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DOC Buenos Aires 2022

DOC Bs As

La esperada edición de la 22º Muestra de Cine Documental DOC Buenos Aires tuvo lugar del 24 al 28 de octubre de 2022 de manera presencial y también online. La riqueza de su programación, a cargo del crítico Roger Koza y bajo la Dirección General de la cineasta Carmen Guarini, nos acerca las nuevas tendencias del cine documental del ámbito nacional e internacional.

Este año, los estilos y las temáticas elegidas se orientan hacia una gramática visual y estilística que los conecta y nos permite indagar sobre el campo de la imagen, como del sentido y el rol del cine frente a los cambios culturales que impone el siglo XXI. La exploración de lugares remotos, la visibilidad de los seres que escapan de su destino como la oportunidad de oír a los silenciados, se suman al abordaje de hechos trascendentes de la historia que funcionan como disparadores ensayísticos e ideológicos acerca de la realidad contemporánea.

La indagación, el carácter reflexivo y hasta nostálgico que desprenden muchas de las películas proyectadas, responde al sentido homenaje sobre el gran teórico y cineasta francés, recientemente fallecido, Jean-Louis Comolli (1953-2021), de quien, al igual que en otras ediciones, se proyectaron tres películas: Los fantasmas de mayo del 68 (2018); Nicolas Philibert, azar y necesidad (2020) y Una cierta tendencia del cine documental (2021), junto a una charla sobre su trayectoria.

“A la tristeza de tal ausencia –comentó Carmen Guarini– necesitamos oponer el vigor con el que siempre, con optimismo, sonrisas y bromas, supo transmitirnos el ejercicio de una mirada crítica hacia las imágenes que invaden nuestra vida cotidiana. Militando con lucidez la idea de reflexionar sobre ellas, y de no acostumbrarnos ni dejar que nos dominen”, concluyó la directora y amiga del maestro francés.

Sin duda, Comolli fue una figura imprescindible en el campo de la crítica y el pensamiento sobre el cine, la influencia de la evolución tecnológica y el concepto de espectáculo -mercancía. Según el autor, “La máquina de cine no solo fabrica imágenes, fabrica una mirada que ve lo que no se había visto. El cine es un marcador histórico y contemporáneo de su tiempo”.

Parte de sus reflexiones fueron abordadas en el corto Comolli 8 (2022), de Ernesto Baca y Cecilia Fiel, quienes realizan un retrato de corte más experimental sobre el pensamiento del cineasta en torno al cine durante su visita a la Argentina en 2013.

Comolli 8

Junto al homenaje de la muestra, la mítica sala Leopoldo Lugones fue el lugar elegido como sede principal para la proyección de la película de apertura y clausura. Para dar comienzo se proyectó La noche oscura – Las hojas silvestres (Los ardientes, los obstinados, 2022), del cineasta francés Sylvain George, y como cierre se eligió Al amparo del cielo (2021), del realizador chileno Diego Acosta, dos autores que comparten un gran poder de observación y sensibilidad frente a lo real. El primero de ellos se ocupó de registrar, en un estilizado blanco y negro, la cruda realidad de los inmigrantes. George acompaña de cerca la lucha diaria de jóvenes en situación de calle en la localidad de Melilla, al norte de África, quienes desean llegar al continente europeo en busca de otra oportunidad para sus vidas. El segundo, también elige el blanco y negro para fusionar al hombre con la naturaleza de forma poética y onírica. Rodada en 16 mm, Costa narra la sacrificada tarea de los arrieros chilenos trasladándose con sus ovejas por la inconmensurable Cordillera de los Andes.

La noche oscura

Como todos los años, la programación del DOC Buenos Aires se divide en las siguientes secciones: Planos de todo el mundo; y Retrospectiva y focos, destacando la filmografía de tres realizadores muy diversos que responden a “la política de autores”. Entre ellos, la joven rusa Yulia Lokshina; el alemán Gerd Roscher, que viajó a Buenos Aires para presentar sus películas, y el argentino Martín Solá, de quien nos ocuparemos especialmente en esta crónica.

