Críticas

El sótano de lo traumático

El sótano de Ma

Ma. Tate Taylor. EUA, 2019.

La venganza como motor de una historia ha dado, en ocasiones, excelentes resultados en el cine. Para poner dos ejemplos intachables, podríamos decir que la película más fascinante y freak de Quentin Tarantino, Kill Bill (2003), y la truculenta y oscura OldBoy (Park Chan-wook, 2003) son dos auténticos y reconocibles colosos que llevaron la temática a su máxima expresión. También el cine de culto lo supo llevar a su territorio con cintas tan reconocibles como Mad Max (George Miller, 1979) o El Cuervo (The Crow, Alex Proyas, 1994). El sótano de Ma recurre a este tipo de relatos, en los que el protagonista transita un viaje interior e iniciático de sufrimiento, debido a unos acontecimientos traumáticos que hacen de su vida un viaje únicamente de ida, en donde las acciones que se toman suelen ser irreversibles. Tate Tylor toma las historias de venganza como hilo conductor y premisa, pero se aleja de los ejemplos antes mencionados en una estética mucho más sencilla  y una forma final minimalista, pues no es un filme ambicioso, más bien resulta amistoso. Mantiene un ritmo tranquilo, sosegado, fuera de las ansiedades del cine de terror común. Y funciona. En el momento en el que parece que la historia va a decaer a una acción simplista, se reanima con una ejecución poco esperada por el espectador, y eso la mantiene fresca y con vida. El ritmo que, pese a que también le juega alguna mala pasada, funciona como la pantalla un medidor de frecuencia cardíaca en un paciente estable; no se ve alterada, pero tampoco decae, y esos pequeños picos en forma de latidos ayudan a preservarla.

El sótano de Ma relata la historia de Ma (Octavia Spencer), una mujer de mediana edad, solitaria y descolocada socialmente, que trabaja en el veterinario de la ciudad. Unos adolescentes con deseos irrefrenables de pasárselo en grande tienen ciertos problemas para comprar alcohol y pegarse la fiesta, y justo en ese momento aparece Ma. Con una sonrisa bondadosa y enrollada les compra bebida y les invita a hacer las fiestas en el sótano de su casa, pues es un lugar seguro, fuera de policías y miradas indiscretas. Pese a que la invitación a casa de una extraña les resulta algo sobrecogedor a priori, los jóvenes no tardan demasiado en declinarse por la solución más temeraria. Pero no todo serán risas y juerga, algo oscuro oculta la dueña del sótano, algo mucho más tenebroso y macabro se está cociendo en las sombras.

Solo se necesita una breve escena, introducida más o menos en el ecuador de la cinta (en forma de flashback), para saber que la acción que se desencadena es la caja de Pandora que invoca todos los males, y, por lo tanto, la llave con candado que abre el significado y las acciones de todo el filme. En ella, una adolescente Ma, frágil y sumamente introvertida, se encuentra arrodillada, después de seguir los rectos consejos de Mercedes para conseguir hacer una felación digna y placentera al chico de sus sueños. A escondidas y con la luz apagada, el acto se consuma, y justo cuando se encienden las luces, tanto Ma como el espectador se percatan de la horripilante y maquiavélica realidad. Con la cara de Ma desencajada, vemos a un instituto entero presenciando la escena, sus más preciados e hipotéticos amigos en primera fila, esbozando una sonrisa endiablada. El largo pasillo hasta la puerta de salida se convierte, entonces, en  una vergonzosa huida. El suceso marcará y traumatizará su vida para el resto de sus días. El director se sirve aquí de una de las novelas más famosas del escritor Stephen King (Carrie, 1974), y el cameo es obvio en lo que sería su adaptación cinematográfica de la mano de Brian de Palma (Carrie, 1976).

