Bandas sonoras:
Bernard Herrmann. Jazz, neurosis y asfalto mojado
Título: Taxi Driver (1976) BSO
Autor/es: Bernard Herrmann
Sello: Arista Records.
Año: 1976
Cuando Martin Scorsese pensó en delinear a Travis Bickle, el personaje central de Taxi Driver, encarnado magistralmente por un joven Robert De Niro, en meteórico ascenso desde el Oscar ganado por El Padrino parte II, ya tenía en mente a Bernard Herrmann como el compositor ideal para retratar el conflicto interior y las obsesiones de la compleja personalidad del protagonista. «Era la única persona capaz de interpretar musicalmente el estado mental de un tío que solo escucha las voces que reverberan en su cabeza”, recordaba el director, seguramente influenciado por la música que el maestro había creado para el Norman Bates de Psicosis. Pero no fue fácil convencer al músico. Scorsese no se atrevía a llamarlo, intimidado por la enorme admiración que le tenía y el conocido mal genio del compositor. Hubo de interceder Brian de Palma, que lo conocía de trabajar con él en Sisters (Hermanas, 1972) y Obsession (Fascinación, 1976), logrando concertar una entrevista entre ambos, que fue breve y frustrante. Herrmann rechazó la propuesta rotundamente, haciendo gala de su habitual vanidad y amor propio, ya que «él no componía música para taxistas”. Sin embargo, luego de leer el guion y de una insólita y trivial coincidencia, aceptó escribir la banda sonora, para alivio y regocijo de Scorsese. Es que Travis y Herrmann compartían una particular costumbre: ambos le echaban brandy a sus palomitas de maíz!!!!. Y a partir de allí, compartirían muchas cosas más, incluido el final del camino.
El gran compositor neoyorquino atacó la tarea con entusiasmo y entendió que, para reforzar el ambiente sórdido de la ciudad en la que se desarrollaba la película, debía alejarse de su habitual orquestación sinfónica, que daba preeminencia a las cuerdas, e incorporar motivos y elementos del jazz. Recordemos que casi una década antes, Herrmann había abandonado, a mitad de la producción, su trabajo para Torn Courtain (Cortina rasgada, 1966), ya que Alfred Hitchcock había cedido a la presión del estudio para que reemplazara su banda de sonido, de corte clásico, por la de John Addison, de estilo más moderno. Quizás, esta vez, el tiempo le susurrara al oído que, para Taxi Driver, debía cambiar.
Así, se decantó por la experimentación de nuevos sonidos para lograr plasmar en el pentagrama el clima opresivo que destilaba la historia, dejó de lado la habitual y característica letanía minimalista apoyada en las cuerdas, y optó por dar protagonismo a la percusión y a la sección de vientos. Las sombrías sonoridades que obtuvo se entrelazan en Taxi Driver para describir, magistralmente, las aristas del estado neurótico y delirante de Travis, apoyado en progresiones armónicas, a las que el compositor usualmente echa mano en sus trabajos y que, en este caso particular, aciertan en engendrar la oscura sensación de angustia que envuelve toda la cinta, la corrupta atmósfera urbana, como si a un tiempo, la desolación y la locura del personaje central, sirviera para pintar un fresco de la ciudad de Nueva York, sus habitantes, sus vicios, la suciedad de la urbe, la sangre y la pólvora de la violencia latente en sus calles hediondas y la lacerante soledad de las almas que las transitan.
La música de Herrmann interpretaba a la perfección la historia original de Paul Schrader, que este había escrito inmerso en una profunda crisis depresiva, luego de que su mujer lo abandonara. Tras deambular noches enteras en su coche por las calles y ver porno hasta el amanecer en algún cine de mala muerte, se rindió al alcohol y terminó internado por una úlcera sangrante. Su propia depresión y la íntima sensación de que se estaba volviendo loco hicieron nacer la idea del «taxista nocturno», que simbolizaba la soledad más extrema en una selva de cemento vacía de humanidad. «Su música es como una espiral que va hacia el fondo, dando la sensación de que el desenlace está por llegar, pero ahí remonta nuevamente y el final no llega”, contaba Scorsese. «Es como una especie de remolino que incluye un impacto emocional y psicológico que te deja sin aire”. Para el tema principal, Herrmann decidió desempolvar una vieja pieza que había compuesto para un musical y que nunca se había llegado a utilizar, y la adaptó con unos arreglos jazzísticos, convirtiéndola en una cálida melodía basada en el saxo, que contrasta clara e intencionadamente con la oscuridad y aridez de la cacofonía del resto de la partitura. El tema supone un verdadero leitmotiv que identifica al protagonista y lo sigue en todo momento, esculpiendo la figura del veterano de Vietnam, desquiciado frente al espejo, que el éxito de la película, y la soberbia y consagratoria interpretación de De Niro, convertirían en un icono venerado por una generación de jóvenes ávidos de antihéroes.
Parecía que se abría una nueva etapa en la impresionante carrera de Bernard Herrmann, que prometía innovar en la búsqueda de nuevas obras maestras. Scorsese, extasiado al asistir a una de las sesiones de grabación de la banda sonora de Taxi Driver, llamó a su amigo Steven Spielberg: «Tienes que venir a ver esto”, le dijo. Cuando llegó al estudio, el director de Tiburón se quedó un largo rato escuchando, y advirtió que Herrmann, en ese momento, no dirigía la orquesta, sino que estaba sentado en el suelo, fumando un puro, y las cenizas le caían sobre su gran barriga. Scorsese le presentó al compositor, y Spielberg lo saludó, manifestándole su admiración. «Soy un fanático de su trabajo y creo que es usted un genio”, le alabó. Herrmann, con cierta indiferencia y un tono algo áspero le espetó: «¿De veras, y entonces por qué diablos llamas siempre a ese John Williams?»
Esa misma noche, víspera de Navidad, luego de una agotadora jornada de grabación, Bernard Herrmann no quiso salir de su hotel, se acostó y así, sin darse cuenta, sufrió un infarto, falleciendo a los sesenta y cuatro años, sin poder ver el estreno ni la acogida que el público le dispensó al film. Taxi Driver fue dedicada a su memoria, y la Academia de Hollywood nominó su banda sonora póstumamente. Perdió frente a la extraordinaria música que Jerry Goldsmith creó para La profecía.
El clásico de Scorsese se alzó así con la triste marca de ser el último trabajo del gran maestro neoyorquino. Sin embargo, su música seguirá recorriendo el asfalto mojado de su ciudad, cada vez que el espíritu de Travis Bickle, más solo que nunca, la lleve de paseo en su taxi, a cualquier lugar.
trailer:
Un análisis de lo más estimulante. Y lleno de cosas que no sabía en absoluto, como la anécdota del encontronazo Herrmann-Spielberg. ¡Felicidades!
Gracias estimado José. Es también estimulante un comentario como el tuyo. Saludos