Críticas
Los temores de Kafuku
Drive my Car
Doraibu mai kâ. Ryûsuke Hamaguchi. Japón, 2021.
Guion inquietante que opera como punto de partida de un filme procesual. Un recorrido que denota el trayecto hacia descubrimientos solo vagos en apariencia. La importancia de lo humano, como esencia común, convierte la experiencia personal en búsqueda de equilibrios necesarios. El camino es ineludible y oculta emociones que solo el arte logra destapar.
Kafuku pierde a su esposa y se traslada a Hiroshima para dirigir Tío Vania, de Chejov, se encontrará con un actor que ha sido amante de su mujer; la oportunidad dará pie a la conciencia de una búsqueda hasta ahora oculta en cotidianidades personales.
Una experiencia calma que jamás se deja invadir por excesos, solo los menciona o los traduce a sufrimiento pasivo, en rostros, abrazos y llantos moderados. Las propias escenas violentas no traspasan los límites del escenario teatral, parecen jugarse en vidas paralelas, las emociones afloran en el encuentro con uno mismo, encarnan en contenidos tan disímiles como distantes; será la base de inquietudes y hasta, quizá, de transformaciones.
Planos aéreos destacan lo inmenso de la ciudad frente a la pequeñez de un vehículo añejo, representa la vida del protagonista en un trayecto inacabado que va develando misterios.
La hora final es fundamental, es el reconocimiento de turbulencias internas que necesitarán lejanía, paisajes calmos y gélidos en compañía del otro como socio desde lo común; allí recala la comprensión como arma fundamental, es el reconocimiento de una comunidad emocional que funda su punto de encuentro en lo humano como factor excluyente. Otra vez, el sujeto frente a la inmensidad del paisaje. El mundo es escenario contundente, contexto inmodificable que contempla impávido la desgracia humana, a la vez que se constituye en marco de referencia al rescate de almas prisioneras; la culpa, expuesta en comunión, alivia el dolor, genera esperanzas ineludibles; la continuidad depara lo que vendrá sin elección, habrá que arreglárselas.
Historias salen a luz, la ficción destapa realidades íntimas hasta ahora desconocidas. Es cuando capturamos el sentido de la película: lo no dicho es frágil superficie que sostiene un equilibrio estable, solo en apariencia. Sin embargo, no asistimos a un maremágnum de apabullantes contenidos dramáticos, sino al necesario sufrimiento, debe ser aceptado, podemos y debemos convivir con él; la vida como obligación de ser, más allá de las circunstancias, el esfuerzo deberá continuar en el contacto y aceptación de sí mismo. Tío Vania y su padecer se vuelven universales, en tanto esencia de lo humano.
El guion presenta giros que evaden la banalidad de lugares comunes. La respuesta a los eventos puede no ser la esperada, se la integra a mecanismos que funcionan tanto sugiriendo como asociando significados a comportamientos inesperados. La infidelidad de Oto opera como llamado a una tolerancia inexplicable desde el sentido común que descuida la diferencia, razón por la cual, Kafuku resiste la identificación del espectador hasta último momento y, aún allí, continuará complicando las cosas. El tío Vania es alter ego que solo funciona en el escenario; los miedos son un dique, desgarran el interior, lo apartan de lo convencional, hacen de Kafuku una figura enigmática que eclosionará en los momentos finales. La paciencia esconde temor a la pérdida de equilibrio, una relación que exige la comprensión más allá de moralidades convencionales; el amor no necesariamente excluye la infidelidad, aunque su ocultamiento denota conflicto. Kafuku no obrará por aceptación del otro, lo hará por miedo. La tensión parecía no existir, es descargada; irrumpe la culpa; el desahogo es necesario, sobrevendrán aclaraciones; espectador y personaje contactan con sentidos en una experiencia que trasciende lo explícito: las formas superan los significados, lo que ocurre es más que contenidos.
Una película para reflexionar profundamente después, el guion brinda la inteligente articulación entre lo subyacente y lo explícito. Drive my Car es un camino hacia la conciencia, el reconocimiento y la aceptación; no necesariamente cura el dolor, lo acepta como algo natural e inevitable. La imagen de la vida se torna sacrificio frente a lo inesperado, a lo que llegará y no sabemos.
