Críticas
Las voces no se escuchan, los gritos no se ven
Yo capitán
Io capitano. Matteo Garrone. Italia, 2023.
Sencilla y conmovedora historia de heroísmo clandestino. Un recorrido vital por las candentes arenas del desierto hacia la “salvación” y la “fama”. Garrone naturaliza los máximos grados de la precariedad soslayada en el convencimiento de las tradiciones. Es la fuga por un destino soñado; el éxito huele a triunfo en la idealización de un mundo de fácil acogida. La ingenuidad se da la mano con la desesperación para generar todo tipo de abusos, en apariencia, planificados desde una cacería al incauto que barre con los ahorros de poblaciones carenciadas.
Seydou y Moussa son primos, unidos por inquietudes propias de la adolescencia, conservan el respeto sin oposición como hábil estrategia para granjearse una confianza que la sinceridad llegará a poner en riesgo. Seydou alerta ingenuamente a su madre, quien reprenderá a ambos, por sus ideas expansivas vinculadas a un nivel de vida, de camino a la necesaria importancia que toda persona desea tener en la vida.
El plan de los chicos es fugarse a Europa para trabajar, hacer dinero y consolidar un status digno que afiance su sentimiento de valía personal. El filme se juega más en estos términos, que en la compensación de una vida carente de objetos materiales; si bien se hace mención a la precariedad de las viviendas, no parece ser lo determinante. El móvil, asentado en la clandestinidad laboral, es la consecución de un status que otorgue prestigio personal. No pasa por sentarse a vender productos de la huerta al borde de un camino polvoriento, sino por fantasías que catapultan a la fama mediante la música y su convencional juego de estereotipos, fuente de admiración a la que todo joven aspira.
Dicho esto, se aprestan a viajar a Europa, deberán atravesar el Desierto del Sahara, llegar a Trípoli, la capital de Libia, y de allí, partir hacia Italia. El trayecto será duro, la vida estará en juego; el dolor es precondición de crecimiento personal, muchas cosas serán aprendidas al límite.
Interminable sucesión de llegadas exaspera el sentido común; el riesgo se materializa por la sorpresa afincada en la testarudez de la ingenuidad y en la creencia de lo conveniente que asegure un tránsito hacia la decisión. La “seguridad” y el optimismo alcanzan a filtrarlo en una narración ideal que refuerza el deseo de “ser alguien”.
Hierro candente que trata de exhibirse en la contemplación y el descubrimiento, sobre todo, de Seydou, alma pura y caritativa cuyo fervor rehúsa abandonar al prójimo; llamativa devoción ausente en contextos donde la salvación individual ocupa el primer plano. Debería ser factible absolver el honor humano siendo humano.
Carrera contra el tiempo, pone en riesgo la vida para exponer la solidaridad que trasciende los vínculos familiares para asentarse en la creciente e ineludible responsabilidad que no admite retrocesos.
No hay detalles, uno esperaría implicancias desde lo político, sin embargo, la cinta trasciende la mera mención a gobiernos o tendencias ideológicas, para centrarse en la simplicidad del acto generoso, rescate ante el oprobio de la explotación del necesitado. Contrapone una visión desde la acción individual no planificada, simple ejercicio de compromiso y buena voluntad que zanja la cuestión al margen de la violencia.
Las autoridades juegan un papel, pero también los oportunistas y las mafias; desde los suministradores de pasaportes falsos, pasando por la guardia de la frontera, siguiendo por la policía, hasta desconocidos corruptos, mafiosos y magnates que se aprovechan del sistema comprando inmigrantes expertos en diferentes oficios. La construcción de una fuente instaura el camino de salida, la libertad llega casi que por casualidad. No es cuestión de nombres, movimientos políticos o tendencias ideológicas, solo hechos y acciones son relevantes.
