Críticas
Hiperrealidad
Elefante Blanco
Pablo Trapero. Argentina, 2012.
Si en Carancho, Pablo Trapero centraba la historia en una pareja predestinada, en Elefante Blanco compone una película coral, donde los protagonistas no están exentos de esa predestinación. A Trapero lo caracteriza su valentía para tratar temas más que sensibles en una sociedad moldeada bajo el autoritarismo y donde no sólo ha habido desaparecidos, torturados y asesinados, sino que aún persiste el miedo a enfrentarse con corporaciones que tienen un funcionamiento muy semejante al mafioso, como son la policía, el narcotráfico, los leguleyos tramposos, el sistema penitenciario…
Elefante Blanco pensaba titularse Villa. Porque eso es, una historia… más que una historia, un recorte de realidad de una de las villas miseria más pobres de Buenos Aires. Ubicada en Ciudad Oculta (denominada así porque la dictadura de Videla, como quien guarda la suciedad debajo de la alfombra, mandó a construir un muro para esconderla ante los ojos de los turistas que venían a disfrutar del Mundial de Fútbol de 1978), la cámara no hace sino inmiscuirse en los espacios de un edificio que pretendía ser modelo de institución sanitaria en los años cuarenta, para terminar siendo albergue de pobres, inmigrantes fronterizos y “malentretenidos”. Como en todo espacio marginal, la vida transcurre allí entre la miseria, la mugre y los vicios. Trapero elige a tres personajes del “afuera” de la villa para que los sigamos y podamos entrar en ese mundo tan cercano físicamente y, a la vez, alejado en la experiencia, de una clase media que mira hacia el Este para conectar con una Europa que hoy ofrece un paisaje parecido al de la Argentina de 2001.
Dos curas (Ricardo Darín y Jérémie Renier) y una asistente social (Martina Gusman) colaboran en la organización y dinámica de la villa. Son ejemplo de los chicos y apoyo de los mayores. Nuclean a su alrededor todo tipo de especímenes. Pero lo más trágico es que, en ese espacio, la muerte es una moneda de cambio, la vida es un regalo diario. No más allá llegan las expectativas.
El Elefante Blanco es un edificio inmenso, blanqueado por la cal, que se yergue orgulloso en una zona poblada de casuchas bajas, con techos de lata y paredes de cartón. La mole de cemento ofrece su cara más impresionante en el barrio que la contiene. Es la constante imagen que nos recuerda dónde estamos, la que nos incita a pensar qué hicimos con lo que teníamos. La que nos maravilla por su estructura desde un plano general y nos espeluzna cuando entramos en sus vísceras. Trapero ha sabido elegir la locación. Es en sí, la verdadera protagonista del film. Habla de un pasado glorioso y de un presente aterrador. Está a la vista de todos y escondida de la mayoría. Es un espejismo y una verdad que se te viene encima.
Trapero homenajea con su film al padre Carlos Mugica. Un cura que provenía de la clase alta argentina y que, doblegando la tradición familiar, se volcó hacia los más necesitados, durante la década de los setenta. Como buen samaritano, aunque fue más que eso, porque estaba comprometido políticamente con una idea concreta y actuaba de acuerdo a ella, encontró la muerte siendo muy joven y en manos de sicarios pagados por intereses oscuros que pretendían sumir a la Argentina en las sombras y en el silencio, preludio de la dictadura más feroz que haya sufrido el país.
Los curas que pueden entenderse con la política o con el amor carnal, la asistente social que se atreve a todo, los chicos que aparecen como posible esperanza, las garras del narcotráfico que disputa negocios y vidas… Los pasillos de la villa, las rejas y las cadenas que separan cada sector, las escaleras sin pasamanos, los pisos abiertos al abismo, la terraza donde se retiran los chicos para esnifar la pega o el paco… Los pisos anegados por la lluvia reciente, la gente que revuelve la basura o separa los cartones… Los enfrentamientos entre los vecinos, la realidad externa de los protagonistas, las incursiones de la policía, los delatores y los vengadores… Todo eso convive entre las paredes mugrientas y las calles de tierra. Imágenes cada vez más claustrofóbicas, aunque no haya espacios cerrados o tapiados…
La cruda fotografía de Guillermo Nieto logra cuadros hiperrealistas de una sociedad condenada. Persigue cámara en mano las corridas de los protagonistas por los vericuetos de un laberinto interminable. Boquea junto a los chicos que viven una realidad ficticia y efímera que les ha sido escamoteada. Conjuga planos magistrales en composiciones corales donde los vecinos, la policía y los curas se mueven según una especie de coreografía barrial ensimismada en objetivos diferentes. Y capta el guiño al cinéfilo, cuando el padre Julián (Darín), en una de las corridas, rescata al niño que ha quedado en la línea de fuego (especie de escaleras de Odessa vernácula), mientras los vecinos de un lado lanzan piedras hacia el otro extremo, donde en una sola línea férrea se disponen los policías amparados por sus escudos.
