Llaman a la puerta

El mundo entero se sacudió y se asustó con El sexto sentido (The Sixth Sense, 1999), la tercera cinta del director y libretista M. Night Shyamalan, lo que lo perfiló como una gran promesa en el cine de suspenso de Hollywood. Aunque sus siguientes películas han tenido cierta taquilla, y yo acepto que he contribuido a esto, nada ha estado al nivel de su gran éxito de finales de los años 90. Y no lo digo solo yo, los críticos y espectadores por igual le han dado duro a películas como Después de la tierra (After Earth, 2013) y Tiempo (Old, 2012), su adaptación de la novela gráfica Sandcastle de Pierre-Oscar Lévy y Frederik Peeters, por no hablar de las demás. Así que Shyamalan técnicamente no se ha ido a ningún lado, pero después de darle la oportunidad (nuevamente) con Llaman a la puerta (Knock at the Cabin, 2023), basada en la novela La cabaña del fin del mundo, de Paul Tremblay, es posible decir que ese Shyamalan de la cinta del niño que veía gente muerta está de regreso.

Llaman a la puerta empieza con una pareja gay, conformada por Eric y Andrew (Jonathan Groff y Ben Aldridge, ambos actores abiertamente homosexuales, seguro para evitar quejas) que llevan a su hija Wen (Kristen Cui) a unos días de descanso en una cabaña que parece que realmente estuviera en el fin del mundo, en lo más remoto del bosque y sin señal de celular. Aquí reciben la más extraña de las visitas: cuatro personas, liderados por Leonard (Dave Bautista) los retienen contra su voluntad y les aseguran que el mundo está llegando a su fin.

La única forma de salvarlo es que uno de los integrantes de esta familia deba morir, pero no se puede suicidar, uno de ellos mismos debe hacerlo. Así como en la novela, nunca hay una respuesta o razón satisfactoria a por qué ellos, pero tranquilos que esto no es un spoiler, desde el comienzo Leonard lo deja claro: ninguno sabe bien las razones, o eso dice, pero todos han tenido las mismas visiones acerca del fin y llegaron de lugares diferentes de Estados Unidos a conocerse en esta búsqueda, están absolutamente seguros de que están en el lugar y con las personas correctas.

Ahora, la pregunta que surge durante toda la película es, ¿quién tiene la razón? Y acá viene la parte más aterradora de la cinta, al menos para mí, que he crecido con ese miedo del fin del mundo, que nada, que llega: en la televisión todos son testigos de fenómenos extraños en todo el mundo, esas cosas aterradoras de las peores pesadillas que, sin lugar a duda, podrían significar el fin del mundo. Pero, ¿son esos videos reales o un montaje? ¿Estos recién llegados son unos psicópatas fanáticos de esos cultos del fin del mundo o de verdad van a salvar a la humanidad así?

Bautista y el resto de su grupo de “visionarios” (Abby Quinn, Nikki Amuka-Bird y un sorpresivo Rupert Grint) juegan el papel a la perfección, sus actuaciones son verosímiles y hacen que el espectador mantenga la duda hasta el final, sostenido por la contraparte, los geniales Groff y Aldridge. De ellos, vemos en flashbacks el proceso de la adopción de Wen y su pasado, que parece haberse cruzado con alguno de estos desconocidos, por lo que creen que esto es simplemente un crimen de odio contra lo que representa una familia homoparental como ellos.

Con lo cerca que, supuestamente, estuvimos del fin de la humanidad con la pandemia, y lo peligrosamente próximos que estamos de una tercera guerra gracias a Putin, es inevitable encontrar perturbadoras las imágenes que funcionan como la evidencia de que, esta vez, de verdad, todo ha llegado a su fin. ¿Cómo sería? ¿Quién moriría primero? Y peor aún, surge una pregunta más perturbadora: Si en las manos del espectador estuviera el bien de TODA la humanidad por matar a alguien de su familia, ¿lo haría?

Así hubiera una absoluta seguridad de que con eso se salvaría una raza humana que ha destruido su propio hogar y ha demostrado ser el peor animal sobre la tierra, ¿quién apretaría el gatillo sin remordimiento? Acá se ve un Shyamalan más analítico, maduro, que juega con los temores del espectador como lo hizo en sus mejores épocas, apretando la tensión según van pasando los minutos y generando la ansiedad en la sala de cine hasta llegar a un final diferente al del libro, de ahí la razón por la que Tremblay pidiera cambiar el nombre de la cinta para alejarlo de su fuente original.

Para algunos críticos y espectadores, la historia les resulta aburrida por estos cambios, la ven predecible y lenta. Para otros, entre los que me incluyo, es la mejor obra de Shyamalan en años y redime su terrible fracaso con otra de sus películas de la misma temática, El incidente (The Happening, 2008), nominada a cuatro premios Razzie, los que «galardonan» lo peor de la industria cinematográfica (sorpresivamente, no ganó). Manteniendo el estilo de Shyamalan, Llaman a la puerta explora lo que pasa dentro de los personajes, es un terror psicológico que apela a los miedos individuales y a la tensión que logran construir en las escenas, demostrando el gran trabajo de dirección actoral que lograron, especialmente Bautista, que ofrece una interpretación diferente a todo lo que ha hecho hasta ahora.

Los que han leído el libro aseguran que hay cambios importantes en los temas que se tocan sutilmente y que seguramente no habrían llegado a verse en una película, así que el trabajo que hizo Shyamalan (una readaptación de la versión de Steve Desmond y Michael Sherman, quienes habían llegado a la famosa “lista negra” de guiones de Hollywood con su primer borrador) es de elogiar. Estos comentarios solo me hacen querer leer el libro más que antes, volver a tener fe en Shyamalan y preguntarme si mi teoría de que se robó el guion de El sexto sentido es cierta o, simplemente, ha tenido una suerte extraña con su cine y sus finales desde que conoció el éxito.

Trailer: