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Episodio 1: Buster, de la mano de Tim Blake
La antología de los hermanos Coen es un western que deriva originalmente de pequeños cuentos que han ido dando forma a una película de episodios para Netflix. Está compuesta por seis segmentos sin conexión entre sí, más que el contexto histórico. Cada historia es presentada por un libro de relatos que recuerda a los clásicos literarios de la literatura del Oeste, como los escritos por Jack London o Ambrose Bierce. El humor (negro) de las historias es muy del gusto de los hermanos Coen, en el que situaciones, aparentemente sencillas, se transforman en caóticas o atroces, pero, eso sí, carentes de cualquier dramatismo. En el filme nos encontramos con una variedad riquísima de todos los géneros del lejano Oeste, desde los musicales hasta los cuentos clásicos y épicos acerca de la colonización de las praderas. La iconocidad del viejo Oeste está presente por medio de los típicos duelos, los atracos a los bancos, los indios, los buscadores de oro, las diligencias y hasta hay un cazarrecompensas. También están representados los vicios de la época, tales como el juego, los prostíbulos o el alcohol. Los hermanos Coen parecen empecinados en querer rodar en los asombrosos paisajes y en los entornos salvajes del Far West, usando por primera vez, técnicas digitales.
Mi episodio favorito es el primer cuento, un relato un poco surrealista y con gran crudeza irónica, que pone título a la película y relata la parodia de un pistolero muy elocuente y alegre. Destaca nuestro protagonista en hacer todo con gran maestría: cantar, tocar, disparar y hablar, y todo, con un cierto aire a personaje de dibujos animados. Lo más gracioso es que, en todo momento, rompe la cuarta pared para hablarnos de lo peligroso que es y la falta de justicia moral que hay en el viejo Oeste. Su actitud bondadosa y respetuosa desentona con su habilidad para “cargarse” a todo aquel que lo rete a duelo. Esto lo alza como héroe, porque va pasando pruebas y matando a quien se le ponga adelante. Mi escena favorita es la de la cantina en el medio de la nada, con seis forajidos emborrachándose, donde Buster pide whisky, y no se lo dan, por no parecer un “fuera de la ley”. Entonces, se dirige al bandido con aspecto más rudo y acaba matando a todos sus secuaces en menos de diez segundos. Este duelo me parece más interesante que los que vienen después, porque hasta entonces no sabíamos nada de sus capacidades para matar con tanta facilidad. El resto de los enfrentamientos son también de autodefensa. Destaca uno en el que, con un espejo y apuntando de espaldas, trata de calcular su disparo: “los dos miramos al mismo lado y el revólver está al revés, así que mejor no complicarse demasiado” y, finalmente, mata a su contrincante; eso sí, habiéndole perforado antes todos los dedos de la mano a balazos. El final del relato se consume con el último duelo, en el que un forajido, vestido de negro, se presenta y reta muy educadamente a nuestro héroe. De repente, después de un intercambio de palabras, vemos en primer plano el rostro de Buster, que pierde el conocimiento al ver que la bala ha penetrado entre dos orificios, uno delante y otro detrás, de su sombrero. El que pensábamos que personificaba el papel principal, cuyo nombre le daba el título, comienza a ascender a los cielos.
Cuando vemos el título del siguiente episodio, nos damos cuenta de que empieza una nueva historia. El problema es que no solo vamos a seguir contando con los estallidos de violencia en el resto de los capítulos, sino que ya no volveremos a saber nada de Buster. Personalmente, me atrajo el hecho de que el personaje tuviera poca vida en la pantalla y que nos dejara con la sensación de querer más. Con esto no trato de oponerme a aquellos que les gustaría ver una película en solitario de este divertido protagonista, aunque piense que se diluiría la esencia de este personaje si se le extendiera esa vida.
Este mundo tan fantasioso de Buster, cuya aura de polvo salta cuando se sacude, transcurre de forma cíclica, donde los duelos entre el protagonista y sus diferentes oponentes se repiten constantemente. Es la historia del Oeste americano, contado a través del musical. La frontera se ve como un sitio salvaje y sublime, pero al mismo tiempo, se pone delante de nuestros ojos su peligrosidad, brutalidad y violencia. Cualquiera puede perder la vida, sin importarle a nadie. Uno de los temas recurrentes es la muerte y el constante temor que se percibe en una frontera sin ley aparente, ya que casi todos sus personajes van a morir en medio de una violencia incontrolada, como es el caso de nuestro Buster. Su capítulo viene con moraleja, como en todas las películas de los Coen: no importa cuán cómodos y seguros nos sintamos en la vida, la muerte siempre llama a nuestra puerta sin avisar.
