Críticas
La calma de la tragedia
La habitación del hijo
La stanza del figlio . Nanni Moretti. Italia, 2001.
Un accidente inesperado trastoca la armonía familiar: la pérdida del hijo cala hondo en una estructura que no encuentra la manera adecuada de ejecutar el duelo.
El drama es calmo, aunque no menos indoloro. Es la historia del costo por detectar una narrativa que sane las heridas. La búsqueda se hace a tientas y en la inconsciencia, las modalidades se entrecruzan bajo intentos que se vuelven fallidos por mutuo entorpecimiento.
Una narración que se esmera en mostrarnos cómo el desequilibrio afecta también a seres razonables.
El mar oscila entre la forma de un híbrido representante insondable del destino y la posibilidad de sanar existencias rotas; calmo movimiento capaz de llevarse una vida y aportar al renacer.
La reiteración simbólica, como cura alternativa al discurso psicoanalítico, se esboza natural, sin que nadie lo note: la necesidad de vivir una experiencia que haga sentir la cercanía con el objeto se canaliza como algo es profeso. Los personajes son sujetos pasivos de un destino que ellos deciden sin saberlo. Es la experiencia de un final, a la medida de una familia que necesita encontrar un camino de reconstrucción. La poesía está sin que la notemos.
Gran trabajo de Nanni Moretti, que, en su momento, supo alzarse con la Palma de Oro en Cannes, por la forma de una delicadeza que sutilmente mueve piezas, en ese vaivén entre la muerte como fatalidad y la vida como afectación.
Un proceso de curación que necesita ser transitado sin menciones, solo alusiones, tarea que no significa especialidades sino vivencias. Huelgan los discursos, el análisis no encuentra lugar y se vuelve en contra de los especialistas, que, de manera sorprendente, un buen día encuentran que deben abandonarlo: de pronto, se volvió algo inmanejable y contrario a su finalidad.
Es la valoración de diferentes tipos de herida, diferentes formas de error humano: el robo de un fósil, como gracia adolescente y la muerte como descuido fatal. Ambas fórmulas no exhiben posibilidad de comparación, el espectador debe notarlo a partir de la confusión de Giovanni.
La mente como un laberinto insondable en todas sus posibilidades, el travelling que acompaña al psicoanalista por las habitaciones de su casa no solo nos muestra el nivel económico del profesional, sino que es símbolo de los vericuetos de la peripecia analítica y de los caminos que se ofrecen como alternativa para sanar. Están presentes antes del accidente. La activación será automática y tratará de encontrar salidas.
La habitación del hijo juega en dos niveles, de manera permanente y sutil: la confusión mental y la solución concreta. Los pacientes traen problemas que se definen por ausencia de soluciones prácticas, algo que comienza a afectar a Giovanni en su contacto con la muerte. Las dificultades para acceder a la “novia” de Andrea obturan el camino, esa propiedad transitiva que es necesario se exprese, para tomar contacto con el objeto angustiante a través de una mediación, el plano mental no contribuye. Se necesita el ritual, el “como si” de una ficción no reconocida como tal. Son las condiciones de curación en las que necesariamente debe desembocar la tarea de ensayo y error.
La música de Nicola Piovani acompaña desde un piano que suena a caja de música: sonidos bellos y a la vez reiterativos, suave tintineo de fondo que, de manera casi imperceptible, se acopla y esmera en ubicarnos bajo serenidades subyacentes a la vida. La exposición a la naturaleza no debe ser temida, es el hombre frente al universo: la inmensidad del mar es tanto problema como solución, muerte y vida.
El filme no se ocupa de comprensiones, la curación se vive sin tener muy claro el cómo. La puerta se abre para quien esté dispuesto a husmear, el espectador es un privilegiado en el acceso, más no lo son los personajes. El psicoanálisis es un direccionador de vidas concretas mediante tomas de conciencia; no es útil cuando irrumpe lo espiritual para demarcar otro tipo de existencia. Una vez generado el quiebre ya no hay vuelta atrás, hay que vivenciar la solución sin preguntar, solo experimentar la cura del alma. Semejante al proceso natural de cicatrización, con la diferencia que, ahora, se requiere de actos voluntarios, la inconsciencia es el factor común.
La sabiduría no necesariamente debe transitar por la conciencia, es un ser que debe experimentarse en la acción exenta de preguntas y respuestas.
La fórmula, ya sea travelling o cámara fija, suele centrarse en el recorrido de Giovanni, nos sugiere a alguien que siempre está llegando: a la casa, a la institución estudiantil, a la cancha de básquetbol, a recibir una noticia trágica; es el que se hace cargo. De pronto, es bloqueado por la tragedia, lo racional ya no alcanza, se necesita un paso más.
La película también juega con lo “roto”, objetos del hogar homologados a una vida donde la apariencia disimula la herida; afloran significados que ilustran la impronta de una vida familiar en equilibrio mediante reparaciones. La dificultad surge ahora, Giovanni fuerza un objeto significativo y lo “rompe”. Lo despega de sus rajaduras. La herida queda a la intemperie, en carne viva; es una respuesta que denota el desborde de las circunstancias, el negarse a continuar: Giovanni encuentra dificultades para reparar y el discurso de la iglesia no lo conforma. Es plena crisis familiar que se irá desarrollando en medio de la búsqueda: no hay forma de acomodarse, el dolor invade todas las posturas posibles, y el espectador deberá ser paciente y esperar el final.
El guion divide el filme en tres parte: la armonía familiar, la muerte que introduce una crisis, y el desenlace, no obstante, la circulación de cierto grado de paz es constante, como un aferrarse de los personajes a su estado habitual.
Los recuerdos operan mediante flashbacks casi imperceptibles: fugaces y momentáneas asociaciones con contenidos vitales del pasado. La disociación instrumental fracasa y los contenidos se confunden en la mente del psicoanalista; se aconseja suspender las consultas. Los límites del ser humano son puestos a prueba en medio de una música que nos sitúa a contracorriente de la desgracia y de una desesperación que inunda los vínculos sin ser declarada.
Nos acercamos al misterio de la vida, donde el mar acciona su polisemia existencial en un intento por asistir a los personajes.
Hermoso filme que exige al máximo nuestra capacidad reflexiva. Una muestra del mejor cine italiano contemporáneo.
Trailer
Ficha técnica:
La habitación del hijo (La stanza del figlio ), Italia, 2001.Dirección: Nanni Moretti
Duración: 100 min minutos
Guion: Nanni Moretti, Linda Ferri, Heidrun Schleef
Producción: Coproducción Italia-Francia; Sacher Film Rome, Bac Films, Telepiù, RAI Cinema, Canal+
Fotografía: Giuseppe Lanci
Música: Nicola Piovani
Reparto: Nanni Moretti, Laura Morante, Jasmine Trinca, Giuseppe Sanfelice, Silvio Orlando, Stefano Accorsi, Claudia Della Seta
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