Planos de todo el mundo

La sección se caracteriza por el eclecticismo de sus propuestas visuales a través de cortos y largometrajes de distintas procedencias como de la fusión de varios formatos audiovisuales que dialogan entre sí.

Antes de tiempoLa indagación sobre el pasado, la reconstrucción de la identidad y la memoria que alberga la tierra son los ejes que aborda Antes del tiempo (Alemania, 2021), de la realizadora Juliane Henrich. Una joven mujer, que actúa como su alter ego, llega al pueblo polaco donde vivía su abuelo. La protagonista se nutre de información, a medida que recorre distintos paisajes y geografías, hablando con los lugareños o solo contemplando los espacios como una suerte de cronista. Los espacios parecen enlazar lapsos de tiempo, al igual que las fotografías, los libros, los hallazgos arqueológicos, los museos sobre dinosaurios y las ruinas nazis que aparecen en pantalla. A través de un collage audiovisual tan sentido como metafórico, Henrich enfatiza las huellas dejadas por la historia.

Continuando con la cinematografía alemana, tuvimos el gusto de ver y escuchar al cineasta Philipp Hartmann, quien presentó dos películas: una de ellas fue el cortometraje musical llamado Madrasha (2022). Producida en tiempos de pandemia, el director reunió a destacados músicos y cantantes de Berlín para formar un coro que ejecuta sonidos de animales, mientras se mezcla con la pieza del compositor alemán Dieter Schnebel, que da nombre a la película. Con fondo negro y en un mismo plano, dividido en ocho cuadros, los cantantes aparecen y desaparecen, a medida que se ejecuta la interpretación, junto a otras imágenes alusivas. La armonía y los sonidos se asocian a cierto estado primitivo con un componente sagrado de fondo que juega de contrapunto con el aspecto original y disparatado de la obra.

La película de Hartmann antecedió a la de su maestro, el cineasta, profesor y filósofo Gerd Roscher, quien dialogó con el público durante la retrospectiva que se ofreció sobre su obra, integrada por: Más allá de la frontera (1990); De lo contrario, también el fin acabará malogrado (1989); El ritual del sol negro (2000); Sombras breves (2013) y Un (2017).

Sombras brevesEn esta oportunidad, el director presentó Sombras breves (2013), un documental de corte etnográfico que reconstruye la expedición del científico Albrecht Rosche, en 1880, por el norte de África con la intención de encontrar los orígenes del Río Nilo.

Replicando el camino que recorrió Albrecht, en condiciones muy desfavorables para la época, el realizador logró adentrarse con soltura por la región de Zanzíbar bajo un registro cercano y hasta intimista con los lugareños. Tras viajar previamente a la región, adquirió confianza con los habitantes del lugar, desde donde pudo transmitir el valor cultural y las tradiciones sostenidas en el seno de una comunidad siempre perseguida y abatida por el afán colonialista. Con material de archivo y la voz en off –que funciona como diario de viaje de la expedición–, el documental expone el avasallamiento del hombre blanco, el tráfico de esclavos y las costumbres que perduran en la festiva comunidad de los nyau.

La presencia del cine argentino estuvo presente con el cortometraje Fuego en el mar (2022), de Sebastián Zanzottera. El relato evoca la explosión de un gasoducto en el golfo mexicano, en 2021, a partir del cual, el realizador reflexiona sobre el vínculo con su padre, un trabajador de los yacimientos petrolíferos de la Patagonia que ha fallecido. Su vínculo afectivo también se asocia al rol de los empleados que llevan la tradición del Gral. Mosconi y a las consecuencias negativas que provocó la privatización menemista en el 92. Bajo un formato que combina imágenes en 3D, fotos y material de archivo, el corto funciona como un homenaje a la memoria de su padre y a los trabajadores estatales expulsados del sistema.

