Críticas
El amor en clave de peripecia formal
Emma
Autumn de Wilde. Reino Unido, 2020.
Hermosa reconstrucción de época que apela a una puesta en escena en donde se da rienda suelta a la expansión del espíritu, exaltación típica de un mundo acartonado y ritualizado en exceso.
Se adivina la adaptación de novela de Jean Austen, para una película que cabalga entre el drama nimio y la sutileza de modales. “Los grandes problemas” de la nobleza inglesa son puestos sobre el tapete y, ante todo, interponen la expresión de un lenguaje típico, necesario; revelador de intenciones que no siempre son reales. Cáscara imprescindible, a la hora de la comunicación, distingue una “superioridad moral” y justifica la presencia de un cerrado círculo de autoconfirmación. Interesante análisis de época, desde las formas de una clase social que se autopercibe superior. Por momentos, puede ocasionar la sonrisa del espectador a causa de una distancia cultural, multiplicada por la lejanía de los estereotipos de clase.
El peso de lo ideal navega asociado a sólidas condiciones materiales que ofician de brújula, tanto para quienes por una cuestión de experiencia no logran captar la realidad con claridad, como para estilos de vida avezados en cuestiones de romance y amoríos. La posición social, como objetivo, está presente; un juego donde las reglas ocultan intereses conocidos, no abiertamente expresados, donde el mundo exterior a la clase no es registrado y, de hecho, no ofrece relevancia. Nos ilustra acerca de una cosmovisión cerrada, limitada a una subcultura autoapreciada desde la hegemonía moral, que naturaliza y reduce el mundo a un esquema de superioridad inaccesible. Rigidez que asegura la verdad en la toma de decisiones: los campesinos entre sí, los nobles entre sí; lo demás, es una transgresión antinatural que peca de ignorancia. No es bueno atentar contra “el orden natural de las cosas”, catastrófico será el resultado, por eso, la tendencia es a normalizar las relaciones. Emma y el Sr. Knightley son el termómetro del guion, con la paradoja sobreañadida de un exceso de análisis, que pierde pie a la hora de expresar sentimientos que, de manera gradual, comienzan a carcomer el interior ante la presión de lo ansiado por llegar. Expertos en “entender y resolver” la vida de los demás, incapaces en captar y solucionar circunstancias propias, que son ofrecidas al espectador desde el inicio.
Emma es una muchacha de clase alta que vive con su padre y disfruta del “oficio” de casamentera, se ocupará de construir vínculos de los que ella misma rehúye, hasta que su momento hace irrupción. Deberá ser consciente, quizá, lo que promueve en los demás es también deseado por ella.
Anny Taylor-Joy y Callum Turner van desplegando una relación de aparente desinterés, con la suficiente solvencia expresiva, como para delatarse frente a un espectador consciente de que asiste al privilegio negado a los personajes. Ellos exhiben su exclusión bajo un envoltorio que incluye dos niveles: la solución de problemas ajenos y su sometimiento a discusión crítica. Conversaciones que se vuelven recurrentes denotan múltiples prejuicios y excusan la presencia de un subyacente interés mutuo al estilo de la época. El reflejo de una modalidad de relacionamiento social anudado a la lógica de una forma de vida, considerada modelo exclusivo y excluyente de factores contaminantes asociados a las clases subordinadas.
