Críticas
Canallas
El plan
Polo Menárguez. España, 2019.
Tras algunas incursiones en el corto de ficción y en el largometraje documental, el realizador Polo Menárguez, en la película El plan, se ha atrevido a adaptar al cine el primer texto dramático de Ignasi Vidal. Con gran eficacia, el supuesto lastre teatral consigue sortearse con habilidad hasta perfilar una obra muy inquietante que no defrauda en ningún momento. Basada en un magnífico guion elaborado por el propio director, durante aproximadamente ochenta minutos atrae la atención plena del espectador, sin que decaiga en momento alguno. Y antes que nada comenzamos con una advertencia: no permitan que les destripen el final.
Paco (Antonio de la Torre), Andrade (Raúl Arévalo) y Ramón (Chema del Barco) son tres excompañeros de trabajo. Llevan tiempo en el paro ya que fueron despedidos de la empresa en donde prestaban sus servicios como guardias de seguridad. El filme se inicia en el que parece ser el día escogido para llevar a cabo un plan ambicioso, meditado, inteligente, un proyecto cuya ejecución asemeja que cambiará el triste destino de los tres hombres, o cuanto menos, podría hacerlo. Son las nueve de la mañana y Ramón se prepara para el encuentro con sus amigos. La cita inicial está concertada en casa de Paco.
Con el citado argumento de arranque, Polo Menárguez consigue elaborar un largometraje intenso, de primeros planos, moviéndose entre la asfixia del mobiliario en un pequeño apartamento de una gran ciudad. Concretamente, se trata del barrio de Usera en Madrid. El plan sabe rodearse de unas enormes actuaciones de sus tres protagonistas y de una banda sonora mínima, pero adecuada y absorbente para cruzar intensas miserias y traumas humanos. Y todo para desembocar en la tragedia final, por otra parte inesperada. La habilidad con la que el realizador se maneja en el interior escogido para el rodaje resulta fulgurante. Excepto algunas sucintas salidas a la calle y conversaciones en la terraza del inmueble, todo el filme prácticamente está planificado para su desarrollo alrededor de un sofá. Ya se ha comentado el origen teatral de la obra cinematográfica. Y el riesgo de estatismo y uniformidad visual se evaden acudiendo a un ritmo narrativo excelente, unas interpretaciones intensas y un guion que acapara la atención desde el inicio y cuyo interés va creciendo, exponencialmente, hasta el duro desenlace.
Lo que en realidad vamos a ver reflejado en este filme es el retrato de tres personajes masculinos con una identidad de género muy acusada. Machistas, violentos, maleducados, sucios…La mujer es vista por estos hombres rastreros como un mero objeto a utilizar según conveniencias. Una cosificación que se extiende tanto a las féminas propias como a las ajenas. Los tres machos, Paco, Ramón y Andrade, tienen pareja del sexo femenino. A ellas jamás las veremos pero por desgracia, sí que escucharemos las opiniones de nuestros protagonistas sobre las mismas. Y las consideran carne y poco más. Aunque se hayan convertido en sus compañeras, mantengan a la familia en momentos de crisis y trabajen no solo fuera del hogar sino también dentro, al acabar la jornada. Contamos también como un gran acierto esa ausencia de las mujeres en pantalla. No veremos a Laura, a Susi o a Manoli. Por consiguiente, tampoco conoceremos sus puntos de vista. Pero cada una y uno, cada espectador en su conciencia, puede hacerse una composición de lugar a través de las opiniones de los varones. Ahí está el desafío, un posible enfrentamiento y/o descubrimiento ante las propias fobias, intransigencias o desprecios sobre la auténtica valía del género femenino y su búsqueda de la igualdad real.
A estos tres seres varoniles, recordemos, Paco, Ramón y Andrade, los observamos ociosos, desocupados parece que muy a su pesar, pero absolutamente inútiles en aprovechar las eternas horas de holgazanería para, cuanto menos, ayudar en las tareas domésticas y en el cuidado y atención de los hijos. No, su tiempo transcurre organizando partidos de fútbol, fumando porros con los amigos o emborrachándose en compañía. Unos hombres que se creen dueños de sus parejas, que desean a la mujer del prójimo y que se muestran incapaces de entender o al menos dialogar sobre cualquier inquietud que puedan arrastrar sus compañeras. Unos hombres violentos, primero verbalmente, con el insulto pronto y el puño dispuesto. Unos especímenes que deberían ser retratados en más ocasiones, una y otra vez, para vergüenza de su propia inmundicia, como denuncia y en un intento de erradicación de la especie.
¿De qué hablan los hombres cuando están solos? ¿Cómo se comportan? ¿Cuál es su prisma del sexo femenino? A estas preguntas y a algunas otras podrán ir encontrando respuestas con El plan, oportuna y acertada obra de Polo Menárguez. Y por supuesto, no tenemos ninguna duda de que hemos visto una denuncia y no una justificación de hechos. Los monstruos hay que buscarlos, localizarlos, bucear en sus tinieblas e intentar comprender lo que está sucediendo para lograr su exterminio.
Desde lo que parece un ajuste de cuentas de tres varones con la empresa que los despidió, se deriva a lo terrible, a lo ignominioso, a aquello que parece no tener fin, años pasen y víctimas caigan. Consideramos muy valiente por parte del director mostrar ese panorama sobre la evolución que podría desarrollarse en una persona determinada hasta acabar como se hace en El plan. En la sesión en la que presenciamos el largometraje, se oyeron algunas risas de espectadores al principio de la obra, pero con su avance, dichas carcajadas fueron acallándose hasta su congelación. La obra teatral homónima que ha servido de base a la película jugaba con la comedia y el drama. El primer género ni lo hemos atisbado en el filme. El desasosiego y la inquietud se imponen desde el primer fotograma.
¿De qué hablan los hombres? Pues con trazos gruesos y con ironía, o no, de coches, de sexo, de frustraciones, incluso de psicología. Y lo hacen con una violencia más o menos soterrada, sin calma, sin respetar la opinión del otro, exaltados, iracundos. La película marca tres tipos de masculinidades muy depravadas que existen en nuestra sociedad. Podrían pertenecer a algunas de ellas tu vecino, tu cuñado, tu compañero de trabajo, tu colega de gimnasio…Afortunadamente, parece que se están diluyendo en el conjunto de la población. Pero perviven y todavía causan demasiado daño y dolor. Compartimos de lleno el punto de vista de Polo Menárguez: es necesario y hasta prioritario afrontar el problema. Únicamente en ese itinerario será posible reconocer las raíces y avanzar en su total erradicación.
Tráiler:
Ficha técnica:
El plan , España, 2019.Dirección: Polo Menárguez
Duración: 79 minutos
Guion: Polo Menárguez (Obra: Ignasi Vidal)
Producción: Capitán Araña
Fotografía: Alejandro Espadero
Música: Pablo Martín Caminero
Reparto: Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Chema del Barco