Críticas

La transformación del funcionario estricto

Como Dios manda

Paz Jiménez. España, 2023.

El género de comedia en el cine español se mueve, en la mayoría de los casos, por impulsos carismáticos. Se potencia y se persigue la presencia en el reparto de  intérpretes de solvencia en el registro y aceptados por un público deseoso de pasarlo bien y disfrutar con sus aventuras, desventuras y meteduras de pata. Un mecanismo que cuando se aprieta la tecla adecuada y se encamina hacia una dirección convergente entre la chispa de la idea, la impronta de sus actores y la destreza para la bufonada el recibimiento se consigue alcanzar no sólo un cierto éxito sino que se procura aumentarlo con otras secuelas. Este mecanismo comercial podrá ser más o menos discutible. Pero como funcione la longevidad de su propuesta tiene el límite del desgaste y la erosión. El espectador es el que dicta sentencia.

Ahora mismo, en España, juntos o por separado, trabajan con asiduidad dos actores que salvo alguna excepción fortuita todo lo que tocan lo convierten en oro o en un metal parecido y de la misma aleación. Me refiero a dos figuras que desde hace un tiempo irrumpen en la cartelera con una frecuencia muy alta. Ellos son Santiago Segura y Leo Harlem. El primero, con una carrera forjada gracias al marrullero y viscoso perfil de su personaje por antonomasía; Torrente cuenta en su haber otras prestaciones que no lo han descabalgado del trono que ocupa hoy en día. Su trayectoria y formulación, bien mirada y mejor analizada, contempla sus apariciones en obras ajenas que también han contribuido a esculpir su aura de fenómeno de masas. De otra estirpe y de advenimiento famoso más reciente surge el segundo nombre, Leo Harlem, un cómico curtido en el siempre exigente campo de los monólogos. En este ámbito, con dominio de la inmediatez (directo), creó un estilo peculiar y campechano (mucha ironía sociológica), de una vis cómica de indudable encaje, que lo llevó a la actuación delante de una cámara conquistando muy pronto a una audiencia entusiasta por su humor cercano, reconocible y de notable habilidad para engranar los chistes y las ocurrencias, con un ritmo estructural muy talentoso.

Leo Harlem (1962) constituye a su edad una tipología de actor asociado a hombres urbanitas con más o mejor suerte en la vida que se enfrenta a problemas cotidianos, de andar por casa. Representa una tipología de clase media sumido en las circunstancias mundanas y prosaicas que no son otras que las de un varón maduro casado o separado, con hijos o sin hijos, cuya sustancia es mostrar pesadumbre o infortunio al comienzo para elaborar con el avance del argumento una postura positiva y conciliadora. Una estrategia de manual enfocada a plantear pequeños conflictos que nunca cruzan la línea prohibida de la gravedad para concluir solucionándolos de manera voluntariosa y eficaz. El mensaje que se vende es la autoestima y el buen rollo se imponen a cualquier negro panorama.

En esta línea aparecen títulos de muy fácil consumo como El mejor verano de mi vida (2018), de Dani de la Orden, que puede ser anotada como un filme fundacional; Padre no hay más que uno 3 (2022), de Santiago Segura; A todo tren 2: sí, les ha pasado otra vez (2022), de Inés León; y se anuncia el estreno inminente de Vacaciones de verano (2023), de Santiago Segura. Esta última promocionada como el largometraje ideado y diseñado para romper la taquilla y prolongar una versión de éxito veraniego apuntalado como una cita que ha venido para quedarse todos los años hasta la jubilación de sus artífices o esperar el relevo generacional.