Fuego en el mar

Otra presencia destacada de la sección fue la del rumano Radu Jude (Aferim! 2015; Corazones cicatrizados, 2016); Sexo desafortunado o porno loco, 2021) con el cortometraje Los potemkinistas (2022). El nombre remite a la insurrección llevada a cabo por los marineros rusos que integraban el famoso acorazado Potemkin en 1905; historia que es llevada al cine de la mano de Sergei Eisenstein en 1925. Basada en ese hecho, en Los potemkinistas se amplía la historia, ya que muchos de aquellos marineros recibieron asilo político en Rumania. A partir del evento evocado por un escultor y su amiga, la charla se suscita en torno a una escultura que responde a la estética brutalista enarbolada por el comunismo. Los recuerdos y la reconstrucción del simbolismo que expresa son satirizadas desde el humor político, haciendo una relectura ideológica de lo que ese símbolo representa para las nuevas generaciones. A la sagacidad del guion, se intercalan y contraponen las imágenes icónicas del maestro Sergei.

Los Potemkinistas

Junto al corto rumano, se presentó Del planeta de lo humano (2021), del italiano Giovanni Cioni (Nous/Autres, 2003), recientemente presentada en el Festival de Locarno. La película desdibuja la frontera entre documental y ficción al plantear un diálogo reflexivo y metafórico en torno a la finitud. Narrada en off por su realizador, la propuesta fusiona varios géneros y formatos visuales, al plantearse como un cuento de hadas, con mezcla de ciencia ficción y realismo documental.  A la historia de los inmigrantes que arriesgan su vida al cruzar “el sendero de la muerte”, frontera que separa a Italia de Francia, se suma el relato de un científico que tenía un método de rejuvenecimiento con sapos que hablan y monos enjaulados. Cioni parte de 2017 y recorre la historia hacia atrás, dando cuenta de los cambios en torno a la concepción de la vida y la muerte. Alegórica, nostálgica y arriesgada, Del planeta de lo humano también se nutrió de la experiencia de la pandemia, que profundizó el escenario distópico que nos propone.

Del planeta de lo humano

Foco Martín Solá

Entre las secciones de la muestra, la política de los autores nos permite conocer y acercarnos con mayor profundidad a la obra del cineasta y profesor argentino Martín Solá. En el recorrido por su cinematografía se exhibieron Caja Cerrada (2008) y Mensajero (2011), junto a la trilogía llamada “Lucha, fe y amor”, compuesta por Hamdan (2013), La familia chechena (2015) y Metok, una monja tibetana (2021).

Hamdan

Una de las particularidades de Solá es la exploración sociocultural que se propone registrar en cada uno de los lugares remotos a los que llega con su cámara, y desde donde decide agudizar su rol de observador. Sin ningún tipo de intervención sobre los hechos o personajes que aborda, su acercamiento, sensibilidad y refinamiento logra mimetizarse con la historia que narra, para dejar fluir los hechos delante de los ojos del espectador, que queda maravillado por la forma que adquieren sus relatos.

El estilo de Solá permite agudizar la percepción poética sobre los objetos o los paisajes naturales que contempla; logra adentrarse en las costumbres, transformarse en un partícipe más de los rituales o celebraciones religiosas, como transmitir el ritmo intenso de una danza infinita. Sus planos y la composición estilística que ofrece también expresan la desolación inconmensurable de una prisión o el sufrimiento del desarraigo de pueblos perseguidos a lo largo de la historia.

Caja cerrada y Mensajero comparten algunos tópicos en común: la mirada sobre el mundo del trabajo, la explotación laboral, los salarios escasos y la resignación de trabajar en condiciones difíciles o arriesgadas. En la primera, se observa el trabajo de los pescadores durante la noche en un barco pesquero que comercializa sardinas. Los detalles que capta con su cámara se complementan con el diálogo insatisfecho de los trabajadores, que desean algo mejor para sus vidas. En la segunda película, parte de la vida un joven mensajero que decide dejar esa tarea para ir a trabajar a las salinas jujeñas durante los meses más productivos. A diferencia de la anterior, se suma el trabajo sobre la luz y las sombras que realiza junto al director de fotografía Gustavo Schiaffino, enfatizando la belleza del paisaje y los objetos acariciados o escondidos tras la luz, como si esa armonía compositiva alimentase, aunque más no sea espiritualmente, las escasas posibilidades de crecimiento y desarrollo que tienen sus habitantes.

