Críticas
Mataos los unos a los otros
El padrino
The Godfather. Francis Ford Coppola. EUA, 1972.
Película ampliamente galardonada; nos sitúa frente a arquetipos que delimitan el mundo del hampa en base a una serie bien definida de estereotipos. El respeto a la “regla” en medio de extensiones que justifican la ambición y el poder, El padrino es una muestra cabal del comportamiento mafioso en todas sus dimensiones. Normas no escritas que rigen una especie de “derecho consuetudinario” paralelo. El filme recorre momentos que reafirman lógicas arraigadas en una cultura que pretende ser “importada”.
Don Vito Corleone es un gángster comprensivo que, al negarse a incursionar en el mundo de la droga, entrará en conflicto con sus competidores. Las demás familias mafiosas no verán con buenos ojos que acapare en demasía, los vínculos del Padrino serán puestos en entredicho, su vida estará amenazada, sobrevendrán múltiples conflictos y vendettas.
Una historia de favores que derivan en amistades selladas con la muerte. El dinero es instrumento primario de persuasión que no deja espacio a controversia, el siguiente paso puede ser, en el mejor de los casos, una gran contrariedad, en el peor, la muerte.
Sin mucho movimiento de cámara, el montaje impone el propio ritmo de lo inevitable, Coppola se las ingenia para narrar los avatares de lo que no puede ser de otra manera. Lo flexible viene dado por momentos, el poder se distribuye de acuerdo a la circunstancia, las relaciones circulan en medio de la violencia como factor determinante. Avatares inherentes a transformaciones que buscan ser consolidadas en instantes puntuales, una permanente confluencia de fuerzas que alteran lo que solo es estable de forma aparente.
Un filme costumbrista a su manera, sutil radiografía de una parcela del delito. La figura del Padrino impone pausas no siempre del todo acertadas.
La sucesión del hijo mayor usufructúa por derecho su lugar. Buen trabajo de James Caan, la contracara del Don; transitará un destino identificado con características que transgreden la necesaria razón mafiosa. Michael, por el contrario, será la síntesis de lo nuevo, lo que parecía no ser, pero era, preparará la continuación de la saga.
Un primerísimo primer plano irá transformándose a medida que la cámara retrocede en un suave travelling, tenemos tiempo, 2 minutos 50 segundos donde el relato transita hacia una conversión mediada por la escucha. Quedaremos detrás de la silueta que demarca la mitad de la cabeza de Don Corleone apoyada sobre su mano derecha, la circunstancia es seria, la escucha atenta. La justicia cambia de signo, la vendetta, como alternativa, va cobrando forma, una especie de ritual no convencional culmina ampliando la familia; así funciona la mafia. Los favores otorgan derechos y deberes ineludibles; las personas quedan atrapadas.
El movimiento de cámara es lento y pausado, las circunstancias son habituales, naturales, la gravedad no genera ira, tampoco ansiedad; la comprensión es condicionada, el plano va cambiando sin cortes en una continuidad tranquilizadora. La omnipotencia del Don es convocada ante la desazón de un mundo que imparte justicia solo en apariencia. El clima es sostenido por un Marlon Brando seguro y convincente. Manifestará su parecer, generará compromiso; los condicionamientos serán ineludibles.
Un manejo del ritmo y la puesta en escena al servicio de conceptos que aportan a la comprensión de la mafia: cultura con normas y valores propios.
La pausa y los negocios, el alerta permanente, en medio los festejos permite la necesaria disociación; el montaje hace lo suyo para trasmitir realidades contrapuestas que deben volverse complementarias, ya lo dice Don Vito: “Quien huye de su familia no será un hombre completo”.
La violencia se desatará, Coppola nos regala una excelente escena donde el plano cenital genera esa sensación de aparatosidad, el poder se desploma sobre el techo del automóvil; es la vulnerabilidad de quien confía. Así de contundente y determinante será lo que sucederá durante el resto del filme. Antesala de un concepto de seguridad que, de aquí en más, regulará el éxito como posibilidad. Los personajes se encargarán de dirimir la disyuntiva: violencia desenfrenada versus violencia racional, pasión versus negocios; supervivencia de un sistema que persigue un ideal de supremacía eterna. La imperfección y la debilidad engendran posibilidad; la relación de fuerzas puede alterarse en medio de una selección natural que presiona a favor del más inteligente. La violencia funciona dentro de un marco, es efectiva si se encuentra atada a la lógica de adecuadas negociaciones. La habilidad no la otorga la fuerza, sino la capacidad de adquirir poder mediante una suerte de razón práctica mafiosa, que involucra un firme conocimiento del funcionamiento del sistema. La prudencia debe ser manejada con criterio, de lo contrario, la realidad avasalla hasta la muerte.
