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Sion Sono o el arte de lo macabro

Sion Sono fotograma Sion Sono nace el 20 de diciembre de 1961 en Toyokawa,  zona rural de Japón. Allí, por intermedio de la televisión, mantiene contacto frecuente con el cine clásico norteamericano: John Ford y Alfred Hitchcock, entre otros.

El cine funcionaba como mecanismo de evasión a una situación de insatisfacción por desacuerdo con el medio rural en el que vivía. Sus padres, profesores y compañeros no le agradaban y deseaba escapar del entorno. Supo albergar cierta hostilidad social muy tempranamente, sus filmes reflejan mucho de estos conflictos.

El gusto por la poesía estaba también presente en esos momentos, pero es en 1978, a la edad de 17 años, cuando sus poemas comienzan a tener éxito. Cobran notoriedad al ser publicados en revistas como The Modern Poem Book.

Luego, se matricula en la Universidad Hosel, pero, debido al incremento de su afición por el cine, deja los estudios y comienza a filmar en 8 mm. Su carrera, como realizador   autodidacta, estará signada por el éxito en varios festivales, aunque al decir del propio autor, su obra nunca fue suficientemente valorada en Japón.

Desde 1993, siempre ha escrito los guiones de sus películas y supervisado todas las bandas sonoras junto al camarógrafo Otsuka Yuichiro.

Sion Sono o el arte de lo macabro fotograma 2

Cuenta con más de cincuenta realizaciones en su haber; sus filmes han sido premiados en múltiples festivales internacionales, siendo Love Exposure (Ai no mukidashi, 2008) el más galardonado: Festival de Berlín y Fant Asia Film Festival, entre otros.

Se caracteriza por aprovechar eventos especiales hacia un in-crescendo de su notoriedad, para así continuar filmando.  Entre estos acontecimientos, se encuentra el polémico proyecto Tokyo Gagaga; movimiento de protesta contra el gobierno, que operaba mediante invasiones a lugares populares en Tokio, para ubicarse con banderas que lucían la inscripción de poemas. El movimiento duraría dos semanas en medio de permanente intervención policial. Sono escribe un libro de poemas sobre estos incidentes. Un autor que sabe generarse sus propias oportunidades, a partir de un ejercicio de marketing que integra su presencia a la movilización antisistema. El resultado genera la posibilidad de crear, en una suerte de complemento entre la protesta, mediante la acción asociada al arte que otorga visibilidad a sus obras. Una suerte de promoción indirecta mediante un compartir determinadas posturas, que luego serán llevadas al cine de manera sutil y alegórica.

En 2001 realizó en tiempo récord (dos semanas) el filme que lo catapultaría a la fama: Suicide Circle (Jisatsu saakuru / Suicide Club).  Primera película editada en Occidente en DVD. Relato acerca de adolescentes que se organizan para suicidarse. Un thriller que apela al gore para terminar definiendo una estética de lo macabro, en medio de una fotografía que, por momentos, nos ofrece cierta difuminación de la imagen.

Pero, será en 2007 cuando llegará su película más premiada: Love Exposure.  La obra  inicia la trilogía del odio,  que en 2010 y 2011 continuará con Cold Fish (Tsumetai nettaigyo) y Guilty Romance (Koi No Tsumi).

Estamos frente a un cine de autor bien puro, en tanto sus obras pueden ser identificadas como propias,  desde rasgos comunes que generan una impronta habitual dentro de la diversidad de temas y géneros explorados. Un cine intuitivo que no detiene el flujo de la imaginación y opera innovando sobre la marcha. Parece reflejar en su trabajo los resabios de una juventud que lo posicionó en el lugar del  outsider, en contra de todo, haciendo gala de una inmadurez de la que no reniega en el presente. Su poesía ya descubría la problematicidad de estos tópicos.

El compromiso actual es desde una crítica a la sociedad nipona,  que hace estallar los convencionalismos sociales, a bordo de una paradoja donde lo directo es camuflado de camino a la expresión alegórica. El estilo de Sono es irreverente y exagerado, golpea la sensibilidad del espectador en busca de una reacción, que emula el desatino de sus personajes, a la hora de contactar con realidades existenciales  dependientes de condiciones sociofamiliares degradantes. Es por eso, que suele recurrir a historias de jóvenes perturbados, con padres y parejas que, en su crueldad, dificultan rumbos personales. Vidas trágicas signadas por el dolor de un tránsito vital desvinculado de la propia identidad. Las posibilidades de un adecuado desarrollo, frente a las exigencias de la vida, se ven coartadas por limitaciones generadas socialmente.

Se trata de romper con la hipocresía desde metáforas y alegorías, en una narrativa teñida de elementos oníricos y surrealistas, que denotan como principal objetivo la profundidad conceptual, asociada al choque emocional por la exageración en la transgresión y el componente sangriento, propio del cine gore.

Love exposure fotograma

Sion Sono toca todos los géneros, e incluso, los alterna, combina y genera desconcierto. Un claro ejemplo es Love Exposure, donde la comedia alterna con el drama, el cine de artes marciales, el gore, para obtener cambios de ritmo, donde la exageración pasa a ser el  común denominador  generador de violencia a partir del absurdo. Y es que, la lógica de los vínculos interpersonales colisiona, se lleva por delante al individuo a partir de relaciones que adolecen de objetivos vinculados a una ética de respeto a uno mismo y los demás. Todo se vuelve un caos, campea la violencia y el desorden, los sujetos intentan encontrar un camino fundado en una identidad propia de difícil acceso. El ser humano fuera de control por la inexperiencia y las dificultades para aprender de la vida. La inmoralidad del contexto choca con la incapacidad individual, y el resultado es un sujeto autodañado en el intento de vivir. El sí mismo se pierde en la batalla existencial. “Conozco a la muerte que todo lo consume, conozco todo, excepto a mí mismo”, tal es la frase de François Villon citada en Himizu (2011). Alude al conocimiento de lo que sucede, sin el debido reconocimiento propio que posibilite el intercambio fluido en lo social, con ausencia de conflicto. La expresión emocional es llevada al extremo, la catarsis está presente todo el tiempo, pero solo es eso: descarga que no produce efecto renovador o transformador, expresión de dolor, desesperación y pérdida del rumbo vital.