Una película sobre el liderazgo bien entendido; el compromiso con valores individuales configura una impredecible lógica de sucesos anclada en circunstanciales decisiones que apelan a la esencia individual de las personas. Malos y buenos, abusadores y rescatistas, ingenuos y oportunistas; son algunas de las categorías que el filme trabaja a fin de contraponer el crimen organizado al esfuerzo individual de algunos elegidos. La configuración de diferentes circunstancias se encarga de poner a prueba el temple individual. Seydou, el héroe de 16 años, sin proponérselo, será el capitán improvisado de un barco que navega en extremas condiciones de sobrepoblación.
Brota la emoción sin apelar al melodrama, el equilibrio se mantiene, precondición al desinteresado heroísmo que admite debilidades a ser diferenciadas de conceptos, como valor o cobardía. Seydou tiene permiso para llorar y angustiarse, más aún, es necesario y pertinente a la construcción de un personaje que no juega de recio varón ni de héroe; es, simplemente, un humano pobre con valores que lo transforman en artífice de la salvación. Al no claudicar, es convertido a un tipo de heroicidad no violenta.
¿Por qué lo político en segundo plano? Resulta de la construcción del héroe en la significación de una diferente forma de concebir el resultado. El negro pobre y sin importancia asienta su liderazgo en la necesidad propia y ajena. La valentía es vuelo de corto alcance, sin desmerecimientos, refiere al protagonismo carente de épica, pero rebosante de una ingenuidad propia de quien recientemente ingresa a la vida. Una proeza asentada en el no rehuir la responsabilidad cuando toca. El antihéroe a llegado para colmar la paradoja.
Sueños de telefonía móvil acaparan sensaciones de éxito imperioso; farragosa intensidad de estímulos trazan caminos avistados por falsas perspectivas; los primos son víctimas, ya no de hambruna o violencia política, sino de tentaciones occidentales prometedoras. La farsa, una vida fácil, intempestiva fantasía de ocurrencias que, cual improvisado pase mágico, sabrá investir de gloria a quienes ostenten el coraje. La ruta es valor ante el miedo, solo oculta la realidad del progreso cimentado en el intento.
Tergiversación de condiciones ahogada en apariencias; la realidad apaga el entusiasmo exacerbado; la arena es difusa niebla enquistada en los avatares del desierto; “espejismo” que promete direcciones sin rumbo.
Confluencia de vidas sumida en la confusión, los rituales delatan; baile y tambor reafirman la rutina de cuerpos sudorosos. El rol protector de la madre, inmerso en cotidianeidades, pretende afirmar tareas repetidas, intento de asegurar una vida familiar sin fugas hacia el experimento y la búsqueda. Engaño exento de culpa en la obra de bien, el viaje persigue la mejora en la vida familiar.
Ejercicio de cine realista. Construye conciencia, acerca de los peligros de la inmigración, mediante la paradoja de mundos que promocionan éxitos cimentados en lógicas de consumo masivo; siempre prestas al coqueteo con humanas aspiraciones de grandeza. En el medio, aprovechadores y oportunistas encuentran fácil la tarea. El filme reflexiona hacia el rescate de una mixtura de valores en oposición a la violencia y el delito. De hecho, lo heroico se refleja en la conducta fiel a principios; la solidaridad y generosidad configuran un éxito de otro tipo; el rescate de lo humano permanece frente a quienes intentan aplastarlo mediante abusos y torturas.
Ficha técnica:
Yo capitán (Io capitano), Italia, 2023.Dirección: Matteo Garrone
Duración: 121 minutos
Guion: Massimo Ceccherini, Matteo Garrone, Massimo Gaudioso, Andrea Tagliaferri
Producción: Coproducción Italia-Bélgica-Francia; Archimede, RAI Cinema, Tarantula, Pathé, Logical Content Ventures, Proximus
Fotografía: Paolo Carnera
Música: Andrea Farri
Reparto: Seydou Sarr, Moustapha Fall, Bamar Kane, Hichem Yacoubi, Oumar Diaw, Didier Nijkam, Affif Den Badra, Joseph Beddelen, Mariam Kaba, Princess Erika, Taha Benaim, Flaure B.B. Kabore, Beatrice Gnonko
La acabo de ver tengo wue separarme un poco para darle el valor que se merece