13 exorcismos

Esta película pertenece a un género especial del cine de terror. Se trata de películas que dan la impresión de basarse en asuntos de la vida real, tan ciertos como el hecho de que la Iglesia Católica cuenta con grupos de sacerdotes altamente seleccionados y capacitados para aplicar unos ritos especiales, que se remontan de alguna forma a las escenas evangélicas en las cuales Jesús expulsaba los demonios que se habían posesionado en algún desafortunado viviente. Mediante estos ritos, que el filme menciona que pueden hacerse hasta 13 veces en la persona poseída (de ahí el título), se logra la expulsión del demonio, a base de un trabajo gradual y doloroso, en el cual el demonio se va manifestando como un ser real, que tiene nombre y personalidad. Cuando finalmente el sacerdote exorcista logra obligar el demonio a decir su nombre, se llega a un punto de dominio sobre tal manifestación del mal, que puede ser expulsada, liberando al pobre ser esclavizado, no sin que antes el demonio presente le haya obligado a decir cosas terribles y ofensivas y a adoptar posiciones y formas grotescas y horrorosas.

El filme clásico del género es El Exorcista, (William Friedkin, 1973), una película de gran éxito y calidad, conocida por muchos espectadores ya que se ha mantenido a través del tiempo no solamente en los medios de cine digitales y los canales de películas, sino en obras que han sido recreaciones del filme. Por ello, es natural que una cinta como 13 exorcismos sea comparada por cualquier espectador con el clásico mencionado. Considero que tiene muchas coincidencias, pero también significativas diferencias y calidad propia, que hacen de interés darle la atención del caso, y eso fue lo que experimenté al visionarla. Así que he decidido compartir con ustedes mis impresiones.

Lo primero es señalar que narra una historia centrada en nuestros ambientes de habla hispánica y creencias católicas y ello permite mayor cercanía y realismo. El sacerdote exorcista no es en este caso un estudioso escolar lleno de las dudas y las inquietudes personales de muchos de los sacerdotes anglosajones, reluctante a aplicar los extraños ritos, sino un personaje de mayor sencillez intelectual y mayor devoción y fe personal, como se me ocurre que es el típico sacerdote del catolicismo latino; además es curtido en estas faenas que asume con cierto gusto, como una vocación de vida, a pesar de que sabe que entrañan peligros y misterio.

En ambos casos, la persona poseída es una mujer joven y aparecen resonancias de feminismo, de machismo y de dificultades de comportamientos basadas en las dificultades de los adultos para acoplarse a los jóvenes y de estos para dialogar y saber conversar con sus padres y los adultos que los rodean. Se me antoja mucho más clara la presentación de estos conflictos en el filme español, donde la madre y alguna de las maestras son duras con la joven adolescente (no faltando alguna dispuesta a examinar las cosas profesionalmente, como casos de estudio); y el padre es débil y cargado de dudas educativas. La dureza y la ambivalencia de las mujeres adultas con ella, tiene unos tonos relacionados con rigideces en los temas de religión, algo que no creo que sea común en la modernidad española, por lo que se introduce una debilidad en la trama, que se puede excusar, pero que se nota como exagerada y artificial en exceso y que contrasta con la actitud de la madre en el clásico del género, un ser mucho más humanizado y cercano a su hija.

En nuestro caso, hay mayor atención al personaje poseído, en cuanto a su historia personal y a la secuencia de eventos que conducen a la posesión. Ella es una joven estudiante, inocente, pero curiosa, que se deja influenciar de sus amigos, y en esas se  atreve a jugar con dos situaciones extremas, por las cuales ciertamente se pueden filtrar algunos demonios, capaces de perturbar a las personas: Una es la experimentación con las drogas alucinantes y pastillas modernas que enganchan y matan a muchos jóvenes; la otra es la experimentación y los juegos, aparentemente inocuos, con los espíritus de personas muertas, en ambientes aparentemente embrujados donde habitan y asustan. En este caso y bajo ambas influencias, la trama conduce a traumas, espirituales, corporales, conductuales o sicológicos, que afectan a la joven y dan origen a la historia.

En ella hay un buen trabajo de efectos especiales, abundantes diálogos, una buena actuación de la protagonista y una serie de escenas que mantienen la atención, en las cuales se van involucrando una serie de personajes, complicando las cosas y llevándolas a una serie de eventos inesperados y desafiantes. Como lo es el paso de una joven adolescente por los tortuosos senderos de las comunicaciones pobres y la introversión, tan comunes y tan conducentes a problemas de soledad, drogadicción, frustración y depresión, que exigen mucha habilidad, comprensión y creatividad por parte de padres, maestros, hijos y amigos. Ojalá que las buenas comunicaciones, la verdadera espiritualidad y los diálogos sabios se conviertan en exorcismos para expulsar tales traumas y demonios, como adecuados ritos de pasaje por la juventud.

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