Películas como Tag (Riaru onigokko, 2015)apelan a estos ingredientes en un marco de virtualidad que traslada la acción hacia una crítica existencial, con lo trascendental asociado a la perspectiva de género. Un mundo de adolescentes, con una vuelta de tuerca final, donde Mitsuko comprende su sobredeterminación existencial, para regocijo de hombres que disfrutan de un videojuego donde ella es la protagonista. Razón de su desconcierto en una carrera entre secuencias que representan las “pantallas”, que el personaje debe recorrer para encontrarse a sí misma en el mundo. El destino visto desde decisiones que nos sumergen en situaciones desconocidas. Un determinismo parcial, pero sin escape posible, salvo a través de la muerte. Juegos simbólicos que nos introducen en una incoherencia necesaria, a fin de comprender las ideas del autor.

La juventud y el sexo son temas recurrentes, desde la represión inconsciente que suele ser destruida por un aprendizaje-experiencia, que no implica sinónimo de encuentro con uno mismo, sino de ejercicio de la sexualidad sobre la base de parámetros descubiertos, que no necesariamente reflejan un camino de genuino desarrollo a partir de una identidad. Guilty of Romance y The Virgin Psychics (Eiga: minna! Esupâ da yo!, 2015), esta última en tono de comedia, dan cuenta de un ejercicio de la sexualidad perturbado que, mediante la tragedia y el ridículo, expresa dificultades a la hora de su integración en la personalidad. Tanto sea por la promiscuidad o la masturbación, no se hace lugar a una integración real del proceder. Los sujetos no son ellos, sino modalidades del obrar, en las que se refugian por exceso, una búsqueda de sí que se extiende en la repetición, inmersa en la exageración distintiva del cine de Sono. Los humanos resuelven mediante el exceso extremista, así se estereotipan en el conflicto que consume sus vidas.

Himizu fotograma

Un cine con mucho ritmo que se discrimina de la tradición japonesa de antaño, aunque por momentos, el permanente machacar sobre ciertos puntos de la temática tratada, hace que la expectativa del comienzo decaiga;  momentos para el bostezo que, sin embargo, pueden ser rescatados mediante la reflexión, si es que el espectador se lo propone.

La intención va de la mano de la creación de un cine con valores artísticos muy necesario para el equilibrio mental de Sono. Los personajes pagan el precio de las penurias existenciales del autor. Son sumergidos en sórdidas circunstancias que no consiguen resolver. Cine que permite  la liberación por depositación de la “crisis potencial” en la tragedia humana de ficción.

Un excelente director de actores que sabe extraer al máximo la capacidad expresiva  de los protagonistas, con desempeños convincentes tanto en el drama como en la comedia. Un cine del sufrimiento que sufre por sí mismo; la distinción entre real y posible se desdibuja por completo ante interpretaciones que absorben la atención y la conducen a límites generadores de cortes momentáneos entre producto y consumidor. Nos llega la captura desde situaciones críticas que impiden la distinción entre el sufrimiento y su representación ficcional; nos mimetizamos en la tragedia de un sentir que, dependiendo de las sensibilidades personales, puede trasladarse a la experiencia inmediata del espectador.

El cine de un rebelde que resiste a las exigencias de la industria, derivadas de la falta de rigor de un público inclinado hacia el consumo de producciones de entretenimiento liviano. Sion declara el esfuerzo que debe realizar, en aras de una combinación de componentes artísticos y comerciales, que contemplen tanto sus necesidades internas como las del espectador.

Los ingredientes de cultura pop, presentes en su filmografía, contribuyen a establecer cierto nexo con públicos que conciben el séptimo arte desde el consumo de una impronta familiar. Quizá, sea a lo que Sono se refiere, cuando en sus disquisiciones alude a esa articulación tan peculiar, a la vez que forzada, entre intereses tan disímiles. Lo artístico y lo comercial, reunidos en un matrimonio por conveniencia, llevan a claudicar en una negociación interior sufrida bajo la presión de la industria y su ansia de lucro. Sion Sono termina cediendo sin alterar su arte, demuestra la habilidad suficiente como para despertar el interés en sus propuestas, a pesar de la transacción.

Tras algunas recientes producciones para los servicios de streaming Amazon Prime y Netflix: Tokyo Vampir Hotel (serie de TV, 2017) y The Forest of Love (Ai-naki Mori de Sakebe, 2019); ha rodado para la industria norteamericana, en coproducción con la japonesa, Prisoners of the Ghostland (2021), protagonizada por Nicolas Cage y Sofia Boutella, a estrenarse en el Festival de Sundance el 31 de enero.

 

Fuentes:

Jamsa25, «Sion Sono», en: Revista Asiateca, asiateca.net.

Mont  Suá, Ximena, «El cine de Sion Sono: La cosmovisión de un cine surreal», en: Revista Correspondencias, correspondenciascine.com.

Entrevista a Sion Sono: “Como están las cosas no creo que vuelva a filmar en Japón”, en: Festival de Cine de Valdivia, ficvaldivia.cl.

«Sion Sono se debate entre lo artístico y lo comercial», Río Negro, rionegro.com.ar.

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