Críticas
Juegos de experimentación
Éter
Eter. Krzysztof Zanussi. Polonia, 2018.
Ciencia y religión confrontadas a fuego lento. Un desarrollo que opta por dejar en paz las creencias, para centrarse en una moral donde el fin justifica los medios en asociación al poder demoníaco. La cámara lo anuncia al recorrer con detalle un fresco alusivo durante los créditos. Se nos anticipa lo que vendrá, un infierno representado desde acciones médicas, y no tanto, de la mano de un profesional sin escrúpulos que no escatimará en sacrificar la vida de quien sea en función del conocimiento científico. Una alianza con el mal que nos recuerda al Fausto de Goethe en la presencia de la figura enigmática que acompaña al médico en momentos puntuales de la trama.
El médico es acusado de asesinato y condenado a la horca, pero el Zar de Rusia lo indulta y lo manda trasladar a Siberia, de allí escapa y se une al ejército del Imperio austro-húngaro (1912), donde prestará servicio médico e intentará conseguir fondos para continuar con sus investigaciones.
Una recreación de época con mucho hincapié en exteriores y en planos a distancia con interiores donde la cámara es colocada por fuera de las habitaciones para enfocar conversaciones. Suaves travellings se desplazan en los ambientes, incluso algunos levemente circulares. La trama y el desplazamiento generan lentitud, aunque suceden muchas cosas, el tratamiento, propiamente cinematográfico, va introduciendo un ritmo cansino que, por momentos, aburre.
El filme gira en torno al engaño en nombre de la ciencia y, al no emerger otras razones, también al servicio del mal en sí. Sutil alianza de Zanussi, con la religión cristiana sin alinearla a discurso alguno. La sensación final es la de un mal enquistado en la causa humana del conocer, un formato de extralimitación de acciones, en tanto promesas de eliminación del dolor, pero, fundamentalmente, de acceso al poder mediante el control de los demás. La figura de Satán viene insinuada desde un personaje del cual no sabemos nada, excepto que parece estar en todas partes, aparece sin anunciarse y hasta puede llegar a alterar la realidad de la muerte.
Reconstrucción de época con una fotografía que difumina la intensidad de los colores, imprime sobriedad y un dejo de precariedad existencial en un mundo terreno que exhibe la maldad como no consideración de dios y en asociación con el diablo. Todo disimulado desde una presentación indirecta que nos genera dudas y hasta desconcierto, son promovidas inferencias, pero resultan insuficientes para un desarrollo de la temática in-extenso. Nos encontramos con insinuaciones desde comportamientos, en especial del doctor, estamos situados dentro de un marco contextual previsible.
Éter, sin ser una gran película, se las ingenia, desde su ritmo abúlico, para ir generando engaños y pruebas científicas sin ton ni son, al mejor estilo de un tanteo irresponsable que solo se ocupa del resultado sin importar las consecuencias.
Retorcidos mecanismos humanos, sin explicación racional, pretenden adueñarse del sentido oficial de lo que ocurre en pos de veleidades que ejercitan el poder del mal por el mal en sí. En el medio, la ciencia intenta despegar mediante tanteos que ocasionan más perjuicios que soluciones. Una lógica satánica que condiciona el conocimiento, lo estimula, a la vez que no le permite avanzar. Un juego donde la inexistencia de dios es invocada desde la asociación tácita con el mal, en un convenio que tiene como hilo conductor ambiciones explotadas por un camuflado “Satanás”, que solo es identificado por su presencia en asociación con sucesos trágicos, fortuitos o milagrosos, en términos de lo imposible, para una lógica vital que no concibe la resurrección. Así lo acredita la escena final.
La cámara juega de manera constante con travellings suaves que nos permiten recorrer la escena, la sensación es de externidad, somos alejados de lo que está sucediendo, por momentos somos testigos de otra época, asistimos a cuestiones anacrónicas.
La ciencia es inescrupulosa, intenta avanzar en cálculos de poder sobre el otro, no considera el mínimo decoro hacia los muertos, no interesan las consecuencias riesgosas de su práctica, es investigación sin garantías. Recordemos las ventajas que podría tener el éter en la guerra, la inoculación de las bacterias de la sífilis bajo la hipótesis de curación de la locura y la compra de cadáveres para experimentación. El aprovecharse del pobre y del enfermo para poner hipótesis a prueba.
Interesante tratamiento de la iluminación en interiores con claroscuros que, a partir de colores tenues, imprimen una sensación de realidad puesta en cuestión. Lo indefinido del color, una difuminación que nos traslada a la dudosa realidad de un mundo influido por poderes malignos presentes desde la irracionalidad del efecto. Se combinan con la ausencia de lógicas que parecen contradecir lo esperable. Las explicaciones no están, no interesan, el mal es el mal y actúa como tal bajo el propio fundamento de lo que en esencia es, cual instinto natural desplegado por personajes y tendencias de las cuales otro tipo de acciones no podrían esperarse. Funciona como un juego de perversión. La ciencia cae bajo esa categoría, al igual que quienes ostentan el poder militar, todos están regidos desde el exterior por la influencia del personaje enigmático. Su presencia es vigilante, con aire de control, de seguridad en la situación por la propia injerencia desde lo inexpugnable, solo conocido mediante una intuición que es capaz de escrutar el sentido de una presencia por el contexto.
La atmósfera es de ajenidad, de sobredeterminación de algo que estamos observando desde afuera y podría ser difícil dar crédito desde sus determinantes sobrenaturales cuidadosamente camufladas. Un nivel de influencia y manipulación desde el cual nada se declara, pero todo se hace como un juego que desprecia el sufrimiento humano del débil y mediante la indiferencia omnipotente del experimento, entendido más como prueba que como acto tendiente a la mejora del ser humano.
Un filme que, sin ser lo mejor de Zanussi, exhibe algunos elementos formales que pueden poner en ambiente al espectador. Una apuesta envolvente que nos impulsa más hacia la intuición que hacia la razón.
Ficha técnica:
Éter (Eter), Polonia, 2018.Dirección: Krzysztof Zanussi
Duración: 118 minutos
Guion: Krzysztof Zanussi
Producción: Coproducción Polonia-Ucrania-Lituania-Hungría-Italia; Studio Filmowe, Interfilm Production Studio, Studio Uljana Kim, Laokoon Filmgroup, Revolver, Bielle Re, WFDiF, Canal+, Polish Film Institute, The Ministry of Culture and National Heritage, Ukrainian State Film Agency, Hungarian National Film Fund, Lithuanian Film Cen
Fotografía: Piotr Niemyjski
Música: Richard Wargner
Reparto: Jacek Poniedzialek, Zsolt László, Andrzej Chyra, Ostap Vakulyuk, Maria Ryaboshapka, Kolokolnikov Stanislav, Malgorzata Pritulak, Rafal Mohr, Victoria Zinny, Remo Girone, Ostap Stupka, Rafal Gorski, Arturas Dubaka, Przemyslaw Stippa, Zsuzsa Pálos