La manzana de oro

Encontrar de nuevo una película de Jaime Chávarri en las carteleras españolas ha supuesto una agradable sorpresa, ya que hacía muchos años que el director madrileño no estrenaba un nuevo largometraje, desde 2005, con Camarón. Además, en La manzana de oro regresa a uno de los temas que han marcado su filmografía, la poesía, y es que, no en vano, si hay un título icónico en la obra de Chávarri, ese es el docudrama El desencanto (1976), centrado en las desavenencias familiares de los hijos de Leopoldo Panero y Felicidad Blanc, los ya desaparecidos Juan Luis, Leopoldo María y Michi Panero.

El director y guionista de títulos inolvidables como A un dios desconocido (1977), Dedicatoria (1980) o Las cosas del querer (1989) siempre se ha desenvuelto bien con las adaptaciones de obras literarias, ya fueran de procedencia teatral, como Las bicicletas son para el verano (1984), basada en una obra de Fernando Fernán Gómez, ya fueran de origen narrativo, como Bearn o la sala de las muñecas (1983) o El año del diluvio (2004), que partían de novelas de Llorenç Vilallonga y Eduardo Mendoza, respectivamente. Pero lo cierto es que hacía muchos años que Chávarri no regresaba a la ficción, y ahora lo ha hecho con la adaptación de una novela de Fernando Aramburu, Ávidas pretensiones (2014, Premio Biblioteca Breve), en la que se ofrece una descacharrante y ácida visión de un encuentro de poetas españoles contemporáneos.

La manzana de oro es una película hecha con buen humor y mala leche, bien resuelta con las interpretaciones de los actores, salvo, quizás, en algún caso en el que ciertos personajes resultan excesivamente caricaturizados. Se trata de una sátira y, por tanto, nos encontramos ante una representación exagerada de la realidad, a pesar de lo que señalaba Aramburu en la “Observación” inicial de su novela: “A fin de preservar su vida y la integridad de sus modestos bienes, el autor ha tenido la cautela de asignar nombres ficticios a los actores de la presente crónica. Lo mismo y por la misma razón ha hecho con algunos lugares que pudieran resultar fácilmente reconocibles. El resto es todo verdad”. De hecho, uno de los placeres inconfesables cuando se ve esta película es tratar de buscar el correlato de cada uno de los personajes en la realidad, valiéndose para ello de la caracterización física, la personalidad y su estilo poético.

El guion de La manzana de oro, del propio Chávarri y de José Ángel Esteban, con quien ya ha había colaborado en Besos para todos, introduce algunos cambios interesantes con respecto a la novela, de la que no se aparta demasiado: reduce el número de poetas invitados (veintiocho en la novela), cambia el nombre del encuentro (las III Jornadas Poéticas de Morilla del Pinar se convierten en el X Premio de Poesía La Manzana de Oro) y sitúa la acción en un convento/hostería gallego. En ese pazo que actúa como un jardín cerrado (hortus conclusus) se van a producir, a lo largo de un fin de semana, diversos encuentros, reencuentros y desencuentros entre un variado grupo intergeneracional de poetas patrios, desde “el último poeta antifranquista”, totalmente ausente e interpretado por Celso Bugallo, hasta la joven protegida de un eminente catedrático, a quienes dan vida, respectivamente, Carla Campra y Roberto Enríquez. Completan el reparto Sergi López (Juan José Changa), Marta Nieto (La Nívea), Adrián Lastra (Eugenio Alpuente), Vicky Peña (Manolita, la organizadora de la jornada), Álvaro Subiés (Dámaso), Joaquín Climent (Carmelo), Paca Gabaldón (Amelia), Isabel Garrido (Susana), Loreto Fajardo (Conchita), Ginés García Millán (Carlos Luis), Rodrigo Soares (Gonçalito) y Abelo Valis (Álex).

Aunque es en los personajes de Sergi López y Marta Nieto donde recae buena parte del peso argumental, lo cierto es que estamos ante un retrato coral en el que sobresalen las interpretaciones de Álvaro Subiés y Carla Campra, aunque casi todos los personajes ofrecen, en algún momento de la película, la oportunidad de lucirse a sus respectivos intérpretes. Hay un personaje, eso sí, demasiado pasado de vueltas, y el actor lo defiende como puede.

Como la poesía en España no da dinero y hay muy poca gente que viva de ella, en este tipo de (des)encuentros solo se compite por el honor y la gloria, lo que los convierte en sumamente peligrosos, ya que cualquier poeta estaría dispuesto a todo por conseguir La Manzana de Oro, también conocida como la “manzana de la discordia”, lanzada por la diosa Eris en mitad del banquete nupcial de Tetis y Peleo por no haber sido invitada a la boda. Al final, fue Paris quien entregó esa manzana, con la inscripción “Para la más bella”, a Afrodita, y su decisión fue el origen remoto de la guerra de Troya. Nada menos.

Nunca subestimen el ego de un/a poeta, les va la vida en ello.

Tráiler: