Críticas
Superhéroes cotidianos
Inuyashiki
Sinoshuke Sato. Japón, 2018.
En Occidente tenemos el debate con el asunto del cine de superhéroes, que parece que hay algunos que no acaban de verlo claro, pero me parece a mí que miramos poco al país del sol naciente. El manga es parte indivisible de cultura nipona, auténtico fenómeno de masas sin distinción de edad o género y, como no puede ser de otra forma, en las pantallas de los cines japoneses son habituales las adaptaciones del mundo de la viñeta. Nuestro director de hoy, Shinsuke Sato, es un auténtico especialista en estas lides y, de hecho, ya se ha paseado por las páginas de esta revista. Como ejemplos de franquicias llevadas al cine por este cineasta, la célebre Death Note o títulos menos conocidos, pero con resultados interesantes, como I Am a Hero (2015), simpática revisión del explotado género zombi.
Para su nueva obra, Sato pone el ojo en el mundo de la animación, puesto que Inuyashiki (2018), el título que hoy comentamos, es la adaptación de un anime. El resultado, curiosa vuelta de tuerca al transitado camino del superhéroe versión oriental, con toneladas de elementos de la ciencia ficción, aderezado con toques melodramáticos de cierto contenido social que completan la exótica mezcla propuesta por Sato.
Inuyashiki nos cuenta la historia de un héroe. Otra más, dirán ustedes. El caso es que, en este caso, nuestro protagonista se sale de la media. No es un atlético luchador contra el crimen ni un oscuro vengador callejero. Se trata de alguien que roza la mediocridad. Mediana edad,acomplejado, poca cosa, un tanto cobardica, agobiado por los problemas financieros, sin carisma alguno, falto de cualquier atisbo de iniciativa, incapaz de tener el control de su propia vida… lo de cualquier hijo de vecino, vamos. Avergonzado de sí mismo, observa cómo su mundo de rompe en pedazos. Pero todo cambia una noche, en la que se ve enredado en un encuentro en la tercera fase. Seres de otro planeta usan a nuestro protagonista como conejillo de Indias. A la mañana siguiente, descubre que algo ha cambiado. Ahora es más máquina que hombre, provisto de habilidades que superan la comprensión humana.
Pero no era el único aquella noche. Un joven problemático recibe las mismas mejoras. Mientras que el apocado oficinista descubre que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, el adolescente decide que es hora de que el mundo reciba el mismo desprecio que ha mostrado con él. Las dos faces del mismo espejo están destinadas a enfrentarse.
Inuyashiki utiliza los clichés del mundo del cómic para tratar con simpatía melancólica temas de contenido más emocional e, incluso, con la mirada puesta en la velada crítica al modo de vida de la clase media urbana japonesa. Los problemas familiares y la falta de conexión entre padres e hijos sirven de combustible a la trama con tanta fuerza como los fuegos de artificio propios del género. En ese sentido, aunque tenemos un protagonista claro, Sato reparte con astucia el peso de la historia entre los personajes.
Por un lado, tenemos al joven que trasiega por el camino del villano. El director sumerge al espectador en su mundo, solitario y marcado por el abandono. En cierto modo, da trasfondo a la tristeza que conlleva a la venganza, quizá para crear un conato de empatía con el turbulento adolescente. Recrea otro escenario recurrente en el audiovisual japonés, el instituto, presentado como jungla inhóspita y violenta donde prima la ley del más fuerte. Abusones y abusados conforman el pequeño cosmos de las aulas y pasillos en los que algunos chicos viven su infierno personal.
En ese mismo decorado transcurre la vida de los hijos del protagonista, alejados a distancia infinita del apocado progenitor. Un padre, por otra parte, que aprende a marchas forzadas el uso de los recién adquiridos poderes, obligado a convertirse en héroe muy a su pesar, sobre todo cuando el peligroso adolescente, movido por el odio, comience su escalada criminal.
Tenemos el espectáculo y la destrucción masiva que esta clase de eventos necesita para el disfrute general, pero, como digo, hay sensibilidad y cuidado a la hora de presentar los conflictos. Es curioso el camino del villano que adopta el malo de la película, que puede recordar (con la distancia insalvable que hay entre las intenciones de las dos películas y sus personajes protagonistas) al andado por el recienteJoker (Todd Phillips, 2019). Lo que ocurre es que, en este caso, queda marcada la identidad de la némesis, precisamente, por la presencia del contrapunto del héroe, con el que, además, también es fácil encontrar conexiones personales. Al fin y al cabo, lo que propone Sato con su película es que el espectador se ponga en el lugar intermedio y se pregunte qué haría cualquiera de nosotros, comunes mortales, con tal poder.
En el apartado técnico, Inuyashiki no puede jugar en la misma liga que los despliegues de Hollywood y muestra un aspecto modesto en comparación a bestialidades del estilo Vengadores o los tormentosos dramas de Zack Snyder. A pesar de estas carencias, la verdad es que el resultado es bastante efectivo, e incluso con las estrecheces luce convincente. Sato no intenta ocultar las costuras y abraza con alegría el aspecto del cómic sin querer disfrazarlo de realidad. Convence con la idea de fantasía autoconsciente, sin entrar en los procelosos senderos de la serie B, con soluciones bastante orgánicas.
Inuyashiki es el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, adaptado a las complejas realidades del siglo XXI. Juega bien sus cartas, mezcla con astucia diferentes fórmula y, al final, es equilibrada en la mayoría de su metraje, excesiva cuando lo pide la acción desmadrada, entrañable en la construcción de personajes, al mismo tiempo que evita los abusos con el melodrama. Muy divertida, e incluso sorprendente, es de esas películas que hay que ver sin complejos y que puede derivar en sorpresa para el espectador con las defensas bajas. En todo caso, se agradece la huida de los tópicos o, por lo menos, el uso de estos con inteligencia.
Diversión con moraleja. De la buena. Y no es poco. Disfruten sin más.
Tráiler:
Ficha técnica:
Inuyashiki , Japón, 2018.Dirección: Sinoshuke Sato
Duración: 127 minutos
Guion: Hiroshi Hashimoto, basado en el manga de Hiroya Oku)
Producción: Pony Canyon
Fotografía: Taro Kawazu
Música: Yutaka Yamada
Reparto: Takeru Satō, Kanata Hongô, Fumi Nikaidou, Yusuke Iseya, Ayaka Miyoshi, Yuki Saito, Noritake Kinashi, Mari Hamada, Nayuta Fukuzaki