Críticas

Pedofilia a la carta

Sonido de libertad

Sound of Freedom. Alejandro Monteverde. EUA, 2023.

Sonido de libertad afichePelícula pertinente, aquejada del típico culto al todopoderoso héroe norteamericano. Esquema recurrente donde algunos han pretendido ver la extensión  del imperialismo a través de la intervención “salvadora” en los países latinoamericanos proveedores, tanto de pornografía infantil, como de personas para tráfico directo hacia la satisfacción sexual.

Sucesos complejos simplificados en pasajes melodramáticos a tono. El intento por impactar en la sensibilidad opera por instantes reiterados; explota, tanto los gestos de Caviezel, como los sollozos del niño Miguel y su hermana. Promoción que sustituye el análisis, se pierde en la indignación, la denuncia y el heroísmo, desde las habituales lógicas del cine comercial yanqui.

Dos niños son arrebatados a su padre en Tegucigalpa; un agente estadounidense contacta con uno de ellos. Mediante una investigación poco convincente, un crédulo pedófilo compartirá información al creer que Ballard es un par en quien confiar.

Se arriba a una investigación que trasciende fronteras en busca de la hermana de Miguel, el niño rescatado. Colombia y la guerrilla serán escenario de otro mensaje subliminal: la maldad de la extrema izquierda también participa del abuso de menores, no se trata solo de un asunto de ricachos pervertidos. La disputa se sitúa en el terreno ideológico que apela a la emoción del espectador sin que lo note.

Tal vez, estas puedan ser algunas de las fundamentadas críticas que alimenten la puja entre izquierda y derecha. No obstante, el filme merece cierto respeto por poner sobre el tapete un trascendente tema de actualidad.

Fuera de estas cuestiones, lejos estamos de una película excepcional, aunque sí, ante el esquematismo clásico de la “causa justa” defendida por el héroe del país de la “justicia universal”.

En medio de todo esto, la apelación a la pobreza, la precariedad; el oficio del obrero amarrado a la credulidad que concibe la lógica del éxito sin mucho sentido de la notoriedad real. Las dudas no existen, la ingenuidad campea en un padre que se consagra como el prototipo de candidato al engaño; perfil de desvalidez humana en clave de clase social. Un trofeo pasible de conquista, visibilizado en el abuso infantil que involucra a burgués y guerrillero por igual, “al menos en teoría”. Un relato donde las sutilezas alcanzan lo ideológico; solo vemos una cara de la moneda, la otra queda esbozada en el discurso que sugiere altas sumas de dinero a la empresa transgresora. Pero, en lo concreto, los dólares aparecerán en cascada para iluminar la senda del bien, provienen del Estado, el norteamericano íntegro los ofrece a la causa del engaño autorizado. El resto de los participantes en el negocio no condice con rasgos que aventuren posiciones manipuladoras de hegemonía política, ni mucho menos, más bien, aparentan ser delincuentes comunes con una cuota parte de poder en el mercado debido a una exitosa trayectoria delictiva. Dinero sucio no asociado a la explotación de trabajadores ni a especulaciones financieras. Todo vinculado al mundo de la sensualidad que captura lo posible para destinarlo a un consumidor ávido, tanto de pornografía, como de experiencias de sexo real. El principio del filme muestra a niños en poses sugerentes hacia un destino adivinable, pero incierto.

Sound of freedom plano

Comienzo precipitado, planteo exagerado que, sin embargo, ostenta razón de ser en la candidez de un padre identificado con la credulidad propia de su condición social. Luego, aparecerán los expertos para lidiar con el delito, una mezcla de valentía y sensibilidad social fuertemente impregnadas de melodrama.

Thriller ordenado en etapas bien definidas: el secuestro de los niños, Ballard y el rescate de Miguel, llegada a Colombia en medio de la mafia y la recuperación de Rocío.

Credulidades que operan a modo de recurso; todo se resuelve en una dinámica de instancias donde el padre confía en la promotora y el pedófilo no advierte la trampa, mientras el cabecilla guerrillero se descansa en el prestigio tribal para sellar su suerte sin notarlo. Las cuñas operan en momentos significativos, un atado de soplones provee un sencillo viraje a la narración.

El perjuicio al trabajador proviene de la revolución, las FARC serán responsables en la trata de personas, los ideales de izquierda quedarán comprometidos en acciones corruptas por el perjuicio del más débil, ya no son exaltadas en su función demandante de justicia social, ahora, la izquierda es el monstruo ofrecido de contrabando. Será exhibido en todo su “primitivismo” y al margen de calificativos que puedan generar identificaciones tendenciosas para alertar a la conciencia. Todo se expresa de forma indirecta, aunque un tanto ingenua.

El filme solapa el “desinteresado” intervencionismo imperialista y sus bondades; mezcla consagrada en la versatilidad de un Caviezel emotivo en su relación con los niños, pero severo en el trato a los criminales. Todo el tiempo se remarcan emociones. Los rostros introducen el melodrama a cada paso, nadie debe olvidar la magnitud de la tragedia.

