Críticas
El ataque como defensa
Elisa y Marcela
Isabel Coixet. España, 2019.
A finales de los ochenta y primeros de la década de los noventa del siglo pasado, comenzaron a surgir en España un grupo de cineastas mujeres, una nueva generación sin precedentes en el país. Entre las referidas féminas se encontraba la catalana Isabel Coixet. Desde Demasiado viejo para morir joven (1988), es autora de más de una veintena de películas. En estos años, su particular lirismo, su peculiar visión de las relaciones amorosas y sus influencias del cine independiente, sobre todo norteamericano, han marcado la mayoría de sus películas. No resulta extraño, por tanto, que la singular historia de Elisa y Marcela le viniera como anillo al dedo. Dos mujeres que se casaron en 1902 en Galicia, engañando a autoridades civiles y eclesiásticas.
Efectivamente, Isabel Coixet, en Elisa y Marcela, se basa en unos hechos reales que ocurrieron a principios del siglo XX en el norte de España. Las protagonistas del título del filme son las actrices Natalia de Molina y Greta Fernández. En la ficción, son una pareja de jóvenes estudiantes que se conocen en las aulas, entre las paredes del centro educativo que en aquellas fechas, incluso ahora, albergaban convento, iglesia y clases de enseñanza. Un poderío en conformar mentes y espíritus que continúa vigente en nuestros días, a lo largo de toda la geografía nacional.
La película se inicia en 1898, cuando Elisa y Marcela se conocen y comienzan a intimar. Se encuentran bien juntas, se divierten, se atraen mutuamente, se quieren y, además, se desean. Un sentimiento, este último, insospechable por aquellas fechas entre mujeres. En España, las relaciones de sus ciudadanos y ciudadanas se regían por un Código Civil casi recién estrenado, el de 1889 (por cierto, hoy en día continúan en vigor bastantes capítulos del mismo). El compendio legal, copiado del de Napoleón, sometía a la mujer en todos los aspectos de su existencia al marido, padre o tutor. Ningún paso era posible sin el conocimiento, consentimiento y autorización del paterfamilias.
Elisa y Marcela, a pesar de su inocencia, son muy conscientes de su atracción, que por cierto, algún crítico se ha atrevido a denominar de “erotismo desinhibido” la mirada adoptada por Coixet, en la osadía de meterse en el cerebro y cuerpo de mujeres de hace algún que otro siglo. La opinión es libre, pero no la compartimos. Cambiando rápidamente de tercio, también la pareja protagonista es muy prudente por las consecuencias que podrían derivarse por parte de su comunidad. Hablamos de una zona rural muy atrasada, prácticamente analfabeta. Marcela y Elisa, inteligentes y protectoras de ese amor intenso surgido entre ambas, van a intentar utilizar todos los medios y estratagemas que encuentren a su alcance para poder continuar juntas, realizándose en esa intensa pasión.
Lo que a primera vista llama la atención del largometraje es la decisión de su directora en utilizar el blanco y negro para poner en escena su película. Pero es que no se trata de un blanco y negro cualquiera, no. Hablamos más bien de un blanco que para sí mismo quisiera algún producto de limpieza. Se trata de una claridad que por nuestra parte, la hemos tomado como un elemento que brilla esplendoroso y casa con la inocencia y candidez que se va saboreando. Por contra, también nos choca frente al agreste paisaje gallego en donde se desarrolla el filme. Y no solo nos referimos a la frondosidad y tonalidad verdosa del terreno, sino en el gris negruzco que aplastaba a los seres de aquella época. Ese que nos lleva a pensar en la miseria, en la ausencia de cultura, en la violencia, en el machismo…; en aquellas comunidades cerradas en las que cualquier vecino, a falta de aparato de televisor o radiofónico, no contaba con mejor afición que espiar la vida de sus vecinos.
Hemos entrado desde el inicio en la película de Isabel Coixet. Nos ha atraído desde el principio y ha mantenido nuestra atención a lo largo del metraje. Por cierto, circunstancia esta que no ocurría desde hace más de una de sus obras. Hemos gozado y sufrido con la aventura de la pareja, de Marcela y Elisa, que tuvieron que transitar con la cara bien alta, pero con la verdad soterrada. Una historia, como muchas otras, que se quedaron en el olvido ante la intransigencia de religiones y consecuentes intolerancias de seres humanos. Tanto los que mandaban como los que se dejaban dirigir por comodidad, desconocimiento o convencimiento.
