Críticas
El reino de las ilusiones y las limitaciones
Los reyes del mundo
Otros títulos: The Kings of the World.
Laura Mora Ortega. Colombia, Luxemburgo, Francia, México, Noruega, 2022.
Esta película, esencialmente colombiana, fue filmada enteramente en regiones del Departamento de Antioquia y de la ciudad de Medellín, su capital, donde vivo. Ha sido bastante elogiada, inclusive premiada a nivel internacional, lo cual es bueno para el cine colombiano. Creo que la buena acogida de la crítica trasciende las naturales atracciones que generan el realismo mágico de estas tierras tropicales y las narrativas de los problemas sociales, de violencia, de narcotráfico y de desplazamiento que han sido abundantemente tratadas en el cine de este país. En este caso, la película se enfrenta a unas historias profundamente humanas e interesantes, contada con recursos de excelente factura que mantienen la curiosidad, la atracción y el encantamiento de los espectadores.
Quiero resaltar la excelente materia prima que sustenta la historia principal, armada con las aventuras a modo de película de carretera de una pandilla de cinco jóvenes amigos que se lanzan a recorrer los caminos que llevan desde Medellín en las montañas andinas, a las tierras bajas del Río Nechí, al norte de Antioquia. La capital es una vibrante ciudad, plena de contrastes, de limitaciones y de oportunidades y ella los muchachos viven del rebusque y, aparentemente, del pandillaje escenificado en medio de peleas en cercanías de la estación Prado del Metro, donde abundan los inquilinatos y las ventas callejeras de segundas. Las primeras escenas muestran la entropía, el desorden y la picaresca urbana, nada que permita adivinar proyectos de vida o perspectivas para personas juveniles y alocadas, donde aparecen como elementos de esperanza unos incipientes e inestables niveles de amistad y la cercanía de esas personas buenas y amables que siempre apoyan a los pillos con amabilidad y consejos, aunque sin que haya mucha escucha. Surge un elemento novedoso e inesperado que cementa la historia, cuando el protagonista principal se entera de la aceptación de unas reclamaciones de tierras a nombre de su abuela, en la región de Nechí. Ello hace parte de programas de restitución de tierras de víctimas desplazadas por la violencia y él aparece como beneficiario. Los que conocemos la realidad local intuimos que los papeles oficiales recibidos en la notificación no son prenda de garantía ninguna, pero el joven se ilusiona y arma su jornada de carretera a la cual se unen otros cuatro compinches, en busca de esa tierra prometida.
Se trata de un viaje por la carretera que desde Medellín trepa hacia las altas y frías mesetas del norte, para bajar eventualmente hacia las planicies del bajo Río Cauca y sus tributarios, notablemente el Nechí, zonas de clima cálido, acosadas por la presencia de la minería ilegal y los cultivos asociados con el narcotráfico y las mafias criminales. En ellas conviven esas maldiciones nacionales con el trabajo honesto de la ganadería, algunas pocas empresas, el comercio, los cultivos de pan coger, la minería artesanal y muchas otras actividades, donde los pueblos, llenos de ruido y de rebusque, dan sensaciones de informalidad y de incierta aventura no exenta de oportunidades. Esta travesía de los cinco jóvenes está plagada de aventuras en un viaje que utiliza medios de transporte inusitados, donde se encuentran con lo mejor y lo peor de las gentes. Todo se va resolviendo bien, casi milagrosamente, hasta dónde es posible en un ambiente de amistad azarosa y torturada donde cada protagonista contribuye con cargas de miedos, incertidumbres y desconfianzas. Los comportamientos del grupo se mueven entre la nobleza, la esperanza, la ilusión y la fe, sin que sea posible que dejen de aparecer la violencia, la malicia, incluso la maldad deliberada, la traición y la desconfianza. Hacen parte de esta compleja mezcla los ambientes de carretera montañera, los paisajes, la lluvia, las travesías por matorrales, los bejucos y los árboles, los ríos y las quebradas, los pantanos y las rocas. En todo el viaje el grupo va creciendo y decreciendo, sintiendo que son los reyes de un mundo salvaje donde el trono son las plataformas de carga de los camiones donde se trepan en buena parte del viaje; reyes de una corte que es extiende por extensas regiones que se pueden conquistar. Excepto que hay dureza y peligros por doquier, como en todo reino, especialmente considerando que se trata del reino de un rey ilusionado, acompañado de cuatro mosqueteros armados de machetes, altivos y pendencieros que se creen poderosos, pero que solo pueden ejercer el poder en simbólicas escenas de frustración y de protesta. En una de esas escenas, casi literalmente tomada de Los Miserables, el grupo arma una barricada en las calles del pueblo, a la cual prenden fuego, símbolo desafiante de poder, creando el ambiente para que el protagonista exclame “Nosotros declaramos que, a partir de este momento, todos los hombres seremos iguales; a partir de ahora nadie tendrá más que nadie, nadie será más que nadie”.
La máxima prueba de las limitaciones existentes en estos reinos de la Colombia salvaje surge cuando el grupo, luego de manifestarse libre de las limitaciones de la burocracia y llegar al fin a la tierra soñada, se ve rodeado por las mafias y las realidades de la minería criminal del oro, azote que acaba sin misericordias con tierras, con leyes, con notificaciones y con consciencias, apoyado en la fuerza de las armas y del dinero.
Trailer:
Ficha técnica:
Los reyes del mundo / The Kings of the World , Colombia, Luxemburgo, Francia, México, Noruega, 2022.Dirección: Laura Mora Ortega
Duración: 110 minutos
Guion: Laura Mora Ortega. María Camila Arias
Producción: Cristina Gallego, Paz Lázaro, Elisa Fernanda Pirir, Regina Solórzano, Mirlanda Torres
Fotografía: David Gallego
Música: Leonardo Heiblum, Alexis Ruiz
Reparto: Carlos Andrés Castañeda, Davison Flórez, Brahian Acevedo, Cristian Campaña, Cristian David Duque