Críticas
Pájaros venidos de un sueño
Pájaros de verano
Otros títulos: Birds of passage.
Ciro Guerra, Cristina Gallego. Colombia, 2018.
En los últimos tiempos hemos visto cómo el narcotraficante se ha transformado, por obra y gracia de la ficción televisiva, en una especie de forajido con cierto aire romántico a lo Far West. Un hombre contra el mundo, capaz de doblegar al sistema e imponer sus propias reglas, pero cuya ambición le lleva al inevitable fin, como una especie de Ícaro moderno.
Ciro Guerra y Cristina Gallego recuperan el tema del narco, viajando con el espectador a los orígenes del submundo del tráfico de drogas en Colombia, pero despojando de cualquier aura de épica o mitología la figura criminal. Con la minuciosidad del ojo tras la cámara que roza lo documental, mezclado con un aire de ensoñación mágica, Pájaros de verano traslada la acción a los años 70, momento definitorio para todo un país, en esta historia de sangre, venganza, auge y caída.
Pájaros de verano comienza con la mirada puesta en las tradiciones indígenas, milenarias muestras de identidad cultural que sobreviven a duras penas ante las exigencias del mundo moderno. Cánticos, reuniones y costumbres tribales marcan la vida de los protagonistas, aunque no pueden permanecer impasibles ante un mundo cada vez más grande. La llegada de jóvenes americanos al desierto hace crecer la demanda de marihuana. Comienza así el ascenso de dos familias, unidas por la misma sangre que los enfrenta. La traición, las ambiciones y las viejas rencillas tribales explotan con dramáticas consecuencias, sin concesiones para todos aquellos que quedan atrapados en el fuego cruzado.
El conflicto entre lo ancestral y el mundo moderno ya era el tema principal de la celebrada película de Ciro Guerra El abrazo de la serpiente (Ciro Guerra, 2015). Una tierra tan rica en variedad cultural como Colombia es, desde luego, el escenario casi mágico para esta búsqueda casi antropológica de las raíces culturales. Como decía al principio de esta crítica, Guerra y Gallego utilizan la cámara de manera que roza el documental, como punto de entrada a un mundo al borde de la extinción, formado por supervivientes que habitan la frontera entre lo práctico del día a día y lo espiritual de un universo agazapado en los rincones olvidados del siglo XX (momento en el que se desarrolla la trama). Como espectadores, podemos respirar el polvo del desierto, sentir la sequedad del aire en nuestra cara y, al mismo tiempo, tener la certeza de la presencia fantasmal de una realidad neblinosa y onírica.
El sueño es tan importante como captar los detalles más ínfimos de la realidad. Ambas vertientes se mezclan en una poderosa pócima plagada de imágenes tan simples como hermosas. Los presagios susurrados en lo profundo del ensueño avisan de cosas terribles e inevitables, una especie de castigo de los dioses de antaño, que esconden sus nombres en los espejismos del mito. El sonido de las pistolas es tan ensordecedor como los inteligentes silencios de una película que es sensorial, rodada y ofrecida al espectador con especial sensibilidad ante las debilidades humanas, pero también rendida ante la belleza de la naturaleza que rodea a los protagonistas.
Pájaros de verano es una película que escapa de cualquier atisbo de convencionalismo en sus planteamientos. Nadie puede esperar arrebatos de acción descontrolada. El ritmo de las estaciones, del paso de los días bajo el yugo del sol implacable, de los años con los ciclos de vida y muerte, permanece ajeno a los estruendos de la venganza y el odio. Guerra y Gallego no renuncian ni por un segundo a los principios cinematográficos que sustenta una película, que pasa por encima de la historia para centrarse en los miembros de la comunidad sacudida por las ambiciones y la fantasía de poder que desdibuja su esencia.
El resultado de ese empeño es una película especial, calmada, reflexiva, en la que cada imagen esconde una poderosa simbología. La presencia casi totémica de las aves, como motivo alegórico a lo largo de la película, regala todavía más sensación de irrealidad a la puesta en escena, al mismo tiempo que el desarrollo de los acontecimientos anclan la resolución de los conflictos en la cara brutal de la realidad. Los dos mundos se intercambian, puro realismo mágico en imágenes que quedarán en la retina del espectador. Hay mucho cine en Pájaros de verano, que confirma a sus dos directores como artistas de futuro, que de hecho ya han llamado la atención fuera de sus fronteras.
Quizá se puede achacar que la película pase muy por encima de las implicaciones del gobierno de Estados Unidos en la expansión del negocio de la droga o de otros elementos sociopolíticos, pero se entiende que el contexto no es el punto sobre el que gira el drama. El pilar que sostiene la película es el plantel protagonista; personas sometidas al peso de la tradición e, incluso, de la superstición, cuyo nuevo estatus es más gasolina para asuntos sin resolver desde muy antiguo.
Rodada en su mayor parte en el idioma indígena propio de los protagonistas, Pájaros de verano es todo un viaje a través de un mundo que se desvanece. La melancolía , cierta nostalgia, acompaña este relato despojado de épica, de ese romanticismo fronterizo que rodea al narco en las últimas invenciones de su narrativa. Hay mucho de lorquiano en la evolución de la trama, en especial en los lamentos del desgarrador final.
Pájaros de verano es hermosa y terrible, nada complaciente en sus formas y habilidosa para mezclar la cara salvaje de lo cotidiano y traspasar el velo de los sueños, sin caer en lo fantasioso o excesivo. Toda una sorpresa que dejará buen sabor del boca en el espectador deseoso de nuevas experiencias, visuales y vitales, fuera de los tópicos imperantes.
Tráiler:
Ficha técnica:
Pájaros de verano / Birds of passage , Colombia, 2018.Dirección: Ciro Guerra, Cristina Gallego
Guion: Maria Camila Arias, Jacques Toulemonde
Producción: Coproducción Colombia-Dinamarca-México; Ciudad Lunar Producciones / Blond Indian Films / Pimienta Films / Snowglobe Films / Films Boutique / Ibermedia
Fotografía: David Gallego
Música: Leonardo Heiblum
Reparto: Carmiña Martínez, José Acosta, Natalia Reyes, Jhon Narváez, Greider Meza, José Vicente Cote, Juan Bautista Martínez