El hotel a orillas del río

Un reconocido poeta de edad ya avanzada, sabiendo que sus últimos días no están muy lejanos, se reúne con sus hijos, a los que no ve hace mucho tiempo, en un pequeño hotel a la orilla de un río congelado por un temporal de frío y nieve. El director coreano Hong Sang-soo vuelve a explorar las relaciones humanas a partir de situaciones cotidianas, donde la búsqueda no se encuentra tanto en el desarrollo de una historia sorprendente, como en las vivencias y reacciones de los personajes a las circunstancias que les toca vivir.

Director muy prolífico, solo entre 2010 y 2018 ha filmado catorce largometrajes, Hong Sang-soo presenta un universo particular, en el que nos hace sentir que cada una de sus películas es uno más de los capítulos de una gran novela contemporánea, donde todos los personajes forman parte de un microcosmos y que, en cualquier momento, pueden  coincidir y relacionarse unos con otros. Ese universo está poblado de directores de cine famosos, de artistas y escritores. Es gente que se reúne muchas veces en una mesa para conversar y, casi siempre, beber soju. Los escenarios donde acontece la historia de cada película son poco numerosos y se repiten, lo que unido a la forma de filmar las escenas en un solo plano-secuencia o muy pocos planos facilita el gran ritmo de trabajo y productividad del coreano. Además, probablemente ningún director de cine ha filmado tantas borracheras, aunque sean borracheras elegantes, en las que los personajes guardan las formas y se confiesan o nos confiesan estar borrachos, pero lo hacen sin sobreactuar ni desparramarse por la escena.

En ese hotel, un poco fantasmagórico, solitario, casi irreal, rodeado de nieve y donde no parece haber apenas huéspedes, además del poeta y sus dos hijos, uno de ellos un cineasta famoso (apuntamos el guiño), nos encontramos a una joven, también poeta como el padre (otra de esas coincidencias tan del gusto del director coreano). Esta joven poetisa está de duelo porque ha roto con su pareja y una amiga la acompaña para que olvide sus penas. Las dos historias se irán entrelazando durante el día completo que duran los hechos narrados y, aunque los personajes atraviesan todos por un momento difícil, las escenas cómicas jugarán de forma acertada como contrapunto, creando la atmósfera un tanto absurda a la que Hong Sang-soo nos tiene acostumbrados. El hecho de que los protagonistas se enfrenten a temas como la muerte, el abandono o la soledad, no significa que todo tenga que ser solemne y estar bañado por un mar de lágrimas. De hecho, el frío parece no permitir que corran las lágrimas, como no corren las aguas heladas del río. Las conversaciones transcurren con trivialidad y  no están exentas de bromas, a la vez que  se suceden  ciertas situaciones jocosas o un tanto ridículas que no son incompatibles con la gravedad del momento, porque la vida al final es así, podemos encontrarnos riendo y llorando al mismo tiempo.

El director ha vuelto a contar con varios de los actores habituales en sus películas, como Kim Min-hee que interpreta a la joven poetisa, Yoo Jong-Sang, como el hijo  que es director de cine, o Kwon Hae-hyo, el hijo mayor.

El hotel a orillas del río es, vuelvo a decirlo, una variación más de esa larga historia que Hong Sang-soo lleva contándonos hace años. Es muy probable que todavía queden bastantes capítulos, pero lo bueno es que acabas por engancharte y que además de sonreír con los guiños,  reconforta siempre la humanidad de unos protagonistas que te dejan pensando en los porqués que empujan sus motivos.

Tráiler: