Barbie

Lo icónico es, culturalmente, algo capaz de contener una serie de elementos no solo fácilmente reconocibles sino que logran encender ciertas conexiones en la mente de quienes se le acerquen. Es, en otras palabras, un producto que sale de los bordes de su simple valor instrumental y se carga de un conjunto socio-histórico con el cual sabe definir un determinado tiempo humano, lo cual lleva también a un acto de autodefinición con la que explota una serie de ulteriores significados. Una frase un poco complicada, además de compleja, que sin embargo encuentra su resolución en un ejemplo: Barbie, la muñeca de muchas niñas, no representa solo una modalidad de juego, sino un hito cultural, histórico y social que ha ido dejando su huella tanto en el imaginario colectivo (todos sabemos quién es Barbie) como en el del subgrupo de quienes con ella jugaban o juegan (y no se trata, nótese, solo de niñas, sino de cualquier persona, más allá del sexo, del género o de la edad).

La idea de llevar a Barbie (démosle un carácter humano) a la gran pantalla resulta, obviamente, algo sobre lo cual muchas dudas se pueden tener. ¿Tiene sentido, efectivamente, hacer un live action? ¿Cuál puede ser la historia a contarse de una muñeca que, de por sí, encarna el concepto de perfección y de inmortalidad de esta? El resultado, entonces, no puede ser sino decepcionante si de esta muñeca solo vamos a tomar en cuenta el aspecto más superficial y, sobre todo, si nos acercamos al producto en cuanto objeto infantil (en todos los sentidos). Y, sin embargo, la decisión de crear un filme de este tipo ha sido correcta ya que, desde el punto de vista de los argumentos que se presentan, el juego se apoya en la decisión de utilizar un análisis más adulto, más moderno y más ajustado a un discurso de carácter satíricamente serio. Porque, dicho sea una y más veces, el mensaje de esta película es extremadamente adulto.

El elemento que nos lleva a divertirnos es, así, una lectura muy detallada de lo que hace que Barbie haya sido y siga siendo lo que es. Objeto de plástico, imposible en sus formas y su(s) cara(s), ícono de la idea según la cual cada niña puede (justamente) convertirse en la mujer de sus sueños (Barbie doctora, Barbie maestra, Barbie veterinaria, etc.), elemento efectivamente tanto ficticio y falso como real y positivo, la muñeca representada aquí en vivo por no solo nuestra protagonista sino por los muchos otros avatares, todas y todos (los “Ken” que forman parte del conjunto masculino) cerrados en un mundo fantástico hecho de (por supuesto) plástico, se convierte en una afirmación de un mensaje (¡tú también puedes!) que tiene que ser analizado, evaluado y re-evaluado no solo según los cánones de nuestra presente sociedad y cultura (sobre todo la occidental, en la que la mujer afortunadamente es vista, normalmente, no como una esclava o una máquina para producir personas) sino también a través de los ojos de las mismas niñas y de las que, con el paso del tiempo, se han convertido en adultas.

No es, entonces, solo una película divertida (y reír, sí, hace), sino que logra mofarse de los estereotipos y de los extremismos tanto de una parte como de la otra (el machismo de Ken, por ejemplo, o el patriarcado aquí presentado como un producto kitsch). Es correcto decir que sí están presentes algunos momentos en los cuales la calidad baja ligeramente, en los que el slapstick resulta poco acertado, y a veces el mensaje resulta demasiado ideológico (o sea demasiado “blanco y negro”, como si de grises no se pudiera hablar), sin embargo el resultado es óptimo y, ante un público sentado en sus butacas, el filme logra tener en consideración la importancia del arte y de la sátira en cuanto modalidad de presentación de un mensaje y de análisis tanto de nuestro mundo como de nuestros mismos (pre)juicios.