Críticas
Futuros cercenados
Papicha, sueños de libertad
Papicha. Mounia Meddour. Argelia, 2019.
Argel, años 90. Nuestra protagonista, Nedjma, es una joven que estudia diseño en la universidad. Tiene un carácter alegre y abierto, se divierte con sus compañeras y está contenta con su vida y entorno. Pero el radicalismo fundamentalista ya ha empezado a hacerse fuerte y pretende imponer a toda la población su visión sesgada y machista del Corán. Un movimiento de coacción por la fuerza de usos y costumbres que derivaría en la guerra civil argelina, en la “década negra”. La contienda, que enfrentó a gobernantes e islamistas, se llevó por delante a cientos, a miles de vidas humanas, desembocando en pequeñas y grandes tragedias familiares. Estamos ante el primer largometraje de la directora argelina Mounia Meddour, en un relato con tintes autobiográficos. La propia realizadora con 18 años tuvo que trasladarse a Francia junto a su familia, tras recibir amenazas de muerte.
A pesar de los crecientes brotes de violencia, Nedjma y sus amigas van a lo suyo. Les gusta la moda y ganan un “dinerillo” vendiendo en discotecas la ropa que la primera confecciona. Las chicas, en su despreocupada juventud, son joviales, optimistas, les gusta la animación y también salir y ligar con jóvenes. Pero la sombra de una revolución islámica va asomándose por el horizonte, hasta golpear a todas y a cada una de las mujeres que aparecen en el filme. Estamos ante una obra que destaca por su carácter conmovedor. El peligro, la emoción, la valentía y la lucha contra el dominio patriarcal y contra el camino hacia la invisibilidad de las féminas, tanto en la vida pública como en la privada, se va a erigir en los fundamentos del largometraje. Para todo lo anterior, la realizadora, Mounia Meddour, se vale de una cámara que cierra su campo y se mueve muy inquieta, temerosa ante los acontecimientos que se avecinan o ya están sucediendo. La apertura focal únicamente la experimentaremos en momentos muy aislados, aquellos que pueden considerarse “de respiro” o para asimilación de sucesos.
Nedjma, la Papicha del título (en argelino, “chica guapa”) es una mujer inteligente, está dotada para la moda y el diseño, estudia y se siente feliz con lo que hace. Además, cuenta con una madre y una hermana, la primera muy tolerante, y la segunda, de profesión periodista, no duda en trabajar en zonas de riesgo, a pesar del evidente peligro. Pero para Nedjma todo va a ir desmoronándose poco a poco. Su actual existencia y eventual futuro van hacia el derrumbe incontrolado. Está interpretada por Lyna Khoudri. Con su actuación, consigue redondear el personaje, convirtiéndolo en un ser muy atractivo, con personalidad e idealista. También en una persona sincera, colérica cuando toca, amorosa cuando no procede y siempre receptiva a las modificaciones de puntos de vista. Su actitud intrépida le guía en un camino que intenta perseguir sus ilusiones, aún a fuerza de ir sorteando la alarmante y penosa situación política y social.
Nos ha cautivado del filme el seguimiento de esa tentativa de revolución islámica. Si en unos primeros instantes prácticamente es un tronar que se ofrece fuera de campo, conforme avanza el largometraje llegamos a un punto de inflexión. La brutalidad, la barbarie y la intransigencia van imponiéndose, hundiendo las convicciones propias en un pozo desolador. Atemoriza, y mucho, el giro que toman ambientes y conductas. La intoxicación mediática empuja el discurso machista para que se expanda con enorme potencia. Ya estábamos en tierras de mujer en casa y a sus labores. Pero el movimiento pretende mucho más: la obligación de llevar velo, la sumisión completa al marido o al hermano, la postergación absoluta de la mujer en sociedad… A tales necedades y dislates crueles van a tener que ir enfrentándose, además de soportarlos y padecerlos, nuestras jóvenes universitarias de espíritu libre y mente inquieta. Por hablar francés y no árabe se penaliza; caminar sola por la calle es el sendero del martirio; subirse a un autobús sin taparse el cabello, un infierno…
Si lo relatado hasta el momento ya nos produce verdadero horror, no se relajen, no. La demonización no se conforma con imposiciones tan “básicas”. Nuestras protagonistas, Nedjma, Wassila, Kahina o Samira, están empeñadas en alcanzar sus sueños. Porque sí, porque son personas, seres humanos formados que necesitan, para alcanzar la plenitud, una vida más allá del hogar, fuera del sometimiento al varón y lejos de la plena dedicación a faenas domésticas que no les despierta ninguna inquietud intelectual. Un terrible drama para jóvenes que parecían ir encaminadas hacia otro destino y que son atrapadas y ahogadas por fanatismos indecentes. E impactados, continuamos en la brutalidad exhibida por unas mujeres para obligar a otras a seguir sus rancias costumbres androcéntricas.
Por cierto, parece un añadido baladí, pero las dos historias de amor, incluso sumando la tercera de compromiso, no tienen ningún desperdicio. Una de ellas, por lucir un sentimiento de “culpa”, cuando estamos ante un caso de violencia machista. Ninguna «falta», por supuesto, pero dicen que el amor es ciego. También, en muchas ocasiones, estúpido. Otra de las historias, por mostrar las ideas claras y la visión de futuro sin fisuras, además de saber crear proyectos propios que se ningunean. Y la última, la tercera, la más islámica, con matrimonio concertado de turno, pero, ay, también con problemas irresolubles que surgen mientras tanto.
Nos encontramos ante una gran película que destaca por su valentía en la puesta en escena. Acoge un ritmo más que ágil, trepidante. El desarrollo de acontecimientos se torna vertiginoso sin dejar casi margen a su asimilación. Quizá lo único que pesa es la prolongación innecesaria de algunos minutos al final, con un epílogo superfluo. Una minucia, en cualquier caso, ante una película de gran valor en su denuncia de hechos reales, contados libremente. Escalofríos tenemos todavía. Mounia Meddour ha acertado con un filme feminista que obtiene su máximo valor de reprobación cuando introduce la violencia de forma imponente y sobrecogedora, mazazos que calan hasta las entrañas. Mujeres y hombres tenemos la obligación de seguir denunciando esas civilizaciones del pasado y del presente, en las que las féminas continúan con una mordaza en la boca y siguen sin poderse desarrollar personal e individualmente. Unas formas de existencias sometidas y en la opacidad, que por más que se condenen y se intenten acorralar y extinguir, no tienen visos de desaparecer.
Tráiler:
Ficha técnica:
Papicha, sueños de libertad (Papicha), Argelia, 2019.Dirección: Mounia Meddour
Duración: 106 minutos
Guion: Fadette Drouard, Mounia Meddour
Producción: Coproducción Argelia-Francia-Bélgica-Qatar; Ink Connection / High Sea Production / Scope Pictures / Tayda Film / Tribus P Film / Same Player / Fonds Impact Fotografía: Léo Lefèvre
Fotografía: Léo Lefèvre
Música: Rob
Reparto: Marwan Zeghbib, Lyna Khoudri, Shirine Boutella, Amira Hilda Douaouda, Yasin Houicha, Zahra Manel Doumandji, Aida Ghechoud, Nadia Kaci, Meriem Medjkrane, Samir El Hakim, Khaled Benaissa, Abderrahmane Boudia, Malek Ghellamat, Ahmed Benaïssa, Amine Mentseur