Críticas
Medias verdades
Un héroe
Ghahreman. Asghar Farhadi. Irán, 2021.
Estamos ante la última película del premiado director iraní Asghar Farhadi. En esta ocasión, el realizador nos lleva por un recorrido sobre las visicitudes que atraviesa un hombre, Rahim (Amir Jadidi), desde que sale de la cárcel con un permiso. Está en prisión por deudas; sí una causa de encierro decimonónica que persiste en el siglo XXI en Irán. Pues bien, su principal objetivo consistirá en convencer al acreedor para que le perdone y así, acabar con su condena de falta de libertad. Rahim es presentado como un varón tímido, sosegado, honesto, consciente de los perjuicios que ha causado y con el ánimo de intentar resolverlos. En realidad, la interpretación del mismo por Amir Jadidi, así como las penalidades que atraviesa a lo largo del largometraje, nos hace pensar en un Cristo. Una persona esencialmente buena al que la fortuna no sonríe.
Rahim tiene una pareja que le quiere, un hijo con problemas de locución que le echa de menos y una familia que lo acoge con los brazos abiertos (hermana, cuñado, sobrinos…). ¡Ay!, pero también cuenta con una exmujer y fundamentalmente, con un exsuegro y su hija con nula capacidad de perdonar. Estos últimos, dos seres que confunden la adversidad económica con el honor (también lo hace la ley, qué le vamos a hacer). Unos humanos empecinados en estar en posesión de la verdad y en cuyas voluntades se encuentran presente y futuro de otro ser humano. Rahim, sin intentar salirse de la vereda de la honestidad, deberá atravesar un vía crucis repleto de obstáculos, de ocultaciones, de olvidos y de medias verdades. Un calvario que terminará retratando a todas y todos, cada cual a la búsqueda de su propio beneficio, fama y reputación; empleados o funcionarios del presidio; miembros de organizaciones benéficas, convictos, expresidiarios, exfamiliares…; un nutrido grupo que puede decidir destinos ajenos según propias convicciones o intereses.
La televisión, la prensa, la fama son demasiado poderosas para dejarles pasar de largo. La manipulación informativa se muestra capaz de embaucar a la mayoría y dirigir sus pensamientos o acciones en la dirección que marca. Y la notoriedad resulta golosa, atrayente, de influencia enorme cuando en la diana se coloca un objetivo. Y aunque los fines les puedan parecer a muchos, a nosotros también, tremendamente justos, ¿son capaces de disculpar cualquier medio para su obtención? Unos métodos que no resultan neutros, que van dejando alto coste allá por donde se utilizan, que se acumulan hasta derivar en encrucijadas que asemejan sin salida. Con una escena final apabullante, Farhadi se mostrará capaz de enseñar blanco y negro, el principio de libertad o el fin de las esperanzas de redención, reinserción o perdón, según perspectiva iraní.
¿La manipulación tiene límites? ¿Puede alcanzar sin miramiento alguno a menores inocentes, a mujeres y hombres enamorados? ¿A familiares preocupados? ¿A ciudadanos concienciados? El autor iraní aborda con decisión todo esto y mucho más, en una apuesta que destaca en sencillez (al menos aparente). Se inclina por la naturalidad en fotografía e interpretaciones moviéndose con un guion que sorprende en cada esquina, que no se muestra complaciente con sus personajes, que no vacila en exhibir que lo malo siempre puede ser peor. Solo basta en empeñarse con lo contrario.
El filme se inicia, ya se ha adelantado, con nuestro Cristo particular abandonando la cárcel por un permiso de pocos días. Lleva una bolsa y muchas esperanzas de no tener que volver a un encierro que ya le parece insoportable. ¿Será capaz de convencer a su acreedor y que le ofrezca una nueva oportunidad para devolver un débito que no niega? ¿Sabrá jugar sus cartas con inteligencia? ¿Se dejará llevar más de lo necesario por aquellos que buscan el halago y el autobombo? Lo veremos a lo largo del largometraje. Y lo haremos siempre con interés y atentos a las reacciones de la fauna que aparece ante nuestros ojos. Seres que van a la suya, que parecen jugar a la caridad pero son incapaces de asumir dificultades, que no comprenden a los demás ni lo pretenden. Unos terceros cuyas vicisitudes pueden llevarles a tal desconcierto que les hagan olvidarse de principios sólidos para dejarse marear hasta ser engatusados y atrapados en una celda cuya llave no se encuentra.
Rahim, nuestro Jesucristo, recoge impertérrito las consecuencias de sus actos, no siempre transparentes. Es humano que intentemos dar la vuelta a la tortilla en nuestro propio beneficio. Sin embargo, estas decisiones son capaces de arrastrar tal cúmulo de basura que termina por ahogarnos y asfixiarnos. ¿Hay límite? Vean la película y decidan. Se detendrán en escenas que desbordan incomprensión. Y nadie calla, todos opinan, cualquiera intenta manipular y el que más o el que menos es manipulado. La fantochada alcanza su punto culminante en el despacho de un oficinista ciego que no quiere entender ni le interesa comprender, que permanece ajeno al padecimiento de los otros y que no es consciente de los matices de las coyunturas.
La imperfección humana se convierte en demasiado patente cuando más se necesita de la comprensión del otro, de su perdón, de una segunda oportunidad. ¿Para qué encerrar a personas que no pueden devolver sus débitos al no haber sido capaces de levantar proyectos, ideas, ilusiones o planes vitales? ¿De qué son culpables? ¿Quizás de intentar sobrevivir y alimentarse ellos y sus familias? ¿Puede la cárcel redimir a alguien que no lo necesita? ¿Está legitimada la justicia pare ceñirse únicamente en la búsqueda de un castigo penalizando aquello que se vuelve incontrolable?
Se enseña en teoría del derecho penal que la pena puede perseguir tres finalidades: la retribución (el castigo), la prevención (disuasión individual o general) o la rehabilitación (intento de que el delincuente regrese al marco social que abandonó con el delito). Creemos que nuestro Rahim no precisa ninguna de las tres cosas. Si acaso, un poco de buena fortuna entre tanta trayectoria repleta de espinas.
Tráiler:
Ficha técnica:
Un héroe (Ghahreman), Irán, 2021.Dirección: Asghar Farhadi
Duración: 127 minutos
Guion: Asghar Farhadi
Producción: Asghar Farhadi Productions, Memento Films International, Memento Films Production, arte France Cinéma
Fotografía: Ali Ghazi, Arash Ramezani
Música: Rymin
Reparto: Amir Jadidi, Abolfazl Ebrahimi, Mohsen Tanabandeh, Sarina Farhadi, Fereshteh Sadrorafaei