Slalom

La historia se cuenta desde el ejercicio más atroz de poder. Con la belleza e inocencia de los fríos y nevados Alpes franceses conocemos a Lyz López, una joven de 15 años, la más novata en un equipo de esquiadores colegiales que tiene por objetivo convertirse en un conjunto profesional y participar en los juegos olímpicos. Prácticamente Lyz es la chica nueva.

El equipo es entrenado al máximo por Fred, un tipo adulto, estricto, un tanto hostil que busca llevarlos al límite. En una oficina a solas le pide a Lyz que se ponga en ropa interior, la mide, la pesa y le sugiere tomar un suplemento para ganar músculo. Ella es hija de padres separados, vive con su madre a quien casi no ve porque acaba de obtener un trabajo en Marsella, un lugar alejado de donde están, y a su padre difícilmente lo frecuenta por lo que pasa sus días sola.

Fred es estricto con ella, la trata con dureza, y en algún momento menciona a todo el equipo que deben soltar los frenos, dejar de pensar e ir hacia adelante. Si tienes miedo o dudas, estás muerto, dice en una de sus líneas.

Es tan sólo el preámbulo del primer largometraje de Charlène Favier, Slalom (2020), quien en sus dos cortos anteriores Odol Gorri (2018), y Lili j’étais (2010), ya había registrado relatos de mujeres jóvenes, adultas, solas o que experimentan situaciones y momentos nuevos e inesperados.

Lyz está prácticamente sola cuando le llega su primera menstruación, Fred se da cuenta, la compaña, le evita la pena con historias cósmicas y fantásticas sobre el periodo y a partir de ahí comienza lo que aparentemente podría ser una relación paterno filial, cuando se da cuenta que es la única persona que ha mostrado preocuparse por ella. Lyz se esfuerza en sus calificaciones, se esmera en el deporte y consigue de a poco convertirse en su jugadora estrella

Fred la lleva a conocer a su esposa, la mete en su casa, le regala un par de esquíes nuevos y una mochila. La orienta y la alienta antes de las competiciones. Favier es muy sutil en sus planos al exhibir los tocamientos inapropiados que no aparentan ser malintencionados y nos volvemos parte del desconcierto. Esa influencia paternal de Fred sobre Lyz la convierte en relación de poder cuando la orilla a besarlo y a tocarlo. La actriz Noée Abita, consigue poner en Lyz ese semblante de desconcierto, de una joven que no tiene claro lo que acaba de pasar, si fue un momento de amor o de abuso.

Slalom se convierte en esa historia de jóvenes provenientes de familias disfuncionales que compiten en deportes de alto rendimiento, y que encuentran en sus entrenadores a ídolos, gurús o figuras paternales que convierten su ingenuidad en áreas de oportunidad para el abuso y el ejercicio de poder en cualquiera de sus formas.

Lyz mostró ser una joven disciplinada, que enfocada podía volverse en una chica exitosa, pero que tras las señales de abuso bajó su rendimiento y puso en riesgo su contrato con la educación nacional.

Charlène Favier, ex esquiadora profesional, consigue secuencias impecables de las competencias sobre el hielo; la cámara persigue a toda velocidad a Lyz mientras compite, pero es la misma chica que va sin frenos a un tobogán que no parece tener salida. A una escalada de abusos que apuntan a continuar hasta que decida meter freno por sí misma, porque es una chica sola. La única vez que vio a su madre, le dice que no sabía lo importante que era para ella competir y que no podría estar más orgullosa. Lyz rompe en llanto.

Una historia escrita con sensibilidad en conjunto con María Talón y que hoy en día es utilizada por federaciones y clubes deportivos, incluido el club francés de Marsella, para originar discusiones y debates sobre acoso y abuso sexual.

Slalom es un retrato monstruoso de las relaciones de poder en el deporte que culminan en abusos y violaciones de género. Sin necesidad de ser explícita se vuelve incómoda y repugnante. Una historia convencional, pero intuitiva, y de los temas que siempre serán necesarios que se vuelvan redundantes.

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