Críticas
A la búsqueda de identidades
Broker
Otros títulos: Baby, Box, Broker.
Hirokazu Koreeda. Corea del Sur, 2022.
El director japonés Hirokazu Koreeda continúa perfilando otros modelos de familia alejados de los sobrevenidos por consanguinidad. En Broker, se traslada a Corea del Sur para filmar una historia sobre abandono de bebés y adopciones. Su arranque es espectacular. Diluvia. En una tonalidad intensa con predominio de azules nos lleva a una ciudad. Las imágenes atrapan por su carácter electrizante, sobrecogedor y hasta fantasmagórico. Entre picados y contrapicados, observamos a una joven caminando con un bulto. Tras un corte, divisamos una enorme cruz iluminada. A dicho edificio se dirige nuestra muchacha. Es una iglesia. En contrapicado, sube unas escaleras y se desplaza decidida a la entrada. Allí hay una caja de bebés, sitios habilitados en algunos países para abandonarlos, sabiendo que van a ser recogidos y atendidos. Pero la chica no abre la caja sino que deposita el bulto en el suelo. Es una criatura. La arropa y se retira sin ella. Casi sin transición, con otro brusco corte, la cámara se sitúa en el interior de un vehículo, en el que dos mujeres observan con atención la escena. Una exclama: “Si no lo vas a criar, no lo tengas”.
En las películas de Koreeda nos encontramos dramas domésticos plenos de delicadeza. En ellos nos topamos con abandonos, muertes o arrepentimientos de personajes que fallan con sus seres queridos. Son familias que luchan contra la adversidad, que se reinventan frente a las tragedias. Y la aproximación narrativa y visual del realizador nipón resulta transparente respecto a la presencia de la cámara. Heredero del shomin-geki, un cine popular desarrollado en la etapa clásica japonesa, deriva con Koreeda con su constante mutación de la familia tradicional. En toda su filmografía es evidente dicha reiteración, incluso en los filmes más alejados de dramas domésticos. Así, en El tercer asesinato (Sando-me no satsujin, 2017), el tema de la paternidad se erige como un pilar básico y en Distance (2001), ahonda en los socavones de los lazos de consanguinidad para llegar a nuevos núcleos afectivos. Quizás, en su largometraje más famoso, en Un asunto de familia (Manbiki kazok, 2018), sea donde el realizador se haya adentrado con más fuerza en la noción de familia reconstituida. Su núcleo protagonista está formado por personajes que ejercen los roles de progenitores, hijos o hermanos sin consanguinidad alguna. Al autor le interesan más los afectos surgidos por el tiempo compartido para llegar a una intimidad reconfigurada. El análisis no se circunscribe en la exploración de la propia paternidad sino que también disecciona el papel que los propios padres han configurado en la vida.
En Broker nos sumergimos en una película de carretera que juega entre el drama y la comedia. Además, es significativa la empatía con la que el director observa a sus personajes. A todos y a todas les dota de razones para justificar sus actos, aunque estos se alejen de la legalidad o de la moralidad imperante. Y dicha amabilidad se extiende a las madres que abandonan a sus hijos, a traficantes con “buenas” intenciones o a miembros de la policía con cuentas que ajustar del pasado. ¿Estamos ante una película provida? No nos lo parece pero el filme deja muchos interrogantes abiertos; entre ellos, ¿es éticamente sostenible un enriquecimiento personal apoyado por el mayor bien jurídico a proteger, el de bebés abandonados? ¿cuántos de ellos logran salir adelante desde hospicios, orfanatos o centros de acogida? ¿la existencia de puntos de recogida de recién nacidos fomenta su abandono? ¿cómo no reflexionar entre los lazos de familia heredados con los elegidos?…
Paralelamente al desarrollo de la trama principal, rodado de forma lineal, se inserta un thriller policiaco que creemos que es la elección menos acertada de todo el filme. Con él se adicionan escenas que más que cautivar, consiguen dilatar el ritmo y abrir puertas confusas en el espectador. Se necesita estar bien atento para no perderse en espesuras que no llevan a ningún lado. Basta, para disfrutar el filme, el zambullirse en la cotidianidad de escenas trasladadas a un núcleo disfuncional. Al final, creemos que el mensaje que se transmite es la mayor fortaleza que se establece entre una familia elegida con mayor o menor margen que las que derivan de la sangre, que vienen de serie, qué le vamos a hacer. Estamos ante un cine que huye de cualquier planteamiento axiológico que se limita, y no es poco, a registrar con la cámara mientras observa y no juzga. La exposición lógica se deja al margen para desnudar objetos y sujetos. Con la mezcla de géneros propio del cine posmoderno, se construye deconstruyendo para internarnos en una exposición que inquieta y cuestiona más que resuelve.
