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El Código Hays para un Hollywood proveedor de estereotipos

Una hegemonía que pretende ser totalizante

Cuando hablamos de hegemonía nos referimos al ejercicio de  una supremacía social, traducida en términos de imposiciones más o menos sutiles, que marcan un rumbo a la ciudadanía, en tanto maneras de pensar y comportarse. Un ejercicio que pretender formar cultura según los deseos del poder, entendido como grupos de personas con la posibilidad efectiva de someter al resto de la sociedad, en función de designios concordantes con determinados intereses políticos de clase.

Suele atribuirse el Código Hays a cuestiones de tipo religiosas, se implica a la Iglesia católica, cuando en realidad,  es mucho más que eso. Son diversos sectores de poder, necesitados de  controlar ideológicamente a las masas, los que viabilizan su aplicación. La intención es conseguir que la población se identifique con esquemas ideológicos que definan una moral rígida y estricta, inmune a la crítica transformadora. Estamos hablando de una forma preestablecida, esquemas mentales que vuelven la realidad  política, social, familiar y económica, algo previsible, en tanto pensable de forma única, sin posibilidad de cuestionamiento alguno. La creación y promoción de esquemas de pensamiento,  acordes a una mentalidad ávida de desplegar y conservar su supremacía, en tanto lugar en el mundo frente a los demás. Una cosmovisión afín al poder, y en ese sentido, el Código de Producción de Hollywood de 1930 fue sostenido por una hegemonía de clase, que se nutrió de sectores religiosos, políticos  y económicos, representantes de una fórmula para la vida, asimilable desde la transformación en un único sentido común posible. Alternativa privilegiada, frente a formas morales constituyentes de una antítesis impensable para el “sujeto humano modelo”, ejemplo vital de las virtudes de la especie.

La hegemonía no se basa en argumentos, sino en premisas. Representa un asalto ideológico a la cognición humana, implanta posibilidades, en función de un sesgo maniqueista que obtura la razón y promueve el pensamiento dicotómico sin evaluación previa. Lo malo y lo bueno son discernidos en base a creencias preestablecidas e inmunes a la fundamentación racional. Rigidez que aspira a consolidarse en términos de asunción de pautas culturales tradicionales, útiles a un sistema en funcionamiento, donde son privilegiados  ciertos sectores sociales en desmedro de otros. Se cultiva el anticriticismo al servicio de la penetración ideológica.  Los límites de lo pensable son definidos en un sentido común, del que se nutre todo posible razonamiento, para llegar siempre a conclusiones previsibles, asumidas como verdades absolutas. No estamos frente a un pensamiento relativista cuestionador, lo cual sería peligroso para el sistema, el sujeto debe asimilar reglas que culminen siempre en la formulación de juicios previsibles, autorizados como correctos por las fuentes de control hegemónico. Todo lo que caiga fuera de este “saco” debe ser cuestionado y denostado,  porque la moral personal está en juego. Es así, como se definen mentalidades sociales de época, la lógica es binaria: lo bueno y lo malo; lo correcto y lo incorrecto; lo que se debe hacer y lo que no, todo es preestablecido.

El nacimiento del Código Hays

La lógica del capitalismo es la acumulación de capital mediante el lucro de los emprendimientos económicos. El primer obstáculo a la reforma nació de la oposición de un negocio, que obtenía importantes dividendos con la producción de un cine que contaba historias con importantes escenas de violencia y sexo, tal como eran entendidas en la época, no hay punto de semejanza en la aplicación de esos conceptos en tiempos presentes.

William Hays fotograma

En 1927, William Hays, como presidente de la asociación de productores de Hollywood, la MPDDA (Motion Picture Production and Ditribution of America), intenta realizar una serie de recomendaciones, en el sentido de atenuar la violencia y el sexo en las producciones cinematográficas. Las iniciativas se derivaban de la presión de la Iglesia católica, que no vacilaría en amenazar con la prohibición a sus feligreses de concurrir a las salas de cine, si es que no se cumplían las pretendidas restricciones.

En 1930, el sacerdote jesuita Daniel Lord y el periodista Martin Quigley redactan un nuevo código que es aceptado por la MPPDA. Aseguran su ejecución, al disolver un organismo de apelación, que se había encargado hasta el momento de fallar a favor de los productores en su renuencia a respetar sugerencias, acerca de la regulación de los contenidos fílmicos. Era el lugar donde se combatía la censura.

