Cruella

Además de querer hacer un abrigo con 101 dálmatas, ¿alguien se acuerda por qué Cruella era como era? Creo que ni en la versión animada ni en la película con Glenn Close quedaba claro ese origen. Pues ya no hay que preguntarse más: Cruella (2021), el más reciente largometraje de Craig Gillespie -el mismo director de Yo, Tonya (I, Tonya, 2017)-, explora las razones de porque una joven aficionada a la alta costura se convierte en una de las villanas más recordadas del mundo Disney. En esta ocasión es Emma Stone la protagonista de una genial historia que con simpatía, inteligencia y habilidad nos invita a una película divertida, llena de moda y momentos divertidos.

Antes de ser la famosa Cruella De Vil, era simplemente Estella Miller (Emma Stone), una joven estafadora del Londres de los años 70s, que después de perder su madre en un trágico accidente, termina viviendo con sus amigos y cómplices en todo, Jasper (Joel Fry) y Horace (Paul Walter Houser). Siempre obsesionada con el trabajo de alta costura de la Baronesa (Emma Thompson), Estella logra destacarse de una muy curiosa manera y ser contratada por esta “genio” de la moda para ser su asistente y ayudarle a crear la más reciente colección. Estella tiene una revelación que la hace cambiar y volverse Cruella, la competencia más fuerte que ha tenido la Baronesa, con propuestas totalmente novedosas y arriesgadas.

Y más o menos por ahí va la historia escrita por Dana Fox y Tony McNamara, quien estuvo nominado al Oscar por el guion de La favorita (The Favourite, 2018) y creó la serie sobre Catalina La Grande, The Great (2020). Si conocen alguno de estos trabajos anteriores de McNamara, reconocerán ese humor con cierta acidez y los diálogos ágiles muy presentes en Cruella, y si no han visto nada, prepárense para deleitarse con una gran dinámica llena de humor que se ha alejado de la historia original, pero que sigue manteniendo la esencia y ciertos momentos claves (a su manera) que hacen homenaje a la fuente, el personaje creado por Dodie Smith en la novela infantil de 1956.

A veces es más fácil hablar de los puntos fuertes de una película para evitar hablar mal de lo que no funciona tan bien, pero en este caso, es difícil encontrar un defecto lo suficientemente grave. La historia no es perfecta, para algunos puede ser hasta predecible o totalmente alejada de la Cruella que todos conocemos, pero está bien construida, cumple con su labor de entretener y tiene un final satisfactorio que conecta a la historia que todos conocemos de Pongo y Perdita. Emma Stone sabe llevar la película con gran habilidad, lo hemos visto antes y lo repite acá: su acento británico es creíble, su risa es digna de un villano, y la facilidad para moverse en la pantalla la hace encantadora, a pesar de que por momentos el personaje pueda ser desagradable.

Emma Thompson como la Baronesa recuerda inevitablemente a Meryl Streep en El diablo viste de Prada (The Devil Wears Prada, 2006), pero tiene marcadas diferencias, potenciadas por el talento de Thompson y ayudada por los tres furiosos dálmatas que no la desamparan. Joel Fry y Paul Walter Houser son excelentes como los cómplices eternos de Cruella, que se meten en todos los enredos posibles y se disfrazan para seguirle la corriente a la protagonista, acompañados de los adorables Buddy y Wink, los dos perros que acompañan el trío de ladrones y se roban el show en cada escena, a pesar de que en ocasiones se noten los efectos especiales.

La banda sonora, diseñada por Nicholas Britelle, pasa por Nancy Sinatra, Blondie, The Clash, Queen y muchos otros con absoluta facilidad, cada canción elegida con precisión para el momento en la pantalla para darle energía y fortalecer el mensaje. Y el vestuario, diseñado por Jenny Beavan, se ha quedado con todos los elogios de críticos y espectadores con su propuesta arriesgada, solo basta ver el trailer para ver todo un desfile de diseños exóticos influenciados por Dior, Balenciaga, el punk y la rebeldía; su trabajo la pone como segura candidata a los premios Oscar del próximo año, y posiblemente la ganadora.

El maquillaje es otro protagonista, tiene que estar al mismo nivel del vestuario, y el trabajo de Nadia Stacey es tan arriesgado como innovador. Las locaciones tienen magia y oscuridad a la vez, un contraste que se repite en todo el filme y tiene sus razones claramente definidas. Nada en Cruella es una coincidencia o cuestión de azar, como se ve en la escena de la gala de la Baronesa, donde hay 152 extras, todos con pelucas, maquillaje y vestuario diferente. Es un gran trabajo en equipo que logra una propuesta diferente, arriesgada y alejada de las historias marca Disney que todos conocemos.

El éxito de la película ha sido absoluto. A dos semanas de su estreno en salas de cine y la plataforma Disney +, se aprobó una secuela. Tal vez sea tan encantadora porque el público y los críticos esperaban menos, las historias de orígenes de personajes conocidos suelen dejar a muchos fanáticos decepcionados, y más después de ver que los más recientes esfuerzos de Disney para hacer filmes de “live action” no salieron como esperaban (Si vieron La dama y el vagabundo (Lady and the Tramp, 2019) o  Mulan (2020), saben a qué me refiero). Cruella es muy refrescante, es una apuesta, como todo lo que hace Disney, y esta vez tienen la mano ganadora. Esperemos que la formula (y la misma suerte) se repita para la secuela de esta precuela.

Trailer: