Críticas
Sueños rotos
¿Podrás perdonarme algún día?
Can You Ever Forgive Me?. Marielle Heller. EUA, 2018.
Esta película arranca con el personaje central, Lee Israel (Melissa McCarthy), en el filo de la navaja. El punto de partida supone la pérdida de un puesto de trabajo. Ocurre de noche, en las oficinas de la prestigiosa revista New Yorker. Lee trabaja para esta publicación revisando textos originales. Su afición a la bebida, su carácter amargado, tendencia a la imprecación, a los modales desatados y al diálogo letal, la ponen de patitas en la calle. No ha habido piedad y ella tampoco ha pedido clemencia. Ha recogido sus escasas pertenencias y guardado en el bolso su vaso que hace poco contenía güisqui, y se ha marchado sin oponer resistencia y con el rostro afligido. En tres minutos tenemos un retrato fidedigno de alguien a contracorriente y enfrentado con el mundo.
De esta descorazonadora y triste manera comienza el estimable filme ¿Podrías algún día perdonarme? (Can You Ever Forgive Me?, 2018), segunda obra como realizadora de Marielle Heller, que se dio a conocer con la simpática y pizpireta comedia Diario de una chica adolescente (The Diary of a Teenage Girl, 2015). El acertado y atractivo guion es de Nicole Holofcener y Jeff Whitly. El libreto está inspirado en las memorias de la escritora Lee Israel. La acción transcurre en los años 90, en Nueva York, y aborda, con ironía y agridulce sentido del humor, las tribulaciones de un ser áspero y amargado por autoengañarse, cruzando la línea prohibida. Un paso al frente para concebir una gesta canallesca perpetrada por ángeles sin brillo que juegan su particular match point.
Lee Israel fue una escritora entusiasta, hecha a sí misma, que tuvo su apogeo escribiendo libros biográficos sobre personajes muy poco conocidos de la farándula. Logró colocar una obra de su raquítica producción entre la lista de los más vendidos. Pero su gracia errática, su peculiar estilo y la fijación por escudriñar en figuras de escaso relieve dejaron de interesar al lector. Además, tenía una personalidad oscura, difícil, antipática y alérgica a dejarse ver en público. Cuando comienza la historia de la película se encuentra en uno de los momentos más bajos y deprimentes de su existencia. A la falta de ideas y perspectivas para nuevos proyectos se unen sus problemas económicos para pagar el alquiler y su desmesurada afición por la bebida. Trata de pedir socorro a su editora, para que la saque del ostracismo y le permita una segunda oportunidad. La empresaria, inclemente, la rechaza y le exige un radical cambio de actitud. Estamos en una época, como se menciona en el largometraje, que esbirros del best seller como Tom Clancy, al que se menciona, cobraba como adelanto de sus creaciones tres millones de dólares. Lee se queja porque considera que el autor de Juego de patriotas solo escribe basura, y la editora le contesta que puede que sí, pero por lo menos tiene carisma y no se esconde.
¿Podrías perdonarme algún día? aborda con cariño y complacencia el lado pícaro del timo. Una opción inmoral que se convierte en salvavidas cuando te asomas al precipicio y te asustas de su profundidad y oscuridad. El personaje es un alma en pena. Su inspiración se ha esfumado, las musas han desertado y la página en blanco, en su máquina de escribir eléctrica, es un flagelo que duele más que cualquier puñalada. La escritora navega por aguas procelosas, el casero aporrea su puerta, exigiendo el pago inmediato de la renta, y el tiempo se pone en su contra. Lee Israel es una mujer de 51 años que vive modestamente acompañada de su mejor amigo, un gato, y viste con la misma ropa arrugada y decadente. Descuida su imagen y desde el inicio del metraje está dibujada como una perdedora frustrada y aislada. El desorden de su apartamento, la luz ocre, la suciedad, los bichos la invaden y la fotografía sombría son una extensión amarga de su temperamento y carácter.
Este es el sonido que extraigo del filme de Marielle Heller, cuyas indicaciones narrativas y cinematográficas se hacen fuertes en su ajustada plasticidad y en la encomiable labor del reparto, quizás uno de los pilares más robustos y excitantes de esta producción. Si la puesta en escena es valiosa por su sencilla forma, de estilo acomodaticio, tirando a que le falta personalidad, sin embargo, el descarrilamiento del personaje y el recurso a la picaresca y el engaño para salir del atolladero se hace enorme con la presencia de su actriz principal. Para mí, un descubrimiento.
La película, además de tener una prodigiosa veracidad y, a fin de cuentas, algo de talento, se viene arriba por la afilada crisis existencial que aporta Melissa MacCarthy. No soy fan de la polifacética intérprete norteamericana. Hasta la fecha no me interesaban sus comedias tontorronas y no me atraía el cine en el que intervenía. De sus papeles me acuerdo que he visto St. Vicen, una película de fachada independiente, dirigida por Theodore Melfi, a mayor gloria de un estupendo y socarrón Bill Murray. El resto, que hay mucho, lo he desechado sin ningún complejo. Pero el tiempo y un guion para el lucimiento de actores la pone en el mapa y la situó como candidata al Oscar a la mejor interpretación femenina. Había apostado por ella, porque la acometida que hace, con burla y descaro, del descenso a los infiernos de Lee Israel es sensacional. Representa, junto al personaje de Jack Hock, encarnado con delicadeza extrema por Richard E. Grant, uno de esos relatos de gente esquinada, bebedores con ardor, que no son más que juguetes rotos en sueños estropeados.
Lee Israel y Jack Hock, cada uno con su orientación sexual, escarban en la sociedad de las ocasiones, faenando para hallar un resquicio al que se le pueda hincar el diente. Abogan por el arte del engaño. Una destreza que reúne temple, sangre fría, fuera escrúpulos y mala baba. También habilidad e inventiva. Esta pareja de ventajistas y amigos de la estafa recurren a la manipulación de cartas y misivas de grandes escritores (Noël Coward, Dorothy Parker, Louise Brooks, Lilian Hellman, Gertrude Stein, etcétera) para venderlas entre coleccionistas y hacer negocio, timando a personas con sentimientos a flor de piel.
¿Algún día podrías perdonarme? es un hermoso filme agridulce que narra un hecho real infame e inmoral. La vileza está observada con chispa intimista, el personaje de Lee Israel nunca cae mal. En su crepúsculo, se reinventa, se adentra en el reverso de la literatura y en el amor a la bebida, como si de Charles Bukowski se tratara. La cámara capta el ambiente rasposo de los locales de copas y el parnasillo de bibliotecas, librerías y el displicente susurro de las cuartillas falsificadas. Todo esto, a través del desesperado aliento de una pareja de fracasados que renacen de la alcantarilla para convertirse en materialistas delincuentes humanizados hasta el último trago.
Tráiler de la película:
Ficha técnica:
¿Podrás perdonarme algún día? (Can You Ever Forgive Me?), EUA, 2018.Dirección: Marielle Heller
Duración: 107 minutos
Guion: Nicole Holofcener y Jeff Whitty
Producción: Fox Searchlight
Fotografía: Brandon Trust
Música: Nate Heller
Reparto: Melisa McCarthy, Richard E. Grant, Julie Ann Emery y Jane Curtin