Críticas
Cuanto más alto, más dura será la caída
Hasta el cielo
Daniel Calparsoro. España, 2020.
Límites: ¿Quién los acata? Un Madrid sumido en el caos es el germen de esta historia ficcionada, muestra de una realidad latente y escondida. En apariencia, subir a lo más alto, se antoja algo sencillo.
Como dice Visconti en La tierra tiembla (1948), dadme tiempo y, como un verme, atravesaré la piedra. Daniel Calparsoro López-Tapia (1968), creador de peculiares historias urbanas, es capaz de mostrarnos, mediante agujeros de gusano, este conocido universo lleno de matices.
Con riesgo y audacia, Ángel, chico marginal del extrarradio madrileño, toma un rumbo complicado al vincularse a una banda de adolescentes peligrosos que viven entre alunizajes y discotecas. Aspirando un futuro mejor consigue, gracias a sus habilidades, abrir, de forma rápida y fácil, todas las puertas que le lanzan directamente a una vida de lujos y opulencia. Pero esta escalada, aderezada con presencia legal y policial, nos conduce irremediablemente a un fatídico desenlace.
En un viaje laberíntico desde el más humilde de los suburbios, donde coches, peleas y ambición se entremezclan, los protagonistas toman decisiones continuamente, marcando su destino a ritmo de pistola. Objetivo: alcanzar el cielo. Pero, sobre todo, esta es una historia de amor, la emotiva relación entre Ángel y Estrella que ofrece solidez y autenticidad para compensar el despliegue de acción que se nos brinda.
Quevedo (1580-1645) sentenció en sus versos / poderoso es Don dinero / razón y ambición se basan / en este simple concepto / amores y sentimientos hacen cambiar la visión / marcándonos en la sombra / caminos al corazón. / Y sin saberse rendido/ el ambicioso galán / lo tiene todo perdido / aun antes de empezar.
Descubrí un universo nuevo para mí. Me llamaba la atención que no se hubiera tratado cinematográficamente antes y eso me interesó muchísimo
Daniel Calparsoro
Cine negro desde el arrabal, en tiempos convulsos e inciertos, obra lírica de estructura desesperanzada, nos intriga, a priori, su trazado convencional, esperando una versión con estilo propio. En letras mayúsculas de gran tamaño sobre fondo negro, sin más florituras, se anuncia en la pantalla el título, de forma sobria y elegante. Anuncia la estética, dura y contundente, que percibiremos durante los próximos minutos. Desde aquí debemos estar dispuestos a jugar con fuego en todo momento.
Calparsoro, con guion de Jorge Guerricaechevarría, estructura este relato de crítica social. Presentes en él, todos los clichés esperados, destacan las actuaciones protagónicas, aportando frescura a la misma, y los detalles técnicos que esconden sus misterios bajo impactantes imágenes. Momentos de discoteca, llenos de luz y color, contrastan con la austeridad y aridez de suelos aledaños. Presentados los personajes, la mayoría mediante primeros planos, la cinta invita a quedarse con ganas de más. Una colaboración futura de ambos nos deja la puerta abierta para nuevas historias de acción y automóviles, frutos de la misma esencia, que elongarán sus peripecias en tiempo y espacio.
Producto enfocado al público juvenil, con música de C. Tangana a la cabeza, nos propone una banda sonora adaptada a las circunstancias. No en vano, una de las localizaciones más famosas es el club de la discoteca Fabrik en Humanes, Madrid. El metraje también nos muestra emplazamientos en otras ciudades, como Ibiza o Valencia, para recrear la ficción, aportando nuevas escenografías que enriquecen el argumento. Difícilmente en Madrid podríamos lanzar el botín al mar. En esta historia de robos, dinero fácil, negocios turbios y corrupción participaron muchos extras sin ninguna vinculación al mundo del cine.
El tándem Miguel Herrán/Carolina Yuste, implicando a los jóvenes en esta trepidante aventura, frente a secundarios experimentados como Fernando Cayo, Patricia Vico o Luis Tosar, cuyos papeles, aunque escasos, denotan la pericia de actores avezados, conforma un reparto diverso que ejemplifica a la perfección las distintas realidades. El conjunto de todos ellos, apoyándose interpretativamente unos a otros, componen, de modo equilibrado, todo el reparto.
