Críticas
Mentiras, conspiración, y un apocalipsis del montón
No mires arriba
Don´t Look Up. Adam McKay. Estados Unidos, 2021.
Es de justicia admitir que No mires arriba se ha convertido en esa clase de películas de las que todo el mundo habla. Hacía tiempo que no veía un fenómeno de masas parecido, pero es que, casi por accidente, la película de Adam McKay se ha transformado en reconocible radiografía de los tiempos histéricos que nos ha tocado vivir. Después de dos años de pandemia y apocalipsis varios, el espectáculo que ofrece el cáustico director desvaría en espejo doloroso de las miserias de la humanidad del siglo XXI.
Son las circunstancias las que han hecho de No mires arriba un éxito incontestable, por supuesto. Saca partido sin piedad de situaciones que, por desgracia, se han normalizado hasta puntos ridículos, en esa clase de distorsiones en las que la realidad tiene la irritante manía de superar a la ficción. Es bueno ver el lado positivo y llegar a la conclusión de que no dejamos de sorprendernos a nosotros mismos como especie, pero si hacemos caso a las conclusiones de McKay en este batiburrillo de ideas e intenciones, damos bastante asco.
No mires arriba se mete en, literalmente, todos los jardines, desde la evidente sátira política a la disección de la cultura del like y las redes sociales, pasando por la increíble habilidad del ser humano medio, hijo de vecino cualquiera, para comportarse como un auténtico imbécil. Y, a pesar del contexto de ciencia ficción, podemos concluir que no hace falta una situación extraordinaria para que ese espíritu casi suicida salga a colación.
La película de McKay juega muy bien con los posicionamientos, aprieta las teclas del espectador con habilidad, más si se tiene en cuenta el bagaje planetario tras dos años desquiciantes de nuevas normalidades. Nos hemos hartado de ver episodios en los que se ha visto el retrato de la peor ralea de la especie humana. Por supuesto, en No mires arriba, esta debacle intelectual y social está representada en un grupo de personajes principales que roza la coralidad en la puesta en escena de la propuesta, a cada cual con mayor tara. Imagen reconocible de nuestro día a día, la vergüenza se mezcla con la risa nerviosa cuando nos reconocemos en alguno de los gags que McKay nos lanza como si fuese el payaso lanzando tartas. Tartas rellenas de clavos.
Y lo cierto es que a estas alturas se le ven tablas al director. No mires arriba está rodada con ritmo inteligente, soluciones imaginativas e incluso alguna demostración de músculo que no desentona con la sobriedad que luce en casi todo su metraje. Cada decisión narrativa está llena de intenciones hirientes, que consiguen una extraña química de sentimientos encontrados en el espectador, con las mismas ganas de reír que de llorar, gracias a la definición casi perfecta de tragicomedia que resume la obra.
Ni que decir tiene que gran parte de la sustancia de No mires arriba está en el implicado reparto, lleno de caras conocidas, convencidos de la propuesta hasta las últimas consecuencias. Todos tienen su momento gracias a ese espíritu coral al que hacía referencia, y abarcan todo el espectro de emociones y situaciones que se pueda el espectador imaginar en el contexto del fin del mundo a la vuelta de la esquina. Eso sí, nadie es puro. Si algo tienen los personajes de No mires arriba es, precisamente, la humanidad. Aunque alguno de estos roles tienen esencia de parodia, la mayoría son una amalgama de miserias, inseguridades y fracasos del día a días, empujados a situaciones fuera de lo común, imposibles de asumir para la mayoría de los mortales.
La ambición, los juegos de poder, las tensiones geopolíticas o el manejo de información son algunos de los temas protagonistas visibles, pero, personalmente, me quedo con las pequeñeces, los cambios que se producen en los protagonistas, empujados por las mareas de la popularidad, de la imagen, de la visibilidad y la exposición pública. Deriva en la que cualquiera de nosotros puede verse ahogado, cegados por las luces y el veneno del halago, la facilidad con la que la sociedad de la inmediatez puede encumbrarte y luego relegarte al terrible olvido me resulta casi tan aterradora como la amenaza planetaria que sirve de detonante.
McKay perpetra puyas con la resaca de la administración Bush, de los bulos y la facilidad con la que una parte de la población se los traga sin miramientos, por esas ganas irremediables de sentirse especial que No mires arriba nos presenta con mirada abrasiva. Y, efectivamente, cada situación ridícula en la ficción se nos antoja extrañamente familiar después de tantos meses lidiando con conspiranoicos, mentecatos del negacionismo y otras lumbreras con ganas de dar la nota.
A pesar de sus aciertos, No mires arriba está muy lejos de ser perfecta, y quizá en otra tesitura no pasaría de comedieta con ínfulas. La crítica, si se medita con detenimiento, es bastante evidente e incluso tibia, facilona si se me apura, al pasear por lugares comunes que, pandemia mediante, han ganado en interés. También es un tanto excesiva la duración para llegar a un punto final esperado, y que se queda a medio gas. Ni es especialmente emotivo ni llega a ser lo destructivo que se esperaba en sus conclusiones. Con la historia tan alargada, algunas situaciones parecen incrustadas en la trama con la única intención de estirar el chicle sin necesidad.
Está bien que las películas traigan debate bajo el brazo, con más razón si las intenciones satíricas es la gasolina del invento. Que No mires arriba hace de la situación global su particular circo es evidente, pero lo hace con bastante gusto y gracia, así que es normal que todos pillemos el chiste.
Aunque el chiste deje poso de cabreo.
Tráiler:
Ficha técnica:
No mires arriba (Don´t Look Up), Estados Unidos, 2021.Dirección: Adam McKay
Duración: 138 minutos
Guion: Adam McKay, David Sirota
Producción: Hyperobject Industries, Bluegrass Films
Fotografía: Linus Sandgren
Música: Nicholas Britell
Reparto: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Jonah Hill, Rob Morgan, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman, Ariana Grande, Kid Cudi, Tomer Sisley