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El influjo de las vanguardias: los inicios del cineclub
Primeros cineclubes en Francia y España
La aparición del cineclub nos lleva al París de los años veinte del siglo pasado y a las inquietudes generadas por los movimientos de vanguardia que pululaban en aquellos momentos en los círculos artísticos e intelectuales. Dos nombres son cruciales para explicar el inicio y desarrollo del cineclub: Louis Delluc y Riccioto Canudo. España se contagió rápidamente y pronto tuvo también su primer cineclub gracias, en parte, a Luis Buñuel, que vivía entre Francia y España y se codeaba con las élites intelectuales del momento.
El origen de los cineclubes está ligado a una época en la que la escasa producción y la baja calidad del cine francés dejaban bastante que desear. Las voces críticas pedían más películas francesas para eliminar el dominio del cine americano en las salas y también un nuevo cine que se alejara del teatro filmado y de los malos guiones.
Las salas de cineclub dejaron un legado importante: el cine logró su estatus de disciplina artística, muy peleada principalmente por Riccioto Canudo; se sembraron las semillas de la cinefilia, esa pasión por el cine que pervive en nuestros días; y se comenzó a utilizar una palabra, la de cineasta, acuñada por Louis Delluc, que implicaba un compromiso de ciertos directores de cine a realizar obras alejadas del éxito de la taquilla y preocupadas por reflejar inquietudes artísticas e intelectuales.
Delluc y la educación cinematográfica
El francés Louis Delluc (1890-1924) era una persona cultivada y sagaz que rechazaba el cine, hasta que vio las películas de DW Griffith y Charles Chaplin. Este encuentro le hizo analizar el cine francés de la época, entender que su calidad debía mejorar y que el Film D’Art francés, al que consideraba teatro filmado, debía desaparecer.
Delluc, que creó el concepto de fotogenia en el cine, empezó a escribir crítica cinematográfica independiente, primero en la revista Film y luego en Paris-Midi, desarrollando así los fundamentos de lo que consideraba debía ser el cine. En 1920 fundó Le Journal Du Ciné-Club, revista con la que quiso contagiar su entusiasmo por el cine, tanto a artistas y profesionales como al público. Un año después, en 1921 creó el primer cineclub de la historia, buscando el encuentro entre cineastas y críticos, además de la proyección de películas censuradas o difíciles de ver en las salas habituales de cine. Entre los méritos de esta asociación está el haber descubierto la escuela expresionista alemana y proyectar por primera vez El gabinete del Doctor Caligari (1920), de Robert Wiene.
Delluc murió prematuramente, a los 33 años, pero sus opiniones penetrantes y visionarias sobre el cine y su intención de educar al público a través de sus escritos y del cineclub sentaron las bases de lo que hoy en día conocemos como cinefilia.
Canudo y el séptimo arte
Ricciotto Canudo fue un periodista, poeta y crítico cinematográfico italiano afincado en Francia. Cercano al futurismo, publicó en 1911 el Manifiesto de las 7 Artes, donde elevaba el cine a categoría artística. Fundó La Gaceta de las 7 Artes como medio para difundir su teoría acerca del cine.
Detestaba el espíritu comercial de los productores que vulgarizaban cualquier pieza cinematográfica y aseguraba que la calidad de las películas mejoraría en cuanto los grandes artistas e intelectuales entendieran que el cine también era un arte en el que podían expresar sus inquietudes y metas artísticas.
En 1921, Canudo crea el segundo cineclub de la historia, Le Club des Amis du Septiéme Art (CASA), cuya actividad principal era, más que proyectar cine, crear encuentros y discusiones sobre el tema del cine y su estatus como arte.
Murió en 1923 y, aunque había colaborado en algunas de las revistas coordinadas por Delluc, lo cierto es que acabaron teniendo una mala relación. A Delluc no le parecía adecuada la actividad de CASA, centrada en discusiones más que en ver cine. Además, Canudo propuso que al entonces llamado “director de escena” se le llamase “pantallista”, cosa a la que Delluc se negó rotundamente, mofándose de ello en sus escritos, ya que pensaba que la palabra más adecuada era “cineasta”.
La Gaceta Literaria y el Cineclub Español
El primer cineclub español se inauguró en 1928, de la mano de La Gaceta Literaria, una revista de cultura general, afín a los movimientos de vanguardia, que fue fundada por Ernesto Giménez Caballero. La revista publicó en sus páginas varios artículos relacionados con el cine, dado que sus colaboradores, algunos de ellos pertenecientes a la Generación del 27, consideraban al cine como: «el arte más representativo del siglo de y la época» (Sánchez 353-361).