La Production Code Administration (PCA) , fue la oficina que Hays creó, para controlar el cumplimiento de las nuevas normas.

1934 es el año de consolidación del Código, los productores ceden y envían a la PCA todos los guiones antes de ser filmados. Esto presupone aceptar una censura que va a terminar estableciendo una defensa del statu quo, al incluir el tratamiento de temas sociales, políticos y económicos bajo un tinte complaciente, generador de estereotipos promotores de la vigencia de un estado de cosas, que intenta ser reproducido de manera acrítica. Si bien, el negocio no suele ir de la mano de posturas cuestionadoras o novedosas, pueden llegar a filtrarse si reportan una buena cantidad de ganancia.

En realidad, las Iglesias, católica y protestante, no tenían el poder suficiente como para obtener un cambio de parecer por parte de la industria. Entonces, ¿dónde radicó el motivo real para un cambio en los criterios de la producción de contenido cinematográfico?

Algunos puntos adicionales  podrán aclarar la cuestión.

Una interpretación que cala hondo

En 1934, Franklin Delano Roosevelt asume la presidencia de los Estados Unidos. Está muy presente la revolución comunista en Rusia y la crisis del 29; factores que se conjugan para desarrollar un mayor interés en la promoción de los principios sostenedores del capitalismo y la democracia liberal. Sabido es que el sistema solo puede mantenerse a partir de un adecuado comportamiento de los ciudadanos: el control sobre los valores morales de la población se vuelve necesario. Se teme la influencia de ideas foráneas promotoras de la construcción de una sociedad bajo premisas socialistas, que pueda derivarse en un sistema semejante al soviético.

Código Hays cartel

Los valores defensores del sistema capitalista estadounidense se solaparán al Código Hays, por una cuestión de afinidades y concordancias, sostenidas por premisas comunes, entre las que se destacan: la posibilidad de disciplinar y controlar desde lo ideológico; el supuesto básico de un orden, que debe ser seguido sin cuestionamientos  por el bien del sujeto; la prescripción de una moral tradicional coincidente con esquemas afines al sostenimiento del sistema. Estos temas se reducen a una toma de partido, que siempre recorta la realidad en dos posiciones, para adherir a una y rechazar  la otra de manera incuestionable. Estas premisas, de distribución simbólica de mensajes, se manifiestan acordes a la defensa de un sistema socio-político-económico, representante de intereses de una oligarquía dominante.

El cine antes y en los inicios del Código Hays

En los años previos a la aplicación del Código, las historias en cine mantenían ese equilibrio, donde,  a partir de posturas maniqueas,  se exaltaba la recuperación de los nobles valores aconsejables para el bienestar de la persona y la sociedad. Eso sucedía, no sin antes generar diversas tensiones en el guion, donde los personajes incursionaban en la mala vida que los remitía al sufrimiento y la desgracia, para luego, acceder al camino correcto del bien, tras comprender y superar el mal. La queja radicaba en que se le daba demasiada importancia en el tiempo al mal, al “pecado”, se lo llevaba casi hasta el final, para, luego de la peripecia, llegar a la redención por reforma del comportamiento.  Un enfoque  que nos recuerda a la lógica cristiana del pecado, la culpa, la expiación y la salvación. El problema era que, por razones dramáticas y comerciales, el cine de Hollywood funcionaba así, aunque la relevancia de los factores morales siempre se mantenía en la misma relación: triunfo del bien sobre el mal. El Código Hays va a modificar estos asuntos, habrá más tiempo para el bien que para el mal, que no será desarrollado en toda su complejidad, para no exacerbarlo, y por ende, desdibujarlo en cuanto a su potencial relevancia, para evitar que el espectador, por un proceso de mayor reflexión y comprensión, pueda entender la problemática, de tal manera de comprender la posición asumida desde el acto “pecaminoso”. La realidad es blanca o negra, se eliminan por completo los matices, se tiende a evitar un criticismo, peligroso para los intereses del sistema.

Los artículos del Código Hays se dividían en apartados temáticos; prescripciones tales como: la prohibición de mostrar métodos criminales, así como también el tráfico de drogas, bailes que destacan movimientos indecentes y el adulterio, entre otros.

El planteo denota el temor generado por la importancia que estaba cobrando el cine como fenómeno de masas, su costo hacía que todo tipo de público pudiera concurrir. Además, se lo consideraba más relevante que la literatura, en cuanto a su influencia.  El cine es imagen que viene dada explícitamente, no permite su comprensión más allá de lo que ésta sugiere. El texto escrito hace jugar nuestra imaginación, no impone de forma directa las ideas que encierra, como sí lo hacen las imágenes. Esta postura puede relativizare, ya que la individualidad del sujeto tiene la última palabra a la hora de imaginar, y puede desenvolverse tan creativamente con las imágenes de un film, como a partir de un texto literario.

La crisis del 29 como factor de riesgo

En general, los guiones cumplen con el modelo presente en la Poética de Aristóteles, donde se plantea el problema, se genera un conflicto, se establece un proceso donde los protagonistas principales  luchan por resolver el problema, y, cuando parece que saldrán a flote, llega la peripecia final, donde se afronta el peligro de último momento, que es sorteado para llegar a un desenlace donde siempre triunfa el “bien”. El problema para la censura, era la distribución de estos momentos, con el consiguiente riesgo, en cuanto a la posibilidad de que el espectador pueda adherir a alguna de las situaciones, consideradas inadecuadas: prostitución, drogadicción, crimen, etcétera. Estas cuestiones debían ser edulcoradas, reducidas, atenuadas, aplastadas por el resultado final, donde  los protagonistas se regeneraban y comprobaban las bondades del comportamiento correcto.

El Código Hays conforma un espíritu, que es mantenido a pesar de los cambios introducidos en sus diferentes versiones a través del tiempo.

Dietrich plano

En La venus rubia (Josef von Sternberg, 1932), Marlene Dietrich es cuestionada por mostrar excesivamente los muslos, cosa infrecuente para la época. Este tipo de escena no sería permitida a partir de la consolidación del Código (1934). Es una muestra de lo que caería bajo censura.

La crisis del 29 había retirado al público de las salas de cine, y las empresas productoras intentaban seducirlo con temáticas sociales provocadoras: aborto, drogadicción, prostitución, entre otras. Una serie de actrices reconocidas eran las abanderadas, con personajes sensuales, manipuladores, que utilizaban el sexo para conseguir sus objetivos.

Por otra parte, la violencia era expuesta a límites poco aceptables para la “moral” de la época, en películas como: El pequeño cesar, Enemigo público y Scarface.

Podemos concluir, que el cine era considerado un medio de gran alcance y, por tanto, de gran potencial educativo a partir del ejemplo. La concepción para las prohibiciones partía del temor a que el sujeto fuera educado por los ejemplos de la gran pantalla y atentara contra las tradiciones y las “buenas costumbres” de la época. Se temía una transformación del individuo que se propagase a la sociedad entera, en una sustitución de valores no admitida por riesgosa para el mantenimiento del statu quo.

La censura en “rodaje”

Tarzán escena

Ya no veremos a Jane en bikini, la saga de Tarzán tendrá que adaptarse a los tiempos que corren y la protagonista será vestida de cuerpo entero, a pesar del sofocante calor. El dibujo animado de Betty Boop, comenzó a usar una larga falda, para así ceñirse a la moral imperante.

Toda esta movida motivó la creatividad de algunos realizadores, que confeccionaron estrategias donde el mensaje directo se convertía en imágenes sugestivas o elipsis. Uno de los más destacados fue Hitchcock. Basta recordar, el beso entre Cary Grant e Ingrid Bergman en Encadenados. La censura permitía un beso de tres segundos, el filme lo lleva a tres minutos: fueron varios besos breves intercalados con pequeños diálogos. En Intriga internacional, un símbolo psicoanalítico anuncia el acto sexual: el tren atravesando un túnel, luego de un plano donde  James Stewart y Ema Marie Saint se besan en el interior de un vagón.

Durante el período, Hitchcock y otros realizadores, también supieron negociar para salirse con la suya; fue importante, en tanto permitió ir ganando espacios que, gradualmente, contribuyeron a desmontar el Código.