Lo enigmático viene presentado desde la primera escena con ayuda de una fotografía que utiliza la iluminación para privilegiar lo conceptual, la silueta de Oto se recorta en medio de la noche, lo siniestro se conjuga en el misterio de una personalidad que llevará sus secretos a la tumba. Kafuku disfruta de un afecto incomprendido; la infidelidad empaña el sentimiento frente a un ego temeroso que soporta para no colapsar. Las ideas de Oto, un guion escabroso, en medio del placer sexual, articulan una falsa oposición, son símbolo de una vida interna que solo así logra equilibrarse. El aferrarse a estas circunstancias como la lamprea, recursos de otra vida, un amor en la fantasía, las señales sustituyen las respuestas, la sugerencia es común denominador que fuerza a la evitación del desconcierto. Kafuku mantendrá la compostura ante la adversidad, suerte de renuncia ante el riesgo imaginario.
La imaginación es fuente privilegiada de conocimiento, los relatos, los temores fantaseados, la ficción; la irrealidad oculta los sentidos, los exhibe camuflados; el guion es eso, una suerte de sugerencias en el camino, invitación a develar desde la imagen y el discurso.
La figura de la lamprea nos recuerda la búsqueda de una estabilidad, en medio de los movimientos del río se balancea prendida a una piedra, lo rígido como sostén ante la corriente, no funciona como protección, debe haber flujo, el movimiento que aportará el tránsito por la carretera, un camino hacia adelante va al encuentro de uno mismo; el discurrir entre los hechos produce sabiduría, nos alienta a seguir. Lo externo es soporte de lo interno, siempre y cuando haya movimiento, el descubrimiento no proviene de la rigidez, el miedo es la lamprea fijada a lo inamovible como protección, el final es la propia destrucción. Oto muere, Kafuku perdió la oportunidad, el miedo lo inmovilizó.
Hamaguchi propone un recorrido de 3 horas que nos conduce por calles, autopistas y paisajes nevados; en ningún momento sabemos “por donde va”, aunque sí sabemos, lo vemos, pero necesitamos un proceso para entender. Aquí está la identificación propuesta, no es con estereotipos, sino con la forma de la vida, en tanto trayecto inevitable, los contenidos vendrán en el camino, no están pegados a personajes esperables, justamente, porque quizá el contenido no sea lo más importante.
Un plano general muestra a los protagonistas abrazados en medio de la hostilidad ambiental, la necesidad de vivir a pesar de… y en medio de… Aun así, los sentimientos deben poder expresarse; el espacio congelado contrasta con la actitud de los personajes. Se reconocen refugios internos traducidos en comportamientos alienantes: Sachi es alter ego de la madre de Misaki.
El auto, primer plano en medio de la nieve, la herramienta que hizo posible el trayecto más allá de las inclemencias del tiempo, otorga una cierta protección, mundo interno cerrado sobre sí mismo con potencial de desplegarse hacia las zonas más inhóspitas. El resultado vale la pena, el cambio es personal, denota la suficiente flexibilidad como para una aceptación de los hechos en medio de condiciones hostiles. Es la contracara de la figura de la lamprea fijada a la rigidez de la roca por temor a sucumbir ante el movimiento del contexto.
El guion está basado en tres cuentos pertenecientes a Men without Women de Haruki Murakami: Drive my Car, Scheherazade y Kino; se le suma la obra de Anton Chejov, Tío Vania.
Ryuzuke Hamaguchi, un maestro que va consolidando una evolución con dramas de hondo contenido humano. Ya nos había sorprendido gratamente en La ruleta de la fortuna y la fantasía (Oso de Plata en Berlín 2021), ahora, Drive my Car: Festival de Cannes 2021, mejor guion y premio FIPRESCI mejor película; Círculo de Críticos de Nueva York, mejor película 2021; Asociación de Críticos de los Ángeles, mejor película y guion 2021; Globo de oro 2022, mejor película de habla no inglesa; solo son algunos de los reconocimientos obtenidos.
Tráiler:
Ficha técnica:
Drive my Car (Doraibu mai kâ), Japón, 2021.Dirección: Ryûsuke Hamaguchi
Duración: 169 minutos
Guion: Ryûsuke Hamaguchi, Takamasa Oe. Historia: Haruki Murakami
Producción: Bitters End, C&I Entertainment, Culture Entertainment, Asahi Shimbun. Distribuidora: Bitters End, The Match Factory
Fotografía: Hidetoshi Shinomiya
Música: Eiko Ishibashi
Reparto: Hidetoshi Nishijima, Tôko Miura, Reika Kirishima, Sonia Yuan, Satoko Abe, Masaki Okada, Perry Dizon, Ahn Hwitae
como el pico
Gracias por la critica, justo acabo de terminar de verla, me vino bien para reflexionar, saludos 😉