saga, Snyder nos descubre una perspectiva que traerá polémica, puesto que, según la idea del guionista, Joker es un inmortal que lleva maquinando sus planes desde la fundación de Gotham al menos, hace más de 200 años. El contacto con un material similar al de los pozos de Lázaro le ha dotado de esa capacidad para vivir de manera antinatural y, por supuesto, curarse de las terribles heridas que situarían a cualquier persona al borde de la muerte. Eso explicaría su eterno retorno como pesadilla invencible.
Sabemos que, aunque el repaso ha sido bastante revelador, faltan muchos grandes momentos y versiones muy potentes. Se nos escapa, por ejemplo, el magnífico villano de la serie Injustice. Pero esperamos que las intenciones de dibujar un personaje con muchos matices y visiones se cumplan, y veáis al Joker de una manera más poliédrica, alejada de los eternos y estériles debates alrededor de la “autenticidad”. Ahora nos queda esperar al estreno de la nueva película con el Rey Payaso protagonista absoluto de la función, en donde comprobaremos a ciencia cierta el despliegue de Joaquin Phoenix como imagen de este villano, convertido en icono pop por méritos propios. Aunque, me temo, muchos ya tienen el juicio hecho mucho antes incluso de tener argumentos serios.