Géminis, el planeta oscuro

Rusia es al menos la segunda potencia espacial, así que me pareció bien interesante esta película basada en la ciencia ficción y los viajes al espacio, hecha en Rusia. Su argumento tiene claros tonos internacionales y de no ser por los apellidos y nombres de los protagonistas y realizadores, pocos elementos darían a entender el origen nacional de la cinta.

La tierra está en peligro. Una enfermedad mortal ataca las plantas, disminuye el oxígeno de la tierra y a pesar de los esfuerzos internacionales y las distintas investigaciones, todo indica que no será posible evitar que la fatal pérdida de hábitat lleve a la destrucción misma de la raza humana. Así que se plantea viajar a un planeta lejano que contiene las claves para evitar la hecatombe. Resulta que se encontraron elementos tecnológicos de gran antigüedad, depositados en la tierra por alguna civilización extraterrestre, que indican la conveniencia de este viaje, además de que lo posibilitan: una esfera capaz de crear vida y un motor capaz de llevar la nave a su lejano destino.

Esto nos conecta a una idea especulativa que con frecuencia parece estar descrita en antiguos monumentos y pinturas: la tierra ha sido visitada por poderosas civilizaciones en el pasado, que contribuyeron a establecer la vida o al menos a transmitir valiosa información tecnológica que posibilitó el desarrollo civilizado en nuestro planeta. En este caso no se trata de claves especulativas, sino de elementos físicos reales y poderosos.

Así que se emprende el viaje en una nave perfectamente dotada, a cargo de una tripulación de científicos y de navegantes espaciales. Son personas muy profesionales y organizadas, enfocadas en la misión; pero no son autómatas y viajan a lo desconocido y ello da lugar a naturales temores y sentimientos, relacionados con sus seres cercanos y con las actividades que han dejado en la tierra. En esas andan, cuando todo se sale de control y empieza la aventura espacial.  Se genera todo tipo de tensiones, discusiones y conflictos de mando cuando la tripulación es consciente de que la nave ha perdido su curso y sus capacidades para cumplir la misión esperada. Un monstruoso enemigo interno surge, un desconocido planeta aparece, el desastre es seguro e inminente.

En estas circunstancias, la desordenada entropía se apodera de las mentes y amenaza en todas partes, nada es seguro, no hay confianza ni procedimientos. Con frecuencia en el cine y en la vida ocurre la tragedia destructiva. Afortunadamente se confabulan las oportunidades y las circunstancias con la creatividad y el liderazgo inesperado de algunas personas para elevar la mirada por encima del desastre y plantear las soluciones, estableciendo orden, método y posibilidades en medio del maremágnum. No es tarea fácil, pues todo indica que no hay soluciones.

La película describe bien este ambiente, jugando con planos cercanos y lejanos, enfocando personajes, espacios físicos, acciones, pensamientos y recuerdos, aplicados a cada uno de los tripulantes, de modo que la nave y sus espacios, sus sistemas, sus compuertas se vuelven protagonistas y poco a poco, nosotros y los personajes vamos presintiendo una extraña solución al problema. Se trata de una fábula sobre la historia, la genética, el tiempo, el presente y el pasado, protagonizada por el amor de una pareja que se proyecta poderosamente, de manera que los mensajes de la mente humana son capaces de trascender el espacio y el tiempo, en un viaje amoroso al pasado remoto.

Se convierte el filme en un atractivo desafío para nuestra imaginación, como corresponde a las buenas historias de ciencia ficción, además de llevarnos por una entretenida aventura, atrapados todos en un viaje sin retorno, lleno de tonos grises y misteriosos. En esta jornada, podemos aprovechar lo que se nos muestra, para especular sobre nuestra tierra, las plantas que nos dan vida, los virus que pueden ser incontrolables y la ciencia el espíritu humano que no renuncia a encontrarle sentido a todo y a poner orden a los poderosos efectos de la entropía.

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