La inteligencia sobrevive al prejuicio en su propio reconocimiento. La cáscara permite acceder al contenido, un ejercicio introspectivo permanente para los protagonistas en cuestión. Se dejan caer elementos cruciales para que el espectador examine detenidamente lo implícito, tanto en el discurso como en las acciones. La cámara escruta expresiones desde primeros planos o planos medios compartidos; intenciones claras que trascienden acciones explícitas. Algunos personajes demoran su incursión en las verdades de los “importantes” sucesos de una clase ociosa, que distribuye su tiempo entre la celebración y la búsqueda del matrimonio conveniente. Decididamente, el ombligo de un mundo que solo ofrece existencia, a partir de pseudodramas cotidianos de clase acomodada. El filme resalta con claridad estas cuestiones. Por momentos, el campo y la visita social parecen ser los únicos intereses de una cámara inquieta, que nos deleita con hermosos paisajes e interiores de lujo. Impecable puesta en escena. Planos generales interminables demandan largas travesías recorridas en travellings, a la par del desplazamiento humano ocupante de un espacio excesivo. Se da cuenta de una escenografía acorde que propone la riqueza, refinamiento y modales definidores de una rigidez moral, que se toma el permiso de ser quebrada en las últimas secuencias. El reconocimiento de algunos valores presentes (a pesar de…) contribuye a sostener la importancia de una clase media en construcción, que va camino al ascenso social. Es lo que dirá la historia, pero no la del filme, sino la de los historiadores. A pesar de las diferencias, la excepción llega a ingeniárselas como mecanismo de admisión. A tales efectos, la toma de conciencia es necesaria y sabe operar en el sentido de una aceptación, que abre paso a algún tipo de reconocimiento por coincidencia en “valores humanos de clase”. “Los de abajo son buenos, pero…”, así comienza el filme, para concluir en la comprensión de que, la puesta en juego de la moral puede llegar a volverse independiente de la riqueza, para aceptar a los humanos bajo otro tipo de necesidades, jamás separadas de una posición social ventajosa, como determinante de vínculos estrechos. La conveniencia jamás claudica, aunque podría iniciar un juego de perfiles diferente, en aras de mitigar sufrimientos afectivos, espirituales o materiales.
La apología del espíritu como derecho natural y propio de una clase social, en tanto práctica de superioridad, deviene representación inconsciente que motiva los juicios de Emma. Constituye la pieza al interior de una estructura de clase alta, en perfecta y continua retroalimentación. El Sr. Knightlety es el encargado de introducir una racionalidad objetiva, que pone en entredicho la vanidad de la protagonista. Emma encuentra que no es dueña de una virtud, que comienza a aflorar como compartida. Las cosas son como la costumbre indica, no obstante, el esfuerzo de George vale por cierto interés, que no será captado hasta que el sentimiento irrumpa.
Una demostración que apela a la sensibilidad presente en los seres humanos, más allá de una vanidad adornada de las mejores intenciones; un atisbo de flexibilidad ofrece la esperanza de algún grado de reconciliación entre las clases, al menos, en lo referente a cuestiones afectivas.
El reconocimiento del valor del otro es algo en construcción; tomará tiempo y trabajo, aunque, al menos, un comienzo es ofrecido.
Vale cerrar este trabajo, en la consideración de la fantasía como motor distorsionante de realidades. La imaginación se prende, rápidamente, asociando “sentimientos” al resguardo del prestigio social. La identificación es tan profunda que se torna indiscernible. La Srta. Smith es capaz de enamorarse de tres personajes en el transcurso de seis meses. El alimento de lo imaginario, desde la posición de prestigio, despierta deseos ausentes. Emma se ocupa de encender varias mechas que Knightley intentará apagar a tiempo. Los buenos modales se encargarán de suavizar frustraciones que, hacia el final, tenderán a disiparse. Un guion adaptado que impulsará el discurrir de los sucesos con la agilidad y solvencia pertinentes.
Ficha técnica:
Emma , Reino Unido, 2020.Dirección: Autumn de Wilde
Duración: 124 min. minutos
Guion: Eleanor Catton (Novela: Jane Austen)
Producción: Working Title Films, Blueprint Pictures (Distribuidora: Focus Features)
Fotografía: Christopher Blauvelt
Música: Isobel Waller-Bridge, David Schweitzer
Reparto: Anya Taylor-Joy, Angus Imrie, Letty Thomas, Gemma Whelan, Bill Nighy, Aidan White, Rupert Graves, Edward Davis, Johnny Flynn, Miranda Hart, Esther Coles, Mia Goth, Myra McFadyen, Josh O'Connor, Nicholas Burns, Callum Turner, Tanya Reynolds, Chloe Pirrie, Suzy Bloom, Anna Francolini, Lucy Briers, Connor Swindells, Amber Anderson, Isis Hainsworth, Christopher Godwin, Charlotte Weston, Oliver Chris