Otra vez la importancia del ritmo, mucha cámara fija, pocos travellings y muy lentos; el montaje organiza una dinámica que equilibra; la violencia debe ser sensata, la planificación gobierna las decisiones; no hay espacio para los impulsos, so pena de naufragar en el intento.
Un relato que se cuida del tedio, nuevamente la importancia del montaje paralelo, podemos ver lo que sucede, en el pueblo de Corleone y en New York, de forma alternada. Nos apartamos de los negocios por un instante, y volvemos a ellos de nuevo; la película sigue funcionando como al principio. El matrimonio, como constante regulador, implica la relevancia de la familia más allá de un comportamiento delictivo no reconocido como tal. Hijos varones serán bienvenidos, aportarán al sostén del hogar desde la conservación del sistema. Una forma de vida que se extiende por generaciones sin un seguro para el éxito. Distintas personalidades, diferentes posibilidades de acción, reafirmarán o pondrán en riesgo la ostentación del poder.
Los tratos como solución por compromiso, un Padrino que aparece más fiable que el resto, nos sitúa ante una diferencia que rescata lo humano más allá de lo criminal. La posibilidad de honrar la palabra empeñada destaca frente a un contexto de apariencias y conveniencias. Compartir el poder se vuelve exigencia, contribuye a la salud de la convivencia, ya lo afirma Barzini: “Después de todo no somos comunistas”.
Es momento de subrayar el rol subordinado de la mujer, su función desde el mantenimiento de una ingenuidad que culmina exigiendo respuestas, las dudas desbordan la construcción de discursos que intentan la exclusión. Se necesita tiempo, por eso, la ignorancia de los comienzos puede ser fatal; Sicilia, la juventud, la no familiaridad con las vicisitudes del “negocio”; la muerte puede ser el precio. Todo en composiciones que denotan ámbitos diferentes con un común denominador; la mujer debe estar por fuera, su rol encaja en una diferente concepción de familia inserta en una estructura mayor que la contiene; de allí saldrán los futuros capos.
Guion adaptado que no peca de simplificaciones, una visión profunda del mundo del hampa que se las ingenia sin abundar en complejidades. Relato atrapante, a pesar de las 2 horas 56 minutos, la atención no decae jamás.
El Padrino es, sin lugar a dudas, una de los mejores filmes de la historia del cine; rico desde lo formal, con abundancia en variedad de planos, denota una narrativa conceptualizadora que, si bien no suele apelar a la poesía, expresa ideas de manera permanente en los entresijos de una historia que se ocupa de plasmar con claridad la cultura mafiosa.
Un filme para revisar cada tanto; el cambio de época permitirá reformulaciones por contraste.
Ficha técnica:
El padrino (The Godfather), EUA, 1972.Dirección: Francis Ford Coppola
Duración: 175 minutos
Guion: Francis Ford Coppola, Mario Puzo. Novela: Mario Puzo
Producción: Paramount Pictures, Alfran Productions
Fotografía: Gordon Willis
Música: Nino Rota
Reparto: Marlon Brando, Al Pacino, James Caan, Robert Duvall, Diane Keaton, John Cazale, Talia Shire, Richard S. Castellano, Sterling Hayden, Gianni Russo, Rudy Bond, John Marley, Richard Conte, Al Lettieri, Abe Vigoda, Franco Citti, Lenny Montana, Al Martino, Joe Spinell, Simonetta Stefanelli, Morgana King, Alex Rocco, John Martino, Salvatore Corsitto, Richard Bright, Tony Giorgio, Vito Scotti, Jeannie Linero, Julie Gregg, Angelo Infanti, Corrado Gaipa, Saro Urzi
Un film que hace honor al septimo arte. con un director que honra la direccion cinematografica. El guion cinematografico que abre las puertas a la historia de la america del norte con profundidad y nos dice unas de las pautas de su dominio imperialista. Al gran cine de Coppol salud