Viñetas y celuloide
Providence
Es difícil discutir la enorme aportación de H.P. Lovecraft a la ficción fantástica. Los macabros mundos imaginados por el de Providence han alimentado la febril imaginación de centenares de creadores de historias, inspirados por el cosmos de horror llegado de las estrellas, que él y su círculo construyeron para la posteridad.
Uno de esos maestros de las historias es Alan Moore, escritor que, a estas alturas, está por encima de las presentaciones. El gran renovador del cómic moderno ha tenido varios encuentros con Lovecraft a lo largo de su carrera, adaptando varias de sus historias a la viñeta e incluso, tratando en su propia obra conceptos del horror cósmico creado por el de Providence.
En un momento dado, Moore decide dar su propia impronta al cosmos de Lovecraft. No ya con adaptaciones o el uso de los elementos comunes de la obra del escritor americano, sino con la completa revisión conceptual de la mitología lovecraftiana. En Neonomicon aporta una interesante vuelta de tuerca a esta mitología tantas veces visitada. Básicamente, lo que Moore plantea es un horror más físico, alejado de la susurrante sugerencia de Lovecraft, mostrando en imágenes los aspectos turbios y decadentes del relato de horror cósmico.
Moore pone sobre el tablero los horrores innombrables y, sobre todo, expone sin tapujos la neurosis sexual perversa implícita en la obra lovecraftiana, construyendo un relato bastante lúbrico y explícito. He de decir que, si bien aplaudo la valentía de Moore, Neonomicon no resultó la lectura que esperaba. Eso sí, puso el primer ladrillo de lo que posteriormente, y con ayuda del mismo dibujante, Jacen Burrows, sería el acercamiento a Lovecraft, como autor y como personaje, más profundo, entregado y elegante que jamás se ha planteado.
Por supuesto, para esta rendida elegía al maestro, Moore eligió el cómic, formato que le ha otorgado sus mayores éxitos y el aplauso de crítica y público. A lo largo de las 12 entregas de Providence, el alucinado guionista se adentra, desde la reverencia absoluta, el conocimiento y la erudición de la que siempre hace gala, en el oscuro universo de horrores descrito por Lovecraft. Aunque no faltan los detalles sórdidos y escabrosos, las intenciones eróticas de Neonomicon quedan en segundo plano, aunque bien es cierto que Moore sigue con la idea de mostrar todos esos aspectos que en la obra de Lovecraft son insinuaciones.
En las páginas de Providence, el lector de Lovecraft encontrará un paseo por la pesadilla, en la clásica historia en la que el hombre corriente aparta el velo que encubre la realidad, entrando en el abismo de horror, del que es muy difícil salir con la cordura intacta. Situada en los años 20, época en la que Lovecraft escribió sus relatos, Moore mezcla el relato de ficción con el análisis de la extraña personalidad del escritor americano, hombre enfermizo de imaginación infinita, cuya vida en los márgenes de la normalidad es esencial para comprender el pulso de los relatos que firmó. Los lugares que imaginó, las razas monstruosas que plasmó en tinta, se arrastran como sombras siniestras en el relato de Moore, que aporta un ejercicio de sincretismo a la obra de Lovecraft pocas veces planteado.
Es curioso comprobar como dos personalidades tan fascinantes como las de Moore y Lovecraft se funden en Providence. La alquimia alucinada que se produce en las páginas de este cómic es tan emocionante como perturbadora, y el escritor inglés aporta arrolladora personalidad al mismo tiempo que homenaje rendido a la figura del maestro. Es complicado el trabajo a la luz de Lovecraft sin ser eclipsado por el brillo, no pasar de la copia del marcado estilo de sus cuentos. Moore pasa con sobresaliente la odisea literaria que supone Providence, y el cómic funciona como, efectivamente, obra cien por ciento suya.
La calma con la que conduce la narración no oculta la tensión, y el ambiente malsano y onírico es protagonista de las intenciones de Moore en cada página. Como en casi todas sus obras, el encuentro entre medios es esencial, y la narrativa gráfica se mezcla con el género epistolar, otra de las grandes aportaciones literarias de Lovecraft, incansables escritor de correspondencia. Como todo en esta obra, sirve de homenaje a ese aspecto de la vida del de Providence, al mismo tiempo que permite a Moore experimentar con diferentes tonos y ritmos en el desarrollo de la historia.
El trabajo de Jacen Burrows es, simplemente, espectacular. Puede que su trazo sea bastante estático y en ocasiones sus páginas den cierta sensación de falta de dinamismo, pero el manejo de la página, de los silencios, de los pequeños detalles que hacen de cada viñeta un mundo, dejan la impronta en el lector de estar ante algo tan bello como espeluznante, tan hermoso como inquietante.
Providence se puede entender como la reunificación de mitos, la conexión definitiva entre la semilla plantada por Lovecraft y la variación sobre el mismo tema que Moore viene defendiendo desde el citado Neonomicon (y con anterioridad en The Courtyard, breve cómic que sirve como punto de partida al ciclo lovecraftiano del escritor inglés). Posiblemente, uno de los trabajos más completos y personales de Alan Moore, y toda una joya para los amantes de los relatos de Lovecraft. A pesar de los años, la perturbadora visión del universo del maestro y su extraña personalidad permanecen como pilar fundamental del horror y la ciencia ficción.
En Providence, el ser humano mira a los dioses. Como no podía ser de otra forma, la locura es lo que se esconde en el abismo. El viaje no será cómodo, se lo aseguro, pero pocas veces se puede contar con un guía como Alan Moore para visitar los rincones oscuros de nuestra propia alma.
Espero que disfruten del camino.