Críticas
Canción de cuna para un hombre bueno
Mula
The Mule. Clint Eastwood. EUA, 2018.
Enmarcado como un tótem del actual cine norteamericano, Clint Eastwood, respetado y reputado realizador, escoge para esta fábula la senda del héroe atormentado por sus desajustes y errores personales que se compromete a desandar caminos y a solucionar desperfectos, amparándose en las bondades del narcotráfico, al que desprecia, pero lo asume como el salario de la vergüenza.
Las películas del autor de El francotirador (American Sniper, 2014) son bien recibidas. A estas alturas de la función y tras muchos años demostrando su estólida calidad artesanal (con alguna alza memorable) como cineasta nadie discute su talento, su buen hacer detrás de la cámara y su clásica forma de narrar. La solvencia granítica de su puesta en escena y la concentración de algunos temas comunes, incluso, le otorga la condecoración de autor.
Sus filmes despiertan altas cotas de expectación consolidada por una trayectoria firme, con gusto y altibajos. El interés por visionar sus creaciones no disminuye y levanta auténticas pasiones entres sus defensores. Su obra, buena o regular, se analiza con lupa y desde puntos de vista ambivalentes, prevaleciendo, en ocasiones, estudios que tratan de explorar su sesgo reaccionario, que aflora con intermitencias en sus largometrajes. Aunque, al final del trayecto y tras exponer sus propuestas, se puede teorizar que, apartando los trozos menos brillantes, es justo declarar que estamos delante de un gran humanista antes que de un enfático ideólogo trasnochado.
Con su última película, Mula (The Mule, 2018), plantea el camino de no retorno cuando decides meterte en la boca del lobo. En esta ocasión, se trata de un anciano, Earle Stone, encarnado por el propio Eastwood, que deberá enfrentarse a los sinsabores de la bancarrota. El viejo personaje encarará, según la oferta y la demanda de la que dispone, un sencillo negocio, en apariencia sin mancha, cuyos imponentes réditos los invertirá en fortalecer su autoestima y disfrutar de un crepúsculo que ya quisieran otros con menos agallas. Se comprometerá a pasar de página, deponer su actitud egocéntrica y encauzar el tiempo que le quede por vivir a buscar la puerta de salida delantera y con honores.
Por lo tanto, Mula se instala en la corriente o paradigma que apuesta por ofrecerle a un desdichado refunfuñón afectado por el complejo de culpabilidad una segunda oportunidad para restañar las heridas causadas. El afán de Earle Stone, un ser que lo ha perdido todo y al que solo le queda una camioneta cargada con cuatro cachivaches, no es otro que el de procurarse un fin, reprobable o distinguido, que justifique los medios empleados para alcanzar la meta que se propone.
Un tema y aspiración muy visitada últimamente, no solo por el cine norteamericano, sino también por otras cinematografías encantadas de haber encontrado un filón que da para bastantes argumentos. Se trata de recomponer los renglones torcidos, de asumir errores, expiar las malas acciones del pasado, generar buen rollo y pedir perdón. Un exorcismo que se puede plantear como un enfermizo drama o como una jacandorosa trama de raíz criminal. Clint Eastwood, con el guionista Nick Schenk (adaptando un artículo redactado por Sam Dolnick), elige la segunda opción. Toda perdición tiene su solución. El actor de San Francisco va a inflar su filme de chulesca arrogancia para contar la historia de un hombre bueno metido en asuntos muy peligrosos y turbios.
Para ello, estructura el filme con un engranaje y maquinaria que, salvando las distancias, recuerda a la empleada en aquel bello y sinuoso thriller titulado Un mundo perfecto (A Perfect World, 1993). Como en esta, Mula, cuenta, en montaje paralelo, la actividad delictiva de Earl Stone como transportista de droga para un facineroso cartel mexicano y, por otro lado, la ambición y esfuerzos de dos agentes de la DEA de Chicago por capturar al conductor misterioso que más entregas ha logrado colocar en el estado de Illinois. Esta delegación está comandada por el oficial Colin Bates (Bradley Cooper), un hombre tenaz, calmado, perspicaz y obsesionado con su labor. Dos universos enfrentados, la ley y el bandido, dibujados con ramalazo romántico, con tacto sencillo y generando empatía por igual. No hay que olvidar que la fortuna que va consiguiendo Stone es destinada, en algunos casos, a reflotar tugurios de amigos o conocidos que no atraviesan por su mejor momento. Esta amabilidad desinteresada y altruista de Earle le granjea una simpatía ante el espectador que lo emparenta con el personaje que interpretaba Kevin Costner en la citada Un mundo perfecto.
La actitud agradecida, con cierto encanto, que despliega Clint Eastwood para componer el perfil de su personaje actúa como un imán de gran atracción. Earl Stone se asemeja bastante a otros tipos de largo ropero del responsable de El gran Torino (2008). Se asocia a un prototipo de americano bravucón y socarrón que desafía cualquier traba con lenguaraz ironía y rictus descarado. Como en otros filmes, se subraya que es un veterano de guerra. No podía faltar, para completar la simbiosis, su pasado militar. Esta experiencia de galones invisibles se hace notar, sin embargo, en su interacción altanera y sarcástica de dirigirse y hablar con los sicarios que le entregan la mercancía. Mira con desdén y algo de desprecio hacia los villanos mexicanos de quienes se burla por su estrafalaria indumentaria. Le importa un comino el factor tecnológico y es reacio a un celular. La avanzada edad de Eastwood/Stone le hace ser muy precavido y evitar la violencia. Elude enfrentarse a un bronco y mezquino vecino de habitación de Motel, porque no tiene nada qué ganar y, ante todo, es un profesional y le han aconsejado que no se meta en líos y no llame la atención.
Es curioso y sorprendente el cariño, devoción y entusiasmo que el espectador, en líneas generales, siente por la figura emblemática de Eastwood. En la escena que se detiene en la carretera y la policía se para detrás de él, y un perro olfateador a punto está de advertir el trapicheo de Stone, el público se tensa y muestra su nerviosismo por la situación. No desean que lo pillen. De la misma manera que Earle tampoco hace un juicio moral de su cometido. Como el cine de Frank Capra, solo quiere redimirse y ser aceptado en el círculo familiar del que fue expulsado por gamberro y díscolo. Aunque su carisma y fe en el ser humano lo empuje a declararse culpable.
Tráiler de la película:
Ficha técnica:
Mula (The Mule), EUA, 2018.Dirección: Clint Eastwood
Duración: 116 minutos
Guion: Nick Schenik
Producción: Imperative Entertainment, Warner Bros, Bron Studios y Malpaso Productions
Fotografía: Yves Bélanger
Música: Arturo Sandoval
Reparto: Clint Eastwood, Bradley Cooper, Dianne Wiest, Michael Peña, Taissa Farmiga, Laurence Fishburne y Andy García
Las notas de piano que suenan corresponden al tema de Puentes de Madison