Mensajero

A partir del 2013, Solá continúa sus viajes hasta llegar a Palestina, Chechenia y el Tíbet, donde filmará historias de vida que se destacan por la lucha, la fe y el amor que emana de los protagonistas, vinculados por la falta de identidad, la violencia o la soberanía que les fue robada.

La primera es Hamdan, filmada en Palestina y narrada en off por Alí Mahmoud Hamdan Sefan, un profesor de literatura inglesa, miembro de Al-Fath, que fue detenido en 1973 por los israelíes, cuando entrenaba a un joven para que formara parte de la resistencia. Durante quince años permaneció en la cárcel israelí, soportando torturas y represión.

Su relato se inscribe en la cruda realidad que padece un pueblo que permanece en una cárcel a cielo abierto, como él mismo lo define. El suave recorrido de un travelling por las rutas, por la cárcel, a través de sus pasillos y celdas, se detiene ante el relato de una madre frente a su hijo preso. Tomado en un bellísimo primer plano, el rostro y la mirada de Hamdan traduce el sufrimiento de un pueblo. Su voz lo trasciende, para volverse un testimonio colectivo.

En La familia chechena, Solá potencia su rol de observador para introducirse en otro pueblo perseguido y bombardeado, que peleó por su territorio. Nuevamente, el uso de la voz en off sobre fondo negro enfatiza la presentación de Midaev, un hombre nacido en Chechenia, con familia numerosa y una madre que le narra la deportación que sufrieron a Siberia y los padecimientos recibidos.

Midaev se refugia en el Islam porque, según él, “aunque no quede nada, queda la oración”. A partir de ese momento, la cámara se mete en la vida cotidiana para reflejar sus costumbres y ceremonias religiosas. Así lo demuestran las frenéticas escenas de las danzas “zikir”, donde el realizador se inserta como uno más entre sus cuerpos; cuerpos y rostros exaltados y subsumidos en lo sagrado. Las mujeres chechenas también son captadas en sus tareas, con la distancia justa y a través de una lente que deforma sus contornos. No así, con los rostros en primer plano de las niñas, a las que exalta su belleza y su mirada aún inocente y descreída de los males del mundo.

La última película de la trilogía es Metok, una monja tibetana (2021). Rodada en India, Italia y el Tíbet, la historia gira en torno a una joven monja tibetana, llamada Metok, que vive en un monasterio de la India, donde fue enviada por sus padres para educarse y formarse en medicina. Ante la llamada de su madre, pidiéndole que asista el parto de una mujer que pronto dará a luz, Metok emprenderá el viaje hacia su hogar, del cual partió hace muchos años.

El camino al Tíbet es difícil, pero la preparación espiritual y la calma que contiene la personalidad de Metok la lleva a cumplir esa misión para la que fue destinada: ayudar a otros. Solá nuevamente hace un registro minucioso de ese recorrido desde grandes planos generales y luminosos que contrastan con las tomas oscuras y cerradas en el interior de una cueva que atravesará hasta llegar a la frontera.

La voz en off de Metok acompaña su travesía, mientras relata la historia de su pueblo invadido en 1959 por los chinos, quienes coartaron su libertad y autonomía. En busca de esa reconstrucción, la llegada a su hogar y el reencuentro con su familia refuerzan los lazos afectivos y mantienen viva la memoria de quienes son como pueblo y cultura.

En su último trabajo, el desplazamiento para adentrarse en un nuevo paisaje asiático, rescata las costumbres y los roles de género de la cultura milenaria tibetana, transmitiendo al espectador una armoniosa y apacible forma de mirar el mundo.

A modo de cierre, no podía dejar de incluir una frase del recordado Jean-Louis Comolli, expuesta en su libro Una cierta tendencia del cine documental, las que alentaron la pluralidad y el espíritu cinematográfico de la 22° edición de la Muestra DOC Buenos Aires:

“En los años 80 abandoné el cine de ‘ficción’ y preferí los documentales por su libertad. Es en el documental que la palabra filmada cobra fuerza y ​​belleza, que los cuerpos filmados, sean los que sean, adquieren una dignidad, esa de la que se burlan los servidores del mercado”.

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