Críticas
Los relatos de las tragedias
Hotel Bombay
Hotel Mumbai. Anthony Maras. Australia, 2018.
El asesinato con violencia de personas inocentes parece que se ha vuelto un recurso dramático infalible en la historia de la cinematografía, y parece también haber rebasado el debate en torno a mostrar o no el horror de las guerras, las masacres y los genocidios. El cine no ha permanecido indiferente.
Claude Lanzmann, por ejemplo, el realizador de Shoah (1987), aquel brutal y extenso documental sobre el Holocausto, insistía en que el horror de los exterminios en los campos de concentración no podía ni debía mostrarse. Su trabajo se centró en nueve horas de narraciones con las víctimas sin utilizar recreaciones, ficciones ni imágenes de archivo. Dejó que el horror ocurriera en la imaginación del espectador.
En contraste, también sobre este cruento episodio de la Segunda Guerra Mundial, existe el trabajo de Lázló Nemes, El Hijo de Saúl (2015), para muchos un trabajo insoportable y perturbador que narra, de forma brutal y desgarradora, la estancia de un prisionero húngaro en los campos de concentración. Nemes consigue a través de los planos cercanos a la mirada de Saúl (Géza Röhrig) hacernos olvidar del relato de la tercera persona y ser parte íntima de la barbarie.
Ante el centenar de películas sobre el Holocausto, tema que se ha vuelto incluso un género cinematográfico, existen esas dos referencias con estéticas y narrativas distintas. Está claro que el debate ya no gira en torno a relatar o no las tragedias, sino en las formas de llevar al espectador hasta ese momento y las maneras de hacerlo sentir incómodo e incluso, hacerlo sentir que no se encuentra a salvo.
Ese tema, el del Holocausto, ha sido un tema recurrente en el cine por su contexto y por el lugar que ocupa en la historia, sin embargo, los últimos años se han caracterizado por películas que se han centrado en una de las expresiones de violencia del llamado reciente mundo globalizado: las matanzas perpetradas por civiles. Se delinean estrategias, formas, contextos, objetivos y puntos de vista para llevarlas a la pantalla.
Y ahí están los planos subjetivos y hasta un tanto vouyeristas del Polytechnique (2009) de Denis Villeneuve; la masacre estudiantil llevada al cine por Gus Van Sant en Elephant (2003); y muy recientemente el tiroteo en una isla noruega en Utoya: 22 de julio (2018), esta última contada desde el punto de vista de las víctimas sin mostrar jamás al asesino. Y todos ellos, son filmes que nos insertan en la tragedia. Los unos nos invitan a ser parte de la monstruosidad y los otros a ser los seres vulnerables que no reaccionan ante las desgracias.
El escritor y director australiano Anthony Maras explora, en su primer largometraje, la idea de lo que un ser humano puede hacer, ya sea para matar a sus semejantes o para salvarlos y cómo esas dos fuerzas pueden encontrarse.
Es noviembre de 2008 en Mumbai. A bordo de una lancha van diez jóvenes yihadistas con destino a la ciudad. Van escuchando por audífonos doctrinas de la ideología musulmana extremista y, también, reciben instrucciones para dispersarse y perpetrar doce ataques terroristas.
Los primeros ocurren en la estación ferroviaria de CST Mumbai, donde resultan lesionados más de cien pasajeros; desde una patrulla robada, algunos pakistaníes disparan indiscriminadamente a la gente que se encuentra en la calle. También es atacado un restaurante y un departamento de policía. Los tiroteos llegan hasta el hotel Taj Mahal Palace & Tower, símbolo de progreso y diversidad en la India, y que le da el nombre a la reciente película de Maras, Hotel Bombay(2018).
El plano general es de colores vintage con el retrato de las calles empobrecidas. Edificios altos pero en ruinas, calles encharcadas, y paseos entre casas de lámina y lonas. Desde ese punto, Maras construye a sus personajes para llevarnos hasta la zona de la tragedia.
Arju, personificado por Dev Patel (Slumdog Millionaire, 2008), es un empleado del Taj. Perdió un zapato al salir de casa rumbo al trabajo, lo que derivó en un momento de comedia con el jefe de cocina, el chef Hemant Oberoi, encarnado por Anupam Kher (La gran enfermedad del amor, 2017) actor viejo conocido de Hollywood.
Al hotel arriban como huéspedes David (Armie Hammer), un arquitecto norteamericano casado con una mujer India y su bebé, y Vasili (Jason Isaacs), un excéntrico ruso con la intención de recibir mujeres en su habitación y pasarla bien. Todos se vuelven ejes de la historia cuando irrumpen los yihadistas, asesinando al personal y clientes del hotel a sangre fría.
Los disparos de armas AK-47 retumban fuerte en los pasillos del hotel, con planos contrapicados que empoderan a unos jóvenes yihadistas que solo reciben instrucciones con la promesa de beneficiar a sus familias. Se permiten la broma en los inodoros, en los bocadillos, y hasta llamar a su madre por teléfono los hace romper en llanto.
Arju y Oberoi ponen en marcha un plan de rescate y salvación, trasladando a varios huéspedes al lugar más seguro del hotel y planear su escape. Policías locales consiguen ingresar y enfrentarse con algunos de ellos y algunos son tomados como rehenes con el fin de ser asesinados en público.
Hotel Bombay no falla en el artificio, porque no marca distancia del cine de acción hollywoodense. Las secuencias consiguen un efecto dramático de tensión y de suspense, porque no hay tregua entre lo que se mueve y lo que se escucha. Disparan sin pensar. Pocos consiguen huir.
Sus personajes cumplen también con las convenciones del género. Arju arriesga la vida por los huéspedes, pero tiene que explicar, complaciente, las razones de su barba y su turbante para que no le tengan miedo, es un héroe discreto que intenta romper con el arquetipo, y los rehenes son extranjeros en un país de pobreza y de inconformidades.
Y justo esa es la fragilidad de Hotel Bombay, que se queda en el artificio. No somos parte de la vulnerabilidad del espectador, porque no nos hace iguales, no busca identificarnos con ellos, sino que busca la apreciación del relato desde la comodidad. Es un trágico y vergonzoso episodio en la historia de la India que no rebasa la línea del entretenimiento en el relato de Maras.
Los cruentos días del Holocausto y las terribles masacres del mundo globalizado se han contado desde el género del horror en la cinematografía. Con sus estilos y perspectivas. Desde la vulnerabilidad y la otredad. Aquel 26 de noviembre de 2008, la gente de Bombay padeció quince horas de completo terror y perdieron la vida más de 170 personas a manos de jóvenes motivados por su religión. El retrato de un mundo vulnerable acertó en la forma, pero se debilitó en el fondo.
Tráiler:
Ficha técnica:
Hotel Bombay (Hotel Mumbai), Australia, 2018.Dirección: Anthony Maras
Duración: 125 minutos
Guion: John Collee, Anthony Maras
Producción: Coproducción Australia-Estados Unidos-India; A Hamilton and Electric Pictures Production / American Entertainment Investors / Double Guess / Screen Australia / ScreenWest / South Australian Film Corporation / Thunder Road Pictures / Xeitgeist Entertainment Group
Fotografía: Nick Matthews
Música: Volker Bertelmann
Reparto: Armie Hammer, Dev Patel, Jason Isaacs, Nazanin Boniadi, Angus McLaren, Anupam Kher,