Ninja Turtles: Caos mutante

Las tortugas son animales raros. Se mueven muy lentamente y si las vuelcas, mueren, ya que no saben como ponerse otra vez patas abajo. Los ninja, por su parte, son personajes casi mitológicos y no porque no existieron en el pasado japonés (sí son parte de la historia de esta nación), sino porque su figura se ha ido cargando de un conjunto de detalles más bien ficticios. Unirlos parecería algo más bien loco, casi estúpido y, sin embargo, lo que dos autores de cómics underground lograron hacer hace unas décadas sigue siendo parte de nuestra cultura. Algo, dicho sea prestando mucha atención, que se ha ido remoldeando en los diferentes trajes que las tortugas ninja se han puesto, pasando de ser un producto gritty con bastante violencia a una serie de episodios televisivos, filmes y juguetes más bien aceptables por parte de los padres (los niños y las niñas, creemos, poco miedo les tienen a los chorros de sangre ficticio). Un imperio mediático, entonces, que ha formado parte de la infancia y juventud de muchos de los que hoy en día tienen entre los treinta y los cuarenta años, o sea aquella parte de la población que ya podría tener, a su vez, hijos e hijas (y llevarlos al cine, por supuesto).

La película de Mayhem nos ofrece otro reboot de la franquicia, esta vez con una voluntad de hablarles tanto a los más jóvenes como a los adultos. Y esto no tanto porque se trata de algo con diferentes niveles de interpretación/lectura, sino más bien por una estructura que resulta placentera para casi cualquier edad. Es algo, en palabras diferentes, que logra funcionar gracias tanto a un ritmo muy bien calibrado como a unas caracterizaciones de los personajes, sean estos los buenos o los malos (mejor dicho, los casi-malos). Y los personajes, efectivamente, resultan todos interesantes, divertidos, con una capacidad de regalarle al espectador unos momentos de divertimiento o de simple interés narrativo. Personajes, además (usando la palabra por tercera vez en pocas líneas), que muestran también cierta variedad ya que de “monstruos” se habla, no solo de las tortugas y su padre, sino también de otros mutantes (“monstruos” se ha empleado aquí como hace décadas algunos padres se referían a los juguetes en plástico de esta franquicia).

Resulta la narración interesante en su estructura, simple pero con una pizca de complejidad, y con una capacidad de usar un estilo gráfico muy acertado. Sí, pasados los primeros veinte minutos ya se sabe cómo, más o menos acertadamente, la película va a terminar, sin embargo el viaje merece la pena y resulta (algo de no poca importancia) gracioso. El mensaje mismo, o sea la aceptación de la diversidad, si bien obvio nunca es tratado de forma infantil, y el resultado de las peripecias logra darle a la película aquel merecido final con el cual poder apreciar la simplicidad de algo tan importante (nos referimos al susodicho tema, por supuesto). Algo funcional en cuanto base ideológica de un producto que quiere hablarle a los más jóvenes sin por esto tratarlos como idiotas, o sea personas incapaces de un pensamiento un poco más complejo (y, como sabemos, muchos jóvenes, si la situación lo permite, demuestran tener cierta inteligencia a veces más grande que la de los supuestos adultos).

Es un producto, entonces, que logra transmitir una estructura narrativa acertada y que se apoya en la voluntad de utilizar personajes famosos (por lo menos hace años), insertándolos en un contexto cultural moderno, contemporáneo, adaptado para que las nuevas generaciones puedan encontrar aquel punto de contacto así de importante entre una obra artística y su mundo (sus deseos, su contexto familiar o escolar, sus frustraciones). Sería inútil pensar que estas tortugas poco que ver tienen con las de la infancia de los (jóvenes) padres modernos, ya que los mismos dibujos animados de los ochenta-noventa muy poca conexión tenían con las criaturas de Eastman y Laird (los artistas del cómic), sin hablar, por supuesto, de los filmes originales o de los que forman parte del mundo bombastic de Michael Bay. Estamos, quizás, ante el juego del recycling y del restyling, en el cual los elementos pop se re-crean y re-moldean para seguir hablándoles a las nuevas generaciones; y, en este caso, los más viejos también a lo mejor logramos dejarnos llevar por un cordial y liviano divertimiento.