Críticas
Hacia el destino
Vortex
Gaspar Noé. Francia, 2021.
Una pareja de ancianos en su apartamento de París atestado de libros; los días transcurren entre la progresión de la enfermedad y la búsqueda de soluciones.
La rosa como metáfora de lo efímero en lo bello. Es la apertura, el canto de Francoise Hardy se articula con un pequeño festejo en la terraza. “Mon amie la rosa” es la celebración en tiempo record que se ajusta a lo que vale la pena vivir a pesar del destino. La belleza de la vida llega para destruirse en un abrir y cerrar de ojos. Alusión al sueño en la aparente velocidad del tránsito de vidas de las que solo conocemos los preámbulos de un desenlace. Las fotos darán una vaga idea, es la historia compartida en selección, un recuerdo ritualizado de conformidad con los que quedan.
Los cortes, a negro en el plano, semejan parpadeo generador de cambios cuasi-imperceptibles, pero existentes. La vida transita de esa forma, pequeñas interrupciones que descubren microetapas hacia el abismo. Intermitencia de negros que anuncia lo peor en medio de cansinos movimientos.
Dramático realismo para un retrato de la vejez que acierta punto a punto en un tránsito que resuena suave e insidioso; no advertimos la velocidad de los cambios, el tiempo diegético es administrado con habilidad.
La pantalla es partida en dos escenarios que se irán manteniendo de forma paralela. En principio, son las acciones de ambos esposos en simultáneo, luego, se sumará el hijo e, inclusive, tendremos la división para mostrar la misma escena en dos planos, la acción desde diferentes perspectivas. La diferencia es para el espectador, pero también para los personajes; la división posibilita la distinción, una separación en enfoques de lo propio y ajeno. Las vivencias de la enfermedad difieren, la aceptación de soluciones tentativas recibe el embate de la conservación de un ser sin derecho a eternidad.
El esposo pretende continuar igual cuando todo es diferente, es la resistencia a la dependencia y el renunciamiento. Nada permanece y, a pesar de los embates discursivos disidentes, la realidad no vacila en culminar su obra. Triste circunstancia que no considera individualidades, nos envuelve en un eterno retorno que arrasa toda chispa de sentido y sentimiento construidos. Finalmente, nada es importante, todo es tránsito.
El contraste de la calma es intento por mitigar los efectos de la crisis, un huracán silencioso se desata en medio de la fragilidad de la existencia humana; el hogar es parte de un contexto más amplio: el universo. El misterio de la vida es presencia desde lo inevitable a la vez que incomprensible; sueño que promueve un grado de despertar en otro sueño; aun no sabemos que depara. Los libros inundan de conocimiento un espacio impotente ante el destino; el saber encuentra sus límites en los confines de una circunstancia hogareña fuera de control, aun así, el riesgo se asume.
La cámara de Noé comienza a la inversa. Va desde el exterior en las alturas hasta el interior de la casa y viceversa. Definición de un contexto trascendente que contiene y descomprime un apartamento atestado de objetos, culminación en el vacío a la espera de un nuevo ciclo que lo habite.
Una película pacífica, cotidiana en movimientos; el ocaso de la vida, la tristeza opacada en trazos que resaltan la soledad en la inconsciencia. La enfermedad no impide el saber, el trastorno cognitivo abre un espacio a la captación emocional, la esposa notará los problemas que ocasiona.
Un filme de tránsito por espacios comprimidos y cargados, la estrechez despliega un accionar con poco margen que la testarudez se encargará de encapsular, la retención del pasado denota los intentos finales de aferrarse a una vida que se fuga en dosis cuasi-imperceptibles. Es el mérito de un manejo del devenir que elude la conciencia de lo inmediato. El tiempo diegético nos traslada por paralelos cotidianos, naturalizan la vida a punto tal de generar la sensación de tránsito pausado donde nada significativo está pasando, aunque, en el fondo, sí lo está. Por eso, el avance en la enfermedad parece suave, progresivo; el desenlace no pecará de abrupto en la aparente coincidencia, es lo simultáneo que se impone para todos.
Un cine completo donde la puesta en escena dice muchísimo más que la historia en sí, redondea una experiencia asimilable por el espectador, en términos de cotidianeidad familiar. Un realismo pacífico que golpea desde lo desapercibido, lo de todos los días. Una forma de quitarle impacto a la tragedia acompasa la calma y el respeto con que padre e hijo llegan a la discusión. La sobrecarga se descentra en la pantalla dividida, paralelismos que marcan cotidianeidades propias de la tercera edad.
Transitamos hacia un lugar donde se confunden la vejez, la enfermedad, el final; el origen remarcado en la posición fetal de Stephan recostado en el regazo de su madre demente. Todo esto en medio de una sala de espera a las puertas de un espacio impregnada de muerte. Son los inicios de la vida que marcan indefensión en un inevitable tránsito hacia la inexistencia. Todo condensado en dos planos que, a la vez, registran la misma puesta en escena desde diferentes ángulos. Sea cual sea el punto de vista, no hay lugar a dos visiones. Es la condensación de significados al mejor estilo del sueño freudiano, con sus mecanismos oníricos carentes de toda lógica discursiva en razón de vigilia. Los enfoques recaen sobre una puesta en escena sencilla a la vez que compleja en sus sentidos. Una circunstancia de resumen existencial, contundente, nos alerta en la desprotección y necesidad de contención del ser humano desvalido. El resultado será el mismo sea cual sea el grado de conciencia. Aun así, será inevitable, solo es cuestión de tiempo.
Unas palabras finales para resaltar la labor de Dario Argento y Francoise Lebrun en papeles acordes a edad y fase evolutiva.
El esposo trasmite de forma inequívoca la angustia, se trasluce en la paz que se esfuerza en alterar la comprensión. La esposa es sobrepasada por emociones intraducibles que, en atribución de significado, apelan a la intuición.
Vortex nos habla de la vida, de cómo el tiempo lo destruye todo. Un recorte que esgrime la necesidad del rumbo universal; regodeo inútil que se pasea bajo la inquietante espada del destino; sospechado, pero nunca descifrado.
Ficha técnica:
Vortex , Francia, 2021.Dirección: Gaspar Noé
Duración: 142 minutos
Guion: Gaspar Noé
Producción: Coproducción Francia-Bélgica-Mónaco; Rectangle Productions, Wild Bunch, Les Cinemas de la zone, KNM, Artemis Productions, Srab Films, Les Films Velvet, Kallouche Cinéma
Fotografía: Benoît Debie
Reparto: Dario Argento, Françoise Lebrun, Alex Lutz, Kylian Dheret, Kamel Benchemekh, Joël Clabault