De esta materia está orquestada y muñida Como Dios manda (2023), de Paz Jiménez. La ópera prima de la realizadora, con guion de Marta Sánchez, edifica su dispositivo visual y discurso sociológico en función de la forma de ser, interpretar y modular su energía socarrona de Leo Harlem. Su presencia en pantalla abarca casi todo el metraje y difícilmente se le ve fuera del encuadre. Por lo tanto no es descabellado etiquetarlo como un vehículo indispensable para la acogida y respuesta del público hacia la película. La productora del largometraje, Atresmedia (junto al grupo Mediaset, son las que mueven mucha parte de la ficción que se realiza en España), lo apuestan todo al actor y sobre su garbo y salero se organiza la función.

Leo Harlem da vida a Andrés Cuadrado, un estricto funcionario de la delegación de hacienda de Málaga. El apellido del personaje, Cuadrado, no está elegido al azar. Su significado alegórico corresponde a una persona terca y obstinada. Muy teutona, rígida e inflexible. Incapaz de cometer un fallo y ceñida al reglamento. Así es Andrés, áspero y exigente en el desempeño de sus funciones. Ningún contribuyente quiere entrar en su despacho para ser atendido de sus inconvenientes fiscales porque es incapaz de aflojar en la petición de requisitos. No tolera ser débil y rechaza de cuajo mirar para otro lado para dar como válido un error, digamos, poético.

Esta firmeza a rajatabla se extiende a su indumentaria, orden, aseo y estética impoluta de su despacho. Paz Jiménez explora toda la parte de ogro que define al personaje y Harlem moldea un ser en arenas movedizas. Por una parte resulta heroica su actitud pero por otra, su incorruptibilidad, llevada al extremo, lo aleja del ser humano, para convertirlo en un robot.

Pero Como Dios manda es una película de savia coyuntural, que mira y observa nuestra realidad y detecta una sociedad cambiante e híbrida. Aunque lo pueda parecer, el filme no es moderno. Solo contextualiza la inmediatez del sustrato social/político para desarrollar una visión de la actualidad desde un primas de humor y buenas intenciones.

Porque Andrés Cuadrado es cuadrado en el trabajo, pero en la vida privada su hegemonía presenta fallas. Su mujer lo ha dejado y la única hija de sus amores y debilidades con el correr de los tiempos se ha convertido en un ser transexual. Una transformación que le parece intolerable e inasumible. Pero una desagradable y machista actitud hacia una compañera de trabajo relega a Andrés al cuartel de la delegación del ministerio de Igualdad de su ciudad. Un castigo que asume con deportividad y con la intención de regresar a su puesto de origen lo antes posible.

En este departamento, una de las joyas de la coalición entre las fuerzas políticas y socios de gobierno de España, PSOE/Unidas Podemos, surgida no sin controversia, el modélico e incólume personaje de Andrés Cuadrado va a conocer y testar una realidad e impronta que desconocía. Su paso por el departamento de atención a la gente con problemas (inmigración, violencia doméstica) lo va a transfigurar. Aquí el tono de la película evoluciona a la par de la transformación de Andrés. La puesta en escena sigue siendo funcional y televisiva. Pero su carga de profundidad quiere ser revulsiva y atenta a lo que se palpa en la calle. El descubrimiento por parte de Andrés de un tejido social que sufre, lo pasa mal y encuentra en organismos institucionales como el aludido una ventana a la esperanza reformula a un personaje de pétreo a conciliador y tolerante.

La película no es de Ken Loach, ni se le parece. Repleta de buenas intenciones, Como Dios manda es pintoresca y agradecida. Estética y visualmente plana y su mensaje funciona lo justo para pasar el día.

Tráiler de la película:

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Ficha técnica:

Como Dios manda ,  España, 2023.

Dirección: Paz Jiménez
Duración: 99 minutos
Guion: Marta Sánchez
Producción: Atresmedia Cine, Como Dios Manda, Áralan Films
Fotografía: Eva Díaz
Música: Miguel Rivera
Reparto: Leo Harlem, María Morales, Daniel Pérez Prada, Estéphanie Magni Vella, Maribel Salas, Santi Ugalde y Julián Villagrán

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