Resulta complicado alejarse de simples conceptos psicoanalíticos cuando intentamos analizar los hechos que ocurren en el catártico sótano de Ma. No solo porque es el lugar en donde se da rienda suelta a la desinhibición sin escrúpulos del sexo, drogas y alcohol, sino que también es lugar donde los pensamientos punzantes y reprimidos de la aparentemente amistosa Ma se manifiestan físicamente.  Por lo tanto, si añadimos también la violencia, tenemos una lista de pulsiones reprimidas que únicamente afloran en el polvoriento sótano, utilizado este como posible metáfora del subconsciente. Lo que hacen los protagonistas dentro del sótano, no lo hacen fuera de él. Sin embargo, se puede discutir por qué la resolución del amor platónico y torturador se desencadena en el piso de arriba. Con una escena tan romántica como el mismísimo Titanic (pero esta vez en llamas), se puede apreciar que el amor vence al dolor, y el inconsciente aniquilador termina atrapado en el fuego. La sonrisa que esboza Ma acto después, recrea la liberación traumática de unas cadenas que ya estaban apretando demasiado.

El filme también tiene sus carencias más o menos serias. La suavidad con la que se desliza es un arma de doble filo. Entra perfecta, pese al ritmo poco vigoroso, pero también le falta potencia y desgarre. Lo macabro y enfermizo se relega a pocas escenas de la protagonista. Los adolescentes actúan simplemente de cebo, sin más parangón que la estupidez y la inocencia. Tampoco deja un sabor amargo y psicológicamente aterrador como sí lo haría la historia de Brian de Palma, más bien resulta una lección didáctica para unos adolescentes en la clase de ética: no confíes en extraños, no te pases con las drogas… Quizá, lo más acusante sea que la tensión dramática resalta en apenas dos actos, y me es imposible no pensar como habría rodado ciertas escenas otro director de la talla de Shyamalan, el cual sabe como agarrar al espectador en la butaca, enfocando simplemente el pestillo abierto de un coche tras una breve escena de una tensión electrizante, (Véanse, si no, los primeros minutos de Múltiple (Split, 2016)). Esto conlleva a concluir que el uso de la cámara resulta excesivamente académico, poco atrevido y estrictamente convencional, pues no encuentro fueras de campo inquietantes o planos que puedan aportar interés o información extra a la situación.

El bullying participa activamente y mueve los hilos en esta cinta que sería un error tratarla de simple ficción, pues tanto la novela de Stephen King como el filme de Tate Tylor retratan serias realidades en diversos espacios de tiempo, lo cual significa que no se ha erradicado y que sigue presente en las aulas y sociedades actuales. El filme es una crítica, macabra o no, sobre ese reflejo oscuro del colectivo juvenil y adulto. Las redes sociales tampoco se salvan de las garras del director, pues vemos cómo la privacidad de los adolescentes queda vulnerada en cuanto apreciamos cómo Ma averigua absolutamente todo (desde los nombres, hasta sus familiares y amigos) en apenas dos minutos. La advertencia moral del director es obvia, y no deja de ser un intento de despertar a esa enmarañada juventud del gran sueño virtual. El problema es que lo hace con una pluma, y quizá debería haber utilizado un martillo.

 

Tráiler:

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Ficha técnica:

El sótano de Ma (Ma),  EUA, 2019.

Dirección: Tate Taylor
Duración: 99 min. minutos
Guion: Scotty Landes, Tate Taylor
Producción: Blumhouse Productions
Fotografía: Christina Voros
Música: Gregory Tripi
Reparto: Octavia Spencer, Diana Silvers, Juliette Lewis, Luke Evans, McKaley Miller, Corey Fogelmanis, Dante Brown, Gianni Paolo, Tanyell Waivers, Dominic Burgess, Heather Marie Pate, Allison Janney, Tate Taylor, Margaret Fegan, Missi Pyle, Victor Turpin, Kyanna Simone Simpson, Calvin Williams, Andrew Matthew Welch, Skyler Joy

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