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El tercer mundo como exportador de flagelos y desgracias; aporte de perversidad canalizada en pedofilias locales que contribuyen a la toma de conciencia. Ballard, en el último eslabón de la cadena, será tocado por un altruismo sensiblero, eficiente en resultados habituales.

Está ausente la violencia, solo sugerida, quizá, en la intención de acceder a un público diverso y masivo. La edad no puede ser obstáculo, el mensaje debe llegar a todo el mundo. Caviezel define la pelea en penumbras, no alcanzamos a ver casi nada, no es necesario, ya sabemos quién debe morir.

El comienzo muestra unos barrotes en la ventana de la casa de Rocío, un travelling se acerca desde afuera, mientras ella, con sus zapatillas, hace sonar un tambor. Alusión a la eventual prisión potencial que opera más allá de las seguridades del hogar.

Luego, vendrá la promotora a seducir mediante el “éxito”. Promesas que registran una alegría marcada por los rostros; parece que la fama vuelve todo incuestionable, la oportunidad obnubila el mínimo destello de desconfianza. Todo es potencial, virtual, riesgo que acecha desde lo anhelado por quienes llevan una vida precaria, rutinaria y anodina; es la oportunidad de un cambio hacia el modelo de reconocimiento social que a todos cautiva. Por eso, los barrotes ofician de anunciantes para algo presente desde la latencia del encuentro; los niños, ni en su propia casa están a salvo.

Sonido de libertad fotograma

Luego, un estrecho pasillo, las puertas colindantes anuncian la inaccesibilidad a un mundo hermético, protegido ante eventuales desarticulaciones. El privilegio marcará la excepción, solo Balland, héroe norteamericano, expeditivo en el combate del delito, será capaz de afrontar la tarea con éxito.

Al final, otra vez, la guerrilla y sus desmanes, ejemplos de poder en la penumbra de clandestinidades obscenas. Niños esclavizados y abusados sexualmente; nada cambia en la idiosincrasia de algunos cineastas apegados a la cultura de derechas prejuiciosas. El tratamiento del tema se diluye en estereotipos prefabricados para fines políticos; una lástima para la oportunidad desperdiciada; urge una mayor profundidad que contribuya a establecer  las complejas y determinantes características de un tópico harto complejo.

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Ficha técnica:

Sonido de libertad (Sound of Freedom),  EUA, 2023.

Dirección: Alejandro Monteverde
Duración: 131 minutos
Guion: Rod Barr, Alejandro Monteverde
Producción: Santa Fé Films
Fotografía: Gorka Gómez Andreu
Música: Javier Navarrete
Reparto: Jim Caviezel, Mira Sorvino, Kurt Fuller, Bill Camp, Scott Haze, José Zuñiga, Eduardo Veraztegui, Gustavo Sánchez Parra, Manny Pérez, Gary Basaraba, Gerardo Taracena, Javier Godino, Kris Avedisian.

2 respuestas a «Sonido de libertad»

  1. Creo que el aspecto fundamental es la trata de niños. Asunto horroroso. Y el filme es una excelente contribución a que la gente caiga en cuenta.

  2. En parte estoy de acuerdo con el análisis y la crítica de Álvaro Gonda Romano, pero tampoco se puede desconocer o soslayar que la cinta está basada en hechos reales y el agente Ballard, muy bien caracterizado por el versatil Jim Caviezel (recuérdese a propósito su brillante rol en esa magnífica película bélica «La delgada línea roja» de Terrence Malick, 1998) va más allá de simbolizar al típico héroe hollywoodense o que representa, una vez más, una suerte o una especie de avanzada del Imperio; porque entre otros aciertos de la historia y ya en la parte final del metraje, cuando nos muestra la osada acción del agente norteamericano al internarse en el campamento guerrillero de las otrora FARC, en la densa región montañosa del Sur de Colombia, afectada en la actualidad por las disidencias de esa guerrilla y las organizaciones del narcotráfico, con la misión y objetivo concreto de rescatar a la coprotagonista de ese infame tráfico, se pone en evidencia otro rasgo en la deshumanización a la cual habían llegado algunos de los comandantes de esa agrupación subversiva, como lo ha denunciado el tribunal creado como resultado del Acuerdo de Paz firmado entre el presidente Juan Manuel Santos y el comandante en jefe de las FARC Rodrigo Londoño o «Timoleón Jiménez», la JEP [Justicia Especial para la Paz) y como se lee en el Informe entregado por la Comisión de la Verdad, que hace un recuento pormenorizado no sólo de las víctimas, sino también del accionar criminal de los victimarios. En una palabra, esta realización del mejicano Alejandro Gómez Monteverde, más conocido por su segundo apellido, tiene el valor de ir más allá de la mera confrontació ideológica y poner en escena una problemática compleja y dura, pero que a no dudarlo contribuirá a que se agencien medidas eficientes para prevenir y evitar ese horrendo comercio.

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