Críticas
El tormento
Tench
Muidhond. Patrice Toye. Bélgica, 2019.
La directora flamenca Patrice Toye aborda con Tench su cuarto largometraje, tras Rosie (1998), El hombre de ninguna parte (Nowhere Man, 2008) y Pequeñas arañas negras (Little Black Spiders, 2012). En Tench realiza una adaptación del libro homónimo de la escritora holandesa Inge Schilperoord. Su protagonista, Jonathan, es un joven que ha sido detenido a causa de una denuncia por abusos sexuales contra una menor. En la prisión, es agredido con violencia por otros reclusos, conforme a leyes carcelarias ya conocidas. Jonathan se encuentra avergonzado e incluso se niega a recibir las visitas de su madre. Pero por sorpresa, los cargos contra el mismo son retirados y debe volver a rehacer su vida en libertad.
El mayor acierto del filme es el punto de vista narrativo que adopta y no es otro que el del supuesto pedófilo. Con sus ojos, con su mirada, con sus terrores, transitaremos por ese camino de rehabilitación que no va a ser precisamente sencillo. Y es que además, Jonathan va a tener la mala suerte de que “el diablo” se instale en su casa. Tener que enfrentarse al peligro que ciertos instintos personales conducen desde muy poca distancia no parece que vaya a resultar nada fácil. Precisamente, el punto de vista elegido por la realizadora sintoniza con el seleccionado por el director español Polo Menárguez en su película El plan (2019). En ella, también se persigue la misma estrategia para abordar a un maltratador, en este caso situado en la esfera de la violencia machista.
Resulta importante intentar entender a quienes cometen tales fechorías, por supuesto, no para eliminar o rebajar responsabilidades, sino para acercarse a sus impulsos y estudiar y profundizar sobre las causas que los originan con la finalidad de intentar evitarlos. Al mal es imposible combatirlo si no conocemos sus raíces, sus esencias, sus fundamentos, las formas en que explosiona. Para llegar a combatir delitos de tales magnitudes, infracciones especialmente repudiadas por la sociedad en su conjunto, no es suficiente el castigo. Entendemos que hay que ir al origen, al porqué, al cómo, al cuándo y así procurar abatirlo desde sus cimientos. Saber es poder. De eso estamos hablando.
La directora Patrice Toye se acerca a este espinoso tema con muchísima delicadeza. Era difícil, guion en mano, no empatizar con ese atormentado joven que lucha contra sus instintos: con sicólogos, con rutinas, con encuestas, con encierros. No era sencillo, no. Pero la realizadora, a pesar de mostrarnos los hechos desde los sentimientos y actos de Jonathan, sabe con su cámara alejarse, tomar distancia y situar al filme en un terreno medio que desprende sinceridad. Sin trucos, de manera natural, con el apoyo de interpretaciones excelentes que encajan de forma absoluta con la personalidad de los seres reflejados en pantalla. Y dentro de las actuaciones no solo destaca la de Tijmen Govaerts como Jonathan. También los actores y actrices encargados de elaborar los personajes de su madre, de Elke (la niña), el de la otra madre cuya característica fundamental es la irresponsabilidad…
Jonathan aparece como un chico trabajador, sabedor de sus debilidades y dispuesto a luchar contra ellas. Con valentía aunque en soledad. Trabaja en una fábrica de procesado de pescados y arrancar cabezas de lubina hora tras hora, día tras día, no asemeja excesivamente atrayente. Pero no se queja y se encuentra satisfecho por tener en su mano una oportunidad laboral en la que intentar alejarse de cualquier problema, incluidos los femeninos de todo tipo. No está interesado. Únicamente pretende salir adelante como un ciudadano más y dejar de distinguirse por instintos miserables y delictivos. Unas inclinaciones especialmente aberrantes por jugar con la debilidad e inocencia de las víctimas. Jonathan lucha, lucha y lucha. ¿Estará capacitado para seguir su camino sin torcerse? ¿Lo conseguirá o está en su propia naturaleza el mal? Recomendamos acercarse a este largometraje y reflexionar al unísono con su protagonista sobre todas estas cuestiones y algunas otras.
Hemos hecho un comentario con anterioridad sobre la irresponsabilidad de ciertos progenitores. Padres o madres capaces de dejar solos a sus retoños, a sus hijos o hijas, vagando libremente, sin compañía, sin cuidados, definiéndose en un crecimiento salvaje y expuestos a cualquier peligro. Unos padres lo suficientemente egoístas o incapaces de educar y cuidar a aquellos seres indefensos que dependen de su protección. Desde luego, merecen una intervención firme y resolutiva de servicios sociales. El periodo estival se erige, en la obra de Patrice Toye, como una época por la que hay que transitar de manera rápida y lo menos traumática posible, a la espera de la llegada de los meses escolares. Los colegios, entendidos como esos centros en los que colocar a los hijos y así poder despreocuparse de ellos durante buena parte del año. ¡Qué descanso! Paradójicamente, nos ha llegado a la mente el retrato de una mujer destrozada, la protagonista del último o penúltimo estreno producido por Neflitx, Fragmentos de una mujer (Pieces of a Woman, 2020), dirigida por Kornél Mundruczó.
En Tench, nos encontramos con escenas muy bellas, delicadas y tiernas pero que dejan al espectador paralizado porque sabe, conoce lo que está pasando en la mente de Jonathan, la batalla que está librando. Y Elke, la chiquilla, en su inocencia y con naturalidad, juega a lo que juegan las niñas: a las casitas, con los animales, a viajar en monopatín, a fantasear mientras deambula ociosa y en soledad. Destacaríamos los momentos de la cabaña imaginaria o los de la cena improvisada. Pero no puede ser, no debe ser, no queremos que sea. Una lucha titánica contra el destino de la que difícilmente se puede salir indemne.
Estamos ante un drama sicológico que se adentra en terrenos turbios, en el terrible asunto de la pedofilia desde una perspectiva muy diferente a otras películas sobre el tema. Al respecto, recordamos la sugerente y arriesgada versión de Lolita realizada por Stanley Kubrick en 1962; también algunas que se centran en los abusos cometidos dentro de la Iglesia católica como La mala educación, de Pedro Almodóvar (2004), La duda (Doubt, 2008), de John Patrick Shanley o El club, de Pablo Larraín (2015); igualmente podemos citar obras tan destacadas como La caza (Jagten /The Hunt, 2012), de Thomas Vinterberg o Happiness de Todd Solondz (1998). Frente a tales obras magníficas sobre idéntico drama, Tench ha sabido encontrar su propio camino para afrontar este tema demoledor. Repetimos, vale la pena acercarse a ella.
Tráiler:
Ficha técnica:
Tench (Muidhond), Bélgica, 2019.Dirección: Patrice Toye
Duración: 99 minutos
Guion: Peter Seynaeve, Patrice Toye
Producción: Prime Time, KeyFilm, Versus Productions
Fotografía: Richard Van Oosterhout
Música: John Parish
Reparto: Tijmen Govaerts, Julia Brown, Ina Geerts, Greet Verstraete, Line Pillet, Dominique Van Malder, Filip Hellemans, Peter Seynaeve, Rashif El Kaoui, Jackie Gilles, Julia Ghysels