Las panorámicas a ojo de dron nos acercan las imágenes desde lo más alto. La vinculación con la cinta toma otra perspectiva y, de este modo, vivimos la experiencia mucho más de cerca. Ese enorme poder visual se percibe, por ejemplo, en la carrera que los jovenes malechores emprenden tras huir de la joyería. Ese ala delta virtual muestra con profundidad el alto grado de implicación técnica profesional.
Mención especial merece el específico vestuario que ejemplifica todas las escenas a la perfección, desde rodilleras y pasamontañas en las fugas, pasando por sucios atuendos carcelarios, hasta las elegantes galas que lucen en las fiestas del capo. Todo está cuidadosamente representado.
Polifacético y multidisciplinar, amante de las bellas artes, la música y los cortometrajes, Calparsoro comparte estas pasiones en todos sus trabajos. De esta forma, los claros guiños al mundo del cómic no podían faltar.
La cámara también se mueve de forma peculiar, impulsos secos y distintas velocidades dejan, tras de sí, imágenes impactantes. Secuencias de acción de ritmo frenético. Más que lo que se cuenta, es lo que se ve. Cuando miedo, tensión y adrenalina se combinan, siempre suena un click, la intriga nos invade por completo. Implicación instantánea.
Un viaje agresivo, sin salida ni futuro, nos muestra fotogramas coloridos al volante de un descapotable amarillo. La imagen del coche, fija en primer plano, contrasta con el movimiento del paisaje desenfocado. Aumentando el realismo, unos toques de viento despeinan a los actores y mueven camisetas a su antojo.
Estas secuencias de viñetas, unas más evidentes que otras, nos brindan planos cargados de personalidad propia, donde se vislumbra la pericia y el gusto del director en todos sus pixeles.
Desde que Calparsoro presentó su primer largometraje Salto al vacío (1995), no ha dejado de crecer profesionalmente, consolidando su posición en este concreto ámbito. Con Hasta el cielo (2020) vuelve a sus orígenes y, al final, se trata de eso, los inicios marcan y mucho. Un punto de partida del que distanciarse siempre invita a volver, bien sea para descansar o para tomar impulso y continuar.
Ya dijo Heráclito (540-480 a. C.): todo cambia, nada es permanente. El cine, por supuesto también, y más que este en sí mismo, el consumo que el espectador final hace de él. Se convertirá en algo diferente, modificándose la exhibicion. Habrá que cambiar conceptos y parámetros para ello. A pesar de todo, solo en la gran pantalla, pueden disfrutarse, a lo grande, películas como esta.
Una sociedad de paisajes desolados y violentos nos arropa sin piedad, faltos de amor y ternura vivimos en estos entornos, reforzando nuestras frustraciones y angustias. Rebeldes y agresivos, formamos parte de una sociedad que nos brinda, repetidamente, delirios de grandeza. El dinero fácil, volátil como la espuma, cercena, como arma de doble filo, posibles ambiciones.
Valoremos nuestras oportunidades reales sin desear las de los demás. Trabajo, esfuerzo y tesón son las mejores claves para alcanzar nuestro destino. Solo nos queda ser honestos y aceptarlo como tal.
Calparsoro no decepciona. Mago del cine urbano, consigue reflejar, con estilo y elegancia, una forma de vivir, de sentir, de soñar, de pensar e incluso, de amar. Los ajustes, con el paso del tiempo, son inevitables, pero la esencia, inmutable e intransferible, siempre permanece. La suya, de autenticidad innegable, imprime carácter y destila audacia a través de sus poros.
Ficha técnica:
Hasta el cielo , España, 2020.Dirección: Daniel Calparsoro
Duración: 121 minutos
Guion: Jorge Guerricaechevarría
Fotografía: Josu Inchaustegui
Reparto: Miguel Herrán, Carolina Yuste, Luis Tosar, Asia Ortega, Patricia Vico, Fernando Cayo, Richard Holmes, César Mateo, Marina Campos, Dollar Selmouni, Lucio Romero, Jaime García Machín
Luego de recorrer la peli desde esta mirada admirable de sus aspectos técnicos y emocionales, me he quedado como deshojando margaritas…la veo…no la veo. Pero dado lo que se resalta de su director, el último pétalo salió: la veo. Gracias por el análisis.