En el aspecto formal, destacan los planos generales para recalcar el paisaje intacto y exótico de las zonas más vírgenes y áridas de los Estados Unidos. Podemos ver la majestuosidad del paisaje y al hombre en relación con ese entorno. Ayuda a crear un valor emocional del aislamiento desolador de Buster, sobre todo en los planos contrapicados que añaden vértigo y una sensación de que “fuera de campo” algo puede pasar en cualquier momento. En contraste, los planos detalles son usados para dar tensión, como cuando Buster mira las cartas y, al depositarlas, ya se ha dado cuenta de que la muerte lo está acechando. Los planos simbólicos también destacan y delatan de la presencia de los autores y sus formas de entender el mundo y de ver la vida (por ejemplo, el ascenso de Buster al cielo, con un arpa y un laurel, como si fuera un ángel que se va a salvar de sus pecados; o el polvo que el forajido vestido de negro esparce sobre el cadáver de Buster, como símbolo de respeto). El escenario y la ambientación obedecen a las reglas del género, lo que nos invita fácilmente a sumergirnos en la época. El vestuario también ocupa un lugar importante y añade tipología a los personajes del legendario Oeste. Buster viste siempre de blanco, con su dentadura exagerada a lo “conejito de la suerte” y su caballo también blanco, definiéndolo como un ser un poco aniñado y peculiar. En contraste, el último forajido al que se enfrenta viste de negro y tiene un caballo también negro, marcándolo como su contrincante más peligroso.
La iluminación juega un papel fundamental, por ejemplo, cuando se utiliza para darle una apariencia fantasmagórica a la primera cantina que visita Buster. La luz puede ayudarnos a entender la pureza de un lugar o de un personaje. Los clientes de la cantina aparecen situados en zonas tenebrosas, inspirando temor. La función de la música diegética del principio de la película nos adentra en el subgénero del musical, capaz de ambientarnos en la época, y definiendo al personaje como un ser feliz. Un bello espectáculo, a través de la música, para exagerar el aspecto fabular del filme, que se plasma en la última canción de este capítulo, cuando ambos pistoleros terminan compartiendo un cierto sentido de melancolía por la pérdida del propio Buster.
El uso de los colores, vehículo para expresar las emociones o contarnos cosas que van ocurriendo, permite los contrastes entre el blanco de Buster (la pureza) y el negro del último jinete (la muerte). La coloración digital permite que el matiz de amarillos, rojos, marrones y el azul del cielo se saturen en una especie de equilibrio, sobre todo en las escenas del principio, sin que estos pierdan sus tonalidades. Aunque en algunas escenas exteriores, como, por ejemplo, cuando Buster entra en el pueblo o vemos la cantina en el medio de la nada, los colores se convierten en modulaciones más desaturadas. En los interiores predominan los claroscuros, y la falta de luz ayuda a crear momentos de tensión. La mezcla de luz natural y de luces artificiales amarillas se mezclan con los tonos marrones y ocres de los protagonistas y de los decorados del bar, incluyendo las copas de whisky, en las que se ven los dos colores conjugados (marrón y amarillo). Con esta elección de gamas se consigue una cierta sensación de nostalgia del pasado, en referencia al western. Recuerdan a las primeras fotografías monocromas realizadas por los pictorialistas americanos. Además, los Coen saben también utilizar el color para llamar la atención sobre algo. El rojo de la sangre en los personajes y en las manchas de la pared apuntan a señalar la poca importancia que tenía la vida en la frontera americana.
Los hermanos Coen son acusados de nihilistas, pero al mismo tiempo tienen una forma suculenta de añadir experiencia y cierta justicia en sus siempre inciertas historias. Hay una violencia inimaginable, si tenemos en cuenta las primeras escenas en las que Buster va cabalgando, cantando y tocando una canción de partirse de risa por el desierto americano. Pronto nos encontramos con el humor absurdo que la historia trata de encubrir para no hacernos pensar en la muerte, hasta que esta ocurre, como en la vida misma, sin más pensarlo. La comedia de la primera parte nos muestra que cualquier optimismo en el resto del filme va a ser abortado. Los Coen no dudan en presentar la muerte del personaje con el que nos sentíamos identificados, proporcionándole una alegoría mesiánica a Buster, que, a pesar de morir, persiste en la imaginación del espectador, viéndolo ascender a los cielos, en una especie de redención y justicia serena. Si matas, pecas, siguiendo el Antiguo Testamento, y este mandamiento se va a transformar en el castigo que acecha a Buster. La tragedia y la comedia siempre van de la mano y hacen de este forajido, un marginado, en otras palabras, un cowboy que rompe con los moldes de masculinidad, que los códigos convencionales acerca del western nos han ido aportado a lo largo de su historia. El sentido de la vida y de la muerte, incluso sobre la vida después de la muerte, cobra cierta profundidad, y son tratados con humor negro. No me parece una obra maestra, pero es una muy buena película, y la veo como la expresión más optimista de lo que nos va a acontecer a todos en algún momento de nuestra vida, a base de la excelente atmosfera ficcional creada por los Coen. Tim Blake encarna a un personaje que nadie mejor podría revivir. Todo está a tono para disfrutar de este maravilloso capítulo.