También resaltamos del filme el tono escogido para su exhibición. Pausado, tomándose su tiempo para ir concienciándose de sentimientos, anhelos, deseos…; hasta llegar a un amor que pretende saltar cualquier barrera, por muy maciza y alta de que se trate. Y aunque siga creciendo en tres dimensiones.
Y ante todo, agacharnos ante la valentía de dos muchachas, que supieron lo que querían y no dudaron en engañar hasta a la Santa Madre Iglesia para conseguirlo. Para seguir juntas, para vivir tranquilas, para no transitar con el “ay” de ser señaladas con el dedo o con una piedra, a poco que pisaran la calle o se asomaran a la ventana.
Isabel Coixet acierta plenamente en la sensibilidad con la que muestra ese recorrido de amor, dolor y pérdida. Y aunque sea a cargo de Netflix y en algunos lugares, demasiados, nos hayamos quedado con dos palmos de narices, sin poder ver el estreno de Elisa y Marcela en salas comerciales. Habrá que hacerse a la idea.
Las interpretaciones de Natalia de Molina y de Greta Fernández, dejando aparte las vacilaciones en el acento gallego de la primera, destacan en naturalidad, en quietud, en alegría si toca o en congoja cuando no hay más remedio. Y nos gusta más Natalia en su caracterización de Mario. La interpretación apasiona más como hombre que como mujer, con ese bigotito premonitorio de épocas dictatoriales, esos andares bruscos sin ofender, ese convencimiento de poseer todas las cartas de la baraja… Por cierto, no hay que ser míseros. También podemos encontrar en el filme hombres sabios, caritativos, comprensivos y que saben mirar hacia otro lado. Y si además, le clavan la puya al prepotente vecino, pues mucho mejor.
Los títulos finales aclaran que el matrimonio homosexual se legalizó en España en el 2005. Y todavía existen demasiados países en los que las relaciones con personas del mismo sexo son perseguidas como delito y penadas con castigos tan indecentes como la pena de muerte. ¿Pero qué le importa a la gente con quién se acueste el vecino? Lamentablemente, prevemos un largo recorrido hacia la normalidad, la tolerancia y el respeto. Y si no, agarren cualquier libro de cabecera de la religión que más rabia les dé, y léanse algún párrafo al azar. No importa que sea la Biblia, el Corán, el Tanaj, los cuatro Vedas o los Upanishad, es lo mismo. No tardarán en encontrar reflexiones profundas sobre la demonización de las mujeres. Bochornoso.
Y nos espanta el derecho que se otorga cualquier autoridad de medio pelo para hurgar en la intimidad de cualquier persona, sea cual fuere el género, aunque casi siempre la diana sea femenina. Y terminamos ya, con la monja ciega… ¡Uf!, esas pesadillas del colegio de religiosas que a más de una nos ha tocado transitar. En fin, la pobre invidente, bastante tenía ya con lo suyo.
Vayan con cuidado, no es necesario retroceder años. Escándalo, travestismo, falsedad en documento público, calumnia y por algún que otro delito pueden ser perseguidos si pretenden permanecer con la persona que aman. Isabel Coixet, en una obra que comienza por el final, sabe deslizarse sin demasiadas sorpresas, pero con tino y delicadeza. Dos horas que se sufren y disfrutan, con la congoja de todos aquellos testimonios que sucedieron y que la historia nos ha dejado sin ningún legado.
Tráiler:
Ficha técnica:
Elisa y Marcela , España, 2019.Dirección: Isabel Coixet
Duración: 129 minutos
Guion: Isabel Coixet, Narciso de Gabriel
Producción: Rodar y Rodar / Netflix España / Lanube Películas / Zenit / TV3
Fotografía: Jennifer Cox (B&W)
Música: Sofia Oriana Infante
Reparto: Natalia de Molina, Greta Fernández, Sara Casasnovas, Tamar Novas, María Pujalte, Francesc Orella, Lluís Homar, Jorge Suquet, Manolo Solo, Milo Taboada, Manuel Lourenzo, Elena Seijo, Luisa Merelas, Roberto Leal, Amparo Moreno, Tania Lamata, Covadonga Berdiñas
Ni idea Coixet de lo que es Galicia. En esa época mi abuela era masestra en esa zona y observó muchas muestras en el rural de mentalidad abierta. Ni un hombre bueno en la película. Ni el erotismo es de época. Todo ciencia ficción.