A pesar de la crudeza de la historia, Trapero (y Nieto) encuentran cómo contar con cierta sutileza, velando los rastros brutales de la violencia a través del desenfoque del segundo plano, o presentando al barrio en un hermoso plano general, reflejado en las tranquilas aguas contaminadas de un pantano.
La escena del comienzo es, a mi modo de ver, de una gran ineficacia, a pesar de lo brutal que nos narra. Considero que no ha sido debidamente aprovechada y que aparece como un apéndice que no llega a convertirse en prólogo del film. Es una escena de gran fuerza, que permite dibujar la personalidad del belga y contrapone una jungla vegetal, donde un pueblo es diezmado, a otra jungla, la de cemento, donde otro pueblo está recorriendo el mismo proceso. Es una pena que no se haya retomado más que en unas líneas de diálogo, porque podría haber definido más la fragmentada personalidad del cura extranjero y la realidad de un continente.
Elefante Blanco cuenta con una narración poderosa, con interpretaciones equilibradas, composición de movimiento de masas, como las del formalismo ruso, que incluyen al espectador en la acción y en el espacio, asfixiándolo con una realidad que lo supera. Trapero no es un director de medias tintas, es explícito y arrollador. Lanza su discurso a las manos del espectador para ver qué puede hacer con él. Lo más terrible es que, por un lado es aleccionador (¿qué hago yo para cambiar esta realidad?), pero por el otro, es lapidario (la realidad es que todo está podrido y no hay salvación). No hay luz al final del túnel. Parece que volvemos al discurso del cine latinoamericano de los setenta. El de no-futuro. Pero es hoy y está pasando.
Tráiler:
Ficha técnica:
Elefante Blanco , Argentina, 2012.Dirección: Pablo Trapero
Guion: Pablo Trapero, Martín Mauregui, Alejandro Fadel, Santiago Mitre
Producción: Pablo Trapero, Alejandro Cacetta
Fotografía: Guillermo Nieto
Música: Michael Nyman
Reparto: Ricardo Darín, Jérémie Renier, Martina Gusman, Federico Benjamín Barga, Mauricio Minetti, Walter Jakob
Coincido ampliamente con tu comentario. Viví cerca de Ciudad Oculta mi niñez y adolescencia. Realicé una investigación en el año 2008 para una especialización. Por eso quiero aclararte que el nombre se debe a que el barrio nació dentro de los muros de una fábrica abandonada, en los años 30, por la necesidad de mano de obra para los frigoríficos y las textiles de la zona. El paredón al que te referís se hizo en otra villa más cercana a la autopista Ricchieri, camino obligado de los turistas desde Ezeiza al centro. Que se multipliquen films como el de Trapero que muestran nuestra realidad.
Conmovedora desde todo punto de vista, me sentí compartiendo emocionalmente todo lo que ella refleja,es decir, me llegó al corazón.-Una magnífica película !!
Totalmente de acuerdo la narración es poderosa pues tiene un guión maravillosa y los personajes ni se diga excelentes. Además está dirigida con decisión y calidad. Otro ejemplo más en el que Pablo Trapero se consagra como uno de los realizadores más personales y talentosos del cine argentino actual. Muy recomendable yo la vi por hbo películas y sinceramente he quedado muy satisfecha con la historia.
La ví anoche y me impactó. Creo que no nos damos cuenta de la suerte tan grande que tenemos los que vivimos de manera ¿normal?
existe violencia en la pelicula elefante blanco— que tipo de violencia sera??
Verbal y fisica en ciertas escenas del rodaje
La película tiene unas tomas espectaculares. Esto disminuye la necesidad del diálogo entre Nicolás y Lucianne y obvia esa dificultad del lenguaje para este. El personaje de Nicolás es un poco extraño.
Tiene un sentido de culpa al no hacer nada ante los asesinatos de la selva; que en realidad no podía hacer. Se envuelve y desespera con la situación en la Villa. Sin embargo, en su relación con Lucianne no parece tomar en consideración los sentimientos o parecer de esta. Satisface su apetito sexual desde el principio mezclado con culpa y no se preocupa por lo qué ella pueda sentir con la situación. Alega necesitarla para poder continuar sin fijarse la situación imposible de ella. Al final resuelve aparentemente su crisis al decidir seguir la labor de Julián en la Villa dejando atrás a Lucianne sin ninguna explicación; es desechable. La mujer es desechada, pues desaparece, sin saberse a ciencia cierta qué ocurre con ella. Aunque en la toma del terreno el papel de Lucianne para ce ser promotor e impulsor, mucho más que Nicolás.