Entre sus colaboradores estaba también Luis Buñuel, quien además de publicar una página sobre cine en la revista, se convirtió en el mensajero que llevaba y traía muchas de las películas que se consiguieron a través de sus contactos con la intelectualidad parisina y sus salas de cineclub, que por aquel entonces eran el principal proveedor de los contenidos programados en el Cineclub Español. De esta forma llegaron a España películas que estaban fuera del circuito comercial y que eran muy difíciles de ver, como el cine soviético de la época y muchas películas francesas y alemanas que hoy son consideradas parte fundamental de la historia del cine y que en aquel momento eran desechadas por distribuidores y dueños de salas de cine.
El cine de calidad llegó para quedarse
Tanto la lucha de Canudo por elevar el cine al estatus de arte como el interés de Delluc por subir el nivel cinematográfico a través de la crítica, fueron decisivos para la creación del cineclub. A finales de 1921, ambos tenían su espacio dedicado a fomentar la cultura cinematográfica en París. A partir de ese momento, fueron emergiendo nuevas salas de cineclub, tanto en el centro de la ciudad como en la periferia y el resto de la República. Así, el cineclub de Montpellier fue el primero fuera de la capital, luego llegó Niza, de la mano del joven Jean Vigo, y así también Marsella, Agen, Lyon, Reims, Burdeos, etcétera.
El objetivo de todos los cineclubes era común: tratar de promover un cine de calidad que satisficiera los gustos de un público cada vez más exigente, que entendía esta forma de expresión como parte importante de la vida cultural del mundo moderno.
Desarrollo e impacto del Cineclub en América Latina
En gran parte de América Latina el cine había desembarcado de manera acompasada en la década de 1920, llegando a ser en los años 50 un entretenimiento masivo. A raíz de esto, comienzan a surgir salas de cine, críticos locales y revistas especializadas. Asimismo, de la mano de las universidades surgen los primeros cineclubes latinoamericanos, como el Cineclub de la Universidad de Chile, inaugurado en 1954, que constituyó un importante precedente para el desarrollo del cine experimental en ese país.
Aunque se tratarán con mayor detalle los casos de Colombia y Argentina, dado que se ha podido acceder a mayor cantidad de información, se considera necesario dar escuetas referencias sobre Uruguay, cuya Cinemateca del Tercer Mundo (1969-1073) reunió y difundió películas latinoamericanas de “carácter crítico y militante”; Brasil, cuyo cineclub fue decisivo en el desarrollo del Cinema Novo; y Perú, cuyo cine nacional empezó a florecer a partir de la creación del Cineclub de Cuzco, en 1955.
El caso de Colombia y Argentina: génesis del movimiento
En Colombia, el catalán Luis Vicens crea en 1949 un Cineclub que marcaría el inicio de una intensa actividad alrededor del cine en Bogotá, donde muchos ciudadanos pudieron apreciar gran parte de la historia del cine mundial. Esto dio origen a la Cinemateca Colombiana, encargada de adquirir copias de películas para su proyección, conservación y estudio de las piezas fundamentales del cine colombiano e internacional.
Otro pionero relevante fue Hernando Salcedo Silva, cinéfilo, crítico y gran promotor de la cultura cinematográfica en la capital, continuó la labor de Vicens y actuó como inspirador y colaborador en la creación de nuevos espacios para el cine.
En los años 70, a pesar de ser una década de dificultades financieras, los cineclubes se convirtieron en importantes puntos de encuentro para el intercambio de conocimientos, ideas, inquietudes y reflexiones en torno al cine. Bogotá se convirtió en un escenario propicio para la militancia cinematográfica, en medio de un escenario político de alta tensión en América Latina.
El Cineclub de Cali fue especialmente representativo por su ciclo de filmes y por la revista Ojo al Cine, una de las primeras y más relevantes publicaciones especializadas en cine de Latinoamérica.
Jaime Acosta Morales, apoyado por la asesoría de Andrés Caicedo, reconocido crítico de formación experta, y la Universidad Central, creó en 1975 el Cineclub de la Universidad de Bogotá, cuyas actividades se mantienen hasta la fecha y son motivo de celebración.
El Cineclub Argentino se origina en el año 1932, como “cine amateur sin fines de lucro”, en la ciudad de Buenos Aires, fundado por Carlos Connio Santini, con la idea de agrupar a un núcleo de aficionados al cine en 16 milímetros. Santini, que actuaba al frente de la recién creada sección de foto-cine de Casa América en Buenos Aires, fundó así el CCA, que brindaba la oportunidad de perfeccionar la práctica del cine en 16mm, con un programa de actividades con proyecciones cinematográficas, filmaciones, conferencias, comentarios, exposiciones, concursos y publicaciones.