Estamos frente a la decadencia de la noción de “héroe”. La frontera entre bien y mal se desdibuja para adentrarse en el cuestionamiento de valores y sus reversos: honestidad, transparencia o integridad frente a manipulación, opacidad, poder o riqueza. Por otra parte, volvemos a la elección del viaje como elemento integrador. El trayecto predispone al reencuentro con uno mismo y al descubrimiento de la diferencia, a la apertura para identificarse en otros modelos. Se trata de una huida hacia adelante. Y el vehículo, en este caso, se eleva como lugar móvil sustitutivo del hogar, en su estética de la repetición. Como sugiere Anne Hurault-Paupe, la road movie sirve para avanzar el relato de una manera simbólica que remite a la construcción de una identidad individual y/o colectiva. Como en Broker, el destino del recorrido no suele coincidir con lo inicialmente planeado, incitando a la apertura de nuevos planteamientos inicialmente no contemplados. La identidad ya no es un objeto patrimonial que se traslada de padres a hijos y se conserva a lo largo de la existencia; por el contrario, se alza como un elemento en permanente construcción y deconstrucción.
No se nos ha pasado por alto, tampoco sorprende, lamentablemente, que el precio de los recién nacidos varones sea más elevado que el de las niñas… Sin comentarios. Por otra parte, Koreeda, desde la austeridad de su objetivo, filma con humanismo, contención y respeto. Inevitablemente, el autor de Nadie sabe (Dare mo shiranai, 2004) ha sido considerado como el heredero de Ozu, por el interés de ambos por profundizar en las relaciones familiares. Ambos pueden considerarse como testigos privilegiados de la evolución del concepto de familia en la sociedad japonesa durante el siglo pasado y lo que llevamos de este. El lugar en el que se desarrollaba el fenómeno de la socialización humana, desde el nacimiento hasta la ancianidad, aquel que hacía posible el cumplimiento del orden natural, ha sido desplazada con nuevas ideas y formas de entender las relaciones. Así lo plasmó Ozu y lo sigue haciendo Koreeda. Y si bien la mirada del primero parece posicionarse en un terreno neutro y resignado, el segundo lo hace desde la comprensión y la empatía. Ambos tuvieron problemas con sus propios padres y ello se refleja con claridad en su cinematografía.
Siguiendo con referencias, Broker nos recuerda a El verano de Kikujiro (Kikujiro no natsu, 1999), del director, también japonés, Takeshi Kitano. En esta última se narra el viaje de Masao, un niño de diez años a la búsqueda de su madre y en compañía de Kikujiro, interpretado por el mismo Kitano. Ambos autores, dentro del drama que perfilan, optan por discurrir en un tono de comedia a la búsqueda de sentimientos. Los dos filmes se configuran en forma de episodios en un itinerario en el que surgen relaciones de camaradería en un grupo alternativo. La madre ausente como pérdida irreparable que debe afrontarse con resignación y positivismo. Como Peter Pan, el clásico de Disney (Peter Pan de Clyde Geronimi, Hamilton Luske, Wilfred Jackson y Jack Kinney, 1953), que pensó, tras abandonarle una ninfa al nacer, que su madre conservaría siempre una ventana abierta para él. Kitano también ha recordado siempre que sus padres le tuvieron por falta de dinero para abortar. Este rechazo prenatal, como la ausencia del padre en Koreeda, ha marcado las obsesiones de ambos y sus respectivas filmografías.
Por último, cómo no acordarse y relacionar Broker con El chico de Charles Chaplin (The Kid, 1921). El abandono materno tratado con risas y lágrimas que en unos se transforma en inapelable y en otros con posibilidad o certera revocación. Nuestra fragilidad ante el desamparo y la soledad por la deserción de progenitores ha marcado un profundo surco en la historia de la humanidad. Búsquedas, reencuentros y pérdidas que seguirán obsesionando a sus implicados, años pasen, y sin importar razas, nacionalidades o condiciones sociales.
Tráiler:
Ficha técnica:
Broker / Baby, Box, Broker , Corea del Sur, 2022.Dirección: Hirokazu Koreeda
Duración: 129 minutos
Guion: Hirokazu Koreeda
Producción: Zip Cinema
Fotografía: Hong Kyung-pyo
Música: Jung Jae-il
Reparto: Lee Ji-Eun, Song Kang-ho, Gang Dong-won, Bae Doona, Lee Joo-young, Bek Hyun-jin, Ryu Kyung-Soo, Kang Gil-woo, Song Sae-byeok, Sun-young Kim, Lee Dong-hwi, Choi Hee-jin, Park Hae-jun