Blue Jean

Gran Bretaña, 1988. Las primeras imágenes nos sitúan ante un afiche pegado sobre la pared de un edificio con la leyenda: “¿Les enseñan a tus hijos menores de edad bajo los valores morales tradicionales?».

Quien mira ese afiche y se siente interpelada es la protagonista de Blue Jean, una joven llamada Jean (destacado trabajo de Rosy MacEwen), que se dirige en su coche hacia el colegio secundario donde ejerce como profesora de educación física, entrenando a un grupo de chicas que practican netball.  Allí, es muy bien recibida por sus alumnas y respetada por sus colegas de la institución.

Jean lleva el pelo corto y rubio. No usa maquillaje, fuma y es muy reservada. Vive sola en un barrio humilde de Newcastle y por las noches concurre a un bar gay donde se reúne con su novia Viv (Kerrie Hayes) y un grupo militante queer que se divierten y ayudan económicamente a otras lesbianas sin ingresos o rechazadas por sus familias. Pero Jean no es igual a ellas, aún mantiene en secreto su orientación sexual frente a su familia y en su ámbito laboral, por temor a perderlo. Sin embargo, la fragilidad de su secreto puede verse afectado con la llegada de Lois (Lucy Halliday), una alumna conflictiva que comienza a frecuentar el bar nocturno al que ella asiste. La doble vida queda expuesta y la amenaza de perderlo todo llevará a Jean a tomar ciertas decisiones.

La tensión de mantener las apariencias y fingir ser otra, no solo responde a la prohibición histórica de las prácticas homosexuales en Inglaterra (se consideró ilegal hasta 1967), sino al contexto que se vivía en la década del 80 desde la aparición del SIDA y, ahora, profundizado por las medidas represivas que toma el gobierno de Margaret Thatcher durante su mandato. En mayo del 1988, impulsa la enmienda legal conocida como Sección 28 para evitar la expansión y la naturalización de las prácticas homosexuales en el seno de la sociedad. La enmienda afirmaba que las autoridades locales “no deben promocionar intencionadamente la homosexualidad; ni enseñar la aceptabilidad de la misma como una supuesta relación familiar en cualquier escuela subvencionada”.

El informe sobre las nuevas medidas fue transmitido por radio y televisión. Allí se entera Jean del peligro que corre su comunidad y de cómo será vigilado el colegio. Si la información sobre lo que acontece comenzó siendo visual, a través de un afiche, luego se profundizará con el uso del sonido. Dicha fusión, entre lo que vemos y escuchamos, generará el clima y la atmósfera homofóbica que se respiraba por aquellos años, dentro y fuera de las instituciones.

¿Cómo sostener la verdadera identidad frente a un sistema opresor? ¿Qué hacer con el amor y el deseo? ¿De qué seríamos capaces frente a la represión?

La ópera prima de la escritora y cineasta británica Georgia Oakley, filmada en 16 mm e inspirada en cineastas como Chantal Akerman y Kelly Riechardt, logra recrear una estética ochentosa en una película que habla de una época, de las diversidades en el seno de una sociedad conservadora y de las consecuencias que marcaron a toda una generación LGTBQ+.

“Como narradora, quiero observar con un microscopio las pequeñas cosas que le quitan el sueño a Jean, en un intento de replantear el debate sobre cuestiones más importantes como la homofobia, el patriarcado y la clase social que asolaban el Reino Unido en los años 80, como lo hacen ahora”, comenta su realizadora.

En efecto, el colegio, los docentes y el alumnado representan el escenario perfecto y los actores sociales adecuados para desarrollar y ejemplificar: conflictos de clase y de género; abordar la dificultad de los vínculos y de los tipos de violencia que se ejercen a diario como el bullying, tan frecuente en nuestros días.

Bajo esos parámetros, en el personaje de Lois se concentran muchos de estos temas cuando entra en relación con las demás. En el caso de Jean, la joven representa un reflejo de sí misma, de esa transformación (pasar de hetero a homosexual) que aún la presiona. Y para sus compañeras, pertenecientes a familias clásicas y “normales”, Lois personifica la transgresión y la amenaza sobre los cánones establecidos, con lo cual se la discrimina.

A lo largo de la película, la lucha entre el deber ser y la búsqueda de identidad se ponen en juego a través de una mujer –y en ella, todas– que lidia contra la hostilidad y el miedo del gobierno a que la homosexualidad se propague como el virus HIV. Un temor que impulsa a acciones tendientes al rechazo, al aislamiento o a la condena social y legal. Y en esa línea, donde el fuera de campo representa una amenaza persecutoria, los espacios interiores muestran la libertad y el bienestar de las protagonistas, ya sea en el bar, en la cama o en una fiesta privada. Frente a un afuera gris y persecutorio, los planos internos se cargan de vida, música y color.

Con muy buena recepción en los festivales internacionales de Sevilla, Belfast, Tesalónica y LesGaiCineMad, Blue Jean ganó el premio del público en la sección Giornati degli Autori del Festival de Venecia 2022 y cuatro distinciones en los British Independent Film Awards (BIFA) al mejor guion, mejor casting, la mejor actuación para Rosy McEwen y mejor actuación secundaria para Kerrie Hayes.

Dispuesta a presentarnos una historia sin heroínas ni adoctrinamientos, el debut de Georgia Oakley, ofreciéndonos un drama intenso y realista que desnuda el rigor de la opresión, nos permite descubrir a una realizadora que promete ser una de las nuevas voces del cine británico contemporáneo.