Críticas

El complejo de Peter Pan

Te quiero, imbécil

Laura Mañá. España, 2020.

Una parte de la producción de cine en España sigue apostando por la comedia romántica generacional como punto fuerte para construir un enredo sentimental que augure una reflexión ligera sobre los bandazos de las relaciones de pareja. Miradas bufonescas sobre la fragilidad de los amoríos tratados desde la perspectiva divertida, propia del sainete, para elucubrar rocambolescas peripecias ocasionadas cuando te falla la pareja y tienes que partir de cero. Un género que desde que se desató la locura gracias al inesperado bombazo de 8 apellidos vascos (Emilio Martínez Lázaro, España, 2014) vive una etapa de euforia desmedida, abordado desde diferentes frentes temáticos y fomentado con ímpetu por importantes imperios televisivos. Cuyo aporte, diseño de estilo y línea editorial se encauzan hacia un costumbrismo de inocuos vertidos, atendido por intérpretes de moda, muchos de ellos surgidos de la pequeña pantalla (territorio fértil hoy en día) y jalonado por la intervención, a modo de cameos, de figuras populares (con sello cómico) o veteranos de consolidada trayectoria.

Te quiero, imbécil (España, 2020), dirigida por Laura Mañá, manosea el mundo de las dudas e inseguridades masculinas. Y plasma, en tono de vodevil, las vicisitudes de un hombre varado por un desengaño amoroso y las artimañas que inventa para resurgir como ave Fénix y retroalimentar una nueva imagen que dé sensación de poderío y autoestima. Una modalidad de propuesta tan añeja como el socorrido esquema de <chico pierde chica, chico busca chica>. Una veta que se encuentra en su momento más álgido y no hay semana en la cartelera de estrenos comerciales que no se encuentre una película que se ajuste a las características brevemente apuntadas.

Mañá se dio a conocer con, Sexo por compasión (2000). En su primera incursión demostró ciertas actitudes para la frivolidad y el desparpajo, utilizando un estilo híbrido, entre el drama y la comedia. Ahora sucumbe a la tendencia <macho discreto en apuros y en decadencia tiene problemas> y filma un enredo irónico acoplado a los nuevos hábitos cotidianos y a la globalización de la tecnología para ocultar debilidades. El guion lo firman Abraham Sastre e Iván José Bouso que rifan todo el repertorio de lances posibles a una sucesión de encuentros y desencuentros entre la pareja protagonista para dilucidar, después de tiras y aflojas, en qué instante decidirán unir sus destinos para siempre. Una premisa convencional, del montón, con la inventiva en piloto automático, sólo rota por la inclusión de un puñado de interludios o subtramas (padres y vídeo de autoayuda) que ejercen de apaño burlón y chistoso.

Sobre las preguntas ¿quién es mi amor? ¿cuál es mi chica de verdad? se construye una historia cuya fijación es la guerra de sexos y la importancia de obedecer a los dictados del corazón. Una pizpireta trama de baja intensidad que ilustra las aventuras y desventuras de un tipo, gente corriente, de unos treinta años de edad que olfatea la madurez y debe dar el paso para encarar responsabilidades y obligaciones. Cuando el joven se siente preparado para asumir las consecuencias, su chica le juega una mala pasada y le abandona. Una brusca ruptura sentimental que le arrastra otra vez a casa de sus padres, que no le acogen con los brazos abiertos, y le devuelve a la casilla de salida. Es decir, la figura del parásito, del eterno Peter Pan, del hombre escindido en varias capas de adolescente inmaduro, vuelve a surgir en el cine costumbrista español aunque su reflexión, de tintes sociológicos de pacotilla, sólo dé para plantear apuntes de corto alcance y escenificar situaciones mostradas en otras producciones de rasero parecido.

El personaje principal se llama Marcos, interpretado por Quim Gutiérrez, actor habitual en este tipo de engranajes. De rostro rocoso y torvo, más feo que guapo, se mueve, sin embargo, con cierta soltura en los papeles de perdedor con suerte final. Es un chaval atenazado por su novia y convertido en una especie de sufriente/desgraciado al que le pasan adversidades en el campo del amor y de las relaciones sexuales. Una criatura en edad de emanciparse pero la ruptura con su novia le deja inerte y con la autoestima por los suelos. Tiene que regresar al mercado de los ligues y para ello se fija en la impronta de su mejor amigo, Diego (Alfonso Bassave), un conquistador arrollador y genuino macho alfa y su empeño de ponerle alivio a su desconsuelo acudiendo a internet, a Google, y a programas de autoayuda, capitaneado por un influencer todo terreno, encarnado de manera circense por Ernesto Alterio.

Marcos encuentra trabajo en un medio de comunicación deportivo y consolida su posición gracias a sus trabajos en una columna titulada twiteando, a la vez que le surgen un par de aventuras desahogantes y una situación inesperada, su exnovia todavía le llama para encuentros sexuales. A ratos irrumpen disparates (orgía sexual de los padres de Marcos para revitalizar su aburrida actividad erótica) que traslucen una intención chistosa y alocada antes que armar un relato más afilado y penetrante.

Altibajos que encaran la moraleja de la película hacia un desenlace previsible, anunciado desde los primeros compases de, Te quiero, imbécil. La aparición de una antigua compañera de colegio, Raquel, displicente e inteligente Natalia Tena, que gestiona un negocio de tatuajes, su cometido funciona como sostén vital y muro de lamentaciones. Un tipo de mujer dulce, apasionado, sereno, que conoce los vericuetos del amor y sabe dar y recibir. Raquel representa muchas cosas. Puede ser una madre para Marcos, que aporta veteranía y estabilidad y ser la amante perfecta, con sus dosis de emoción y soltura. La media naranja para Marcos estaba más cerca de lo que imaginaba. Y el espectador también lo sabía desde el minuto uno pese a que los guionistas siembran una serie de malentendidos para alargar las encrucijadas y desvelos de Marcos, presa de su repentina fama profesional.

Te quiero, imbécil, es un filme que se inscribe en el modelo de trama que desarrolla equívocos sentimentales y emocionales, aciertos y desaciertos, en torno a la generación de la gente de los treinta años, con buenos o paupérrimos trabjos, que revolotean con las consecuencias del amor, que buscan la pareja idónea y desean asentar la cabeza y pensar en formar una familia. Un retrao sobre los complejos y dificultades de las responsabilidades resuelto en tono de comedia pero sin abordar los temas con profundidad.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Te quiero, imbécil ,  España, 2020.

Dirección: Laura Mañá
Duración: 86 minutos
Guion: Abraham Sastre y José Bouso
Producción: Yo hombre la película AIE / Minoria Absoluta / Brutal Media / Lastor Media
Fotografía: Sergi Gallardo
Música: Javier Gimeno y Luc Suárez
Reparto: Quim Gutiérrez, Natalia Tena, Ernesto Alterio, Alfonso Bassave y Alba Ribas

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