En los años 40, durante el gobierno de Perón, escritores, intelectuales y cinéfilos se reunían en incipientes cineclubes que serían el caldo de cultivo de una nueva generación de cineastas y críticos que iban en la línea de los llamados “cines periféricos”, alejados de la hegemonía cinematográfica mundial y que haría eclosión posteriormente.
Durante los años 50, se empezó a gestar la figura del cinéfilo, que se diferenciaba tanto de los directores y técnicos tradicionales, ligados a las pautas de la profesión y del oficio, como del público masivo, consumidor del cine espectáculo. Este tipo de experiencia agregaba un registro más ligado a cierto espíritu coleccionista (en cuanto a la obtención de datos o la búsqueda de copias fílmicas difíciles de obtener) que a la sistematización y el rigor académicos (Fernández Irusta, 1997).
La concepción del crítico cinematográfico como sujeto especializado se consolidó con la llegada de los sesenta. La movilidad cultural, junto con la vitalidad de los movimientos y grupos juveniles, produjo la pasión por el cine como instrumento de experimentación, expresión y, más tarde, liberación. La predilección por lo independiente, el rechazo a lo comercial y a los productos de entretenimiento, recorrían las salas de los cineclubes y las páginas de los emprendimientos editoriales de entonces.
La apertura de Gente de Cine significó la creación de un cineclub en sentido estricto. En él regía el sistema de inscripción de socios; quienes mediante el abono de una cuota mensual podían asistir libremente a cualquiera de las funciones del club. Gente de Cine funcionaba en el cine Biarritz en trasnoche, de forma tal que inauguró un horario que no existía en las salas porteñas. Su fundador, Roland, señalaba así su importancia: “Gente de Cine se convirtió en uno de los centros de Buenos Aires donde ‘había que estar’. Así se hicieron conspicuas las trasnoches de los sábados del cine Biarritz, las trasnoches de los ‘notables’. Alguien dijo que por allí pasó toda la gente importante… los que formaban al ambiente literario y cultural de los años cincuenta” (Feldman, 1990: 15).
Adicionalmente, la consolidación de la crítica de cine durante los años sesenta (como una de las variantes de la crítica de arte) les otorgó, a quienes se dedicaron a crear y sostener cineclubes y revistas, un estatus que los habilitaba para la intervención pública en los debates de una época signada por la modernización y la efervescencia político−cultural. Los escritos de cine y la discusión a propósito de películas fueron lugares propicios para debatir sobre el rol del arte y la (in)comprensión de ciertos sectores intelectuales sobre la cultura popular. La relación del crítico cinematográfico con los distintos sectores de la industria, por un lado, y con el público, por el otro, atravesó diversas tensiones en función a las características del que escribía y del medio en el que publicaba. El golpe de Estado de 1966 supuso un ataque frontal a los sectores progresistas, cerrándose así una etapa que llevará a la clandestinidad y el oscurantismo propio de la dictadura miliar del período 1976-1983. Un ciclo había terminado, pero las formas de ver, debatir, entender, hacer y enseñar el cine que se gestaron en los cineclubes dejaron una huella perdurable en varias generaciones de espectadores, críticos, cinéfilos, cineastas y universitarios que hasta la fecha siguen vigentes.
Fuentes:
Broitman A.: “Aprender mirando Los cineclubes y sus revistas como espacios de enseñanza-aprendizaje del cine en las décadas de los cincuenta y sesenta”. Toma Uno, Nro 3. UBA, 2014
Gauthier, C.: La passion du cinéma: cinéphiles, cine-clubs et salles spécialisées à Paris de 1920 à 1929. AFRHC, École des Chartes, cop, Paris, 1999.
Hernández, Marcos José: Historia de los cineclubs en España. Ministerio de Cultura. 1978.
Horta, Luis (comp.): Manual de cineclubismo. La red de cineclub en Chile. Consejo Nacional de Cultura y de las Artes. Chile.
Jeancolas, JP: Historia del cine francés. Acento Editorial, Madrid, 1997.
Martín Martin, Francisco: «La desaparición de los cinefórums como reflejo del ocaso del movimiento cineclubista en la Andalucía de la Transición”. Universidad de Málaga, España. Área Abierta. Volumen 14. 2014.
Pinel, V.: Introduction au cine-club: histoire, théorie, practique du Ciné-Club en France. Éditions Ouvrières, Paris, 1964.
Sánchez Millán, Alberto: “La vanguardia cinematográfica en el Cine-Club Español y La Gaceta literaria”. Actas del III Congreso de la AEHC, San Sebastián, Filmoteca Vasca, 1991, pp. 353-361.
Zoar Blanco Adarve: Especial para El Espectador. Cineclub UC. 2015.