¿ Hasta dónde vamos?

El Código Hays fue formulado por la propia industria, con la intención de evitar una intromisión gubernamental en el mismo sentido. Nótese que el sistema se autorregula en base al mantenimiento de principios liberales que, al evitar la intervención estatal, hacen innecesaria la posibilidad de injerencia del gobierno en la vida empresarial de la industria cinematográfica.

Entre 1946 y 1955, cesa la obligatoriedad, en cuanto a la censura previa, las productoras deben tener el Código en cuenta, pero pueden ejercer su libertad en la producción de contenidos, aunque, las autoridades correspondientes tienen la potestad de multar económicamente, en el caso de encontrar, luego del visionado, elementos violatorios de las recomendaciones legales. Es un primer paso que flexibiliza, pero bajo la posibilidad de posterior control aleatorio. La censura pasa del papel al criterio de las empresas, está en ellas respetarla o no; continúa la prohibición, pero bajo un enfoque más liberal aun. Se acentúa el respeto a las reglas de juego del capitalismo, lo cual facilita el acatamiento de la norma. A priori no se obliga, a posteriori se sanciona, la responsabilidad es del individuo, la norma pretende regularlo.

Esta fue, quizá, una de las razones del “éxito” del Código Hays, que se extendió hasta el año 1967 y fue sustituido por un enfoque de responsabilidad individual, divisor de los productos fílmicos en categorías acordes a edades, debiendo el sujeto adulto decidir y disponer lo que le convenía ver o no, y haciéndolo extensivo a un control sobre lo que sus hijos deben ver.

La sociedad cambió, y los mecanismos de control también, el cine deja de ser considerado un inminente peligro directo, para ganarse la confianza de políticas que entregan al sujeto un control de su elección, en base a recomendaciones y en algunos casos, también a prohibiciones: salas a las que no pueden ingresar menores de determinada edad, debido a la clasificación del filme en exhibición.

El capitalismo siempre tiende a la defensa del liberalismo como premisa de funcionamiento social. No obstante, las piezas  tienden a acomodarse a fin de autorregularse. Es en ese sentido, que comenzamos donde comenzamos y terminamos donde terminamos. El Código Hays va degradándose, aunque sin perder su esencia. A medida que van sucediéndose cambios socio-culturales, la ideología del sistema va adecuándose, aunque siempre en función de su conveniencia. Por razones que no trataremos aquí, van procesándose transformaciones para las cuales se van generando nuevos marcos que las contengan. La cuerda se va aflojando, los métodos de control van sucediéndose bajo transformaciones que jamás alteran el sentido y la razón de ser del establishment

Referencias

-Alcántara, Arved, El Código Hays: Prohibido no prohibir, Anim-Arte.com, 2012.

-Reseco, Bresó, Inés, Sexualidad, cine y censura: un estudio sobre la aplicación del Código Hays en la filmografía de Hitchcock, Universidad Politécnica de Valencia, 2019.

-Rodríguez de Austria, Giménez de Aragón, Alfonso, Maximiliano, El código de producción de Hollywood (1930-1966): censura, marcos (frames) y hegemonía, Universidad de Sevilla, 2015, en: ZER-Revista de Estudios de Comunicación.

-Rimbau, Esteve, Torreiro, Casimiro (Coordinadores), Historia General del Cine, Editorial Cátedra, Madrid, 1996.

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2 respuestas a «El Código Hays para un Hollywood proveedor de estereotipos»

  1. La especie humana que hasta el dia de hoy, continua sometida por las censuras de toda indole, las mas terrible «filosofia», negar el conocimiento; cultural, educativo, el goce de los cuerpos, el económico, anteponiéndose a toda accion y meter el miedo ante el desconocimiento de la vida universal y que partimos de una causalidad del elemento agua. Todos los medios tienen que luchar para ser impulsado de esta capsula, envuelta en tinieblas negras del sometimiento. Tambien es una tarea de la cinematogria.

  2. Sería interesante recordar que Blow Up, con sus escenas de desnudez y el erotismo de la sesión de fotos entre Thomas y Veruschka, ayudó -con su impensado éxito en la taquilla mundial- a terminar con el Código Hays.

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