Críticas
Credere, obbedire, fallire
Queremos los coroneles
Vogliamo i colonnelli. Mario Monicelli. Italia, 1973.
Lo paródico, en su sentido de cambiar el aspecto de solemnidad de una situación, conlleva una afirmación de la bondad intrínseca del acto de reconocer (y no solo) la inutilidad de la existencia humana. Se basa, en otras palabras, en una voluntad de cambio de punto de vista, de demolición de aquellos elementos sociales, culturales y políticos que manifestarían una necesidad de sacralizar lo que, efectivamente, solo es un producto del ser humano (y, por esta razón, resultado de un razonamiento por parte de una o más personas que, como todos, tienen que ir al cuarto de baño para producir lo mismo que todos producimos, sin diferencia en lo que al color y al olor se refiere). Se supone también que lo paródico, mezclado con el cinismo y lo grotesco, puede representar un momento de carácter discursivo con el cual demostrar que no solo nuestra vida es inútil en relación con la infinita indiferencia del universo (cuestión cosmológica que derrumba el principio antropocéntrico), sino que las estructuras sociales humanas son, en definitiva, simples juegos infantiles que nos ahondan en una red de interrelaciones imaginarias.
La historia italiana se inserta en lo que podemos definir con la palabra “caos”. Difícil hablar de una nación, ya que Italia nunca existió antes de la conquista de los reyes sabaudos en la segunda mitad del siglo diecinueve, conquista que si para Garibaldi hubiera tenido que llevar por lo menos a algo parecido a una república, en realidad afirmó la voluntad de poder salvaje que las clases dirigentes albergaban en sí. Quizás por esta falta de unidad que nunca había existido antes, Mussolini tuvo cierta libertad en lo que a su dictadura se refiere, una dictadura horrible de la que Italia salió sin saber bien lo que había pasado exactamente. El amor por el fascismo sigue hoy en vida (de formas diferentes, desde las más descaradas hasta las de “closet”), así como seguía durante los años cincuenta, sesenta y setenta. El juego de Monicelli con esta película, entonces, parte de la lectura en clave paródica y cínica de uno de los golpes de estados más idiotas de la república italiana, el llamado “golpe Borghese”. El golpe, obviamente, fracasó, sin embargo el sentimiento de peligro y de inestabilidad política continuó viviendo durante mucho tiempo (y, a lo mejor, hoy en día sigue respirando).
Los protagonistas de esta película son todos viejos amantes de un período histórico cuya única esperanza de vida es la que se encuentra en los recuerdos. Nostalgia, entonces, por un mundo que fue y que se quiere que vuelva, el fascismo se basaría no tanto en la voluntad de arreglar los problemas de una sociedad, sino de establecer una pérdida de democracia de carácter infinito, la demostración de que no es necesario dejar al pueblo la posibilidad de elegir, sino que lo único que se pide es que sigan las reglas (las que deciden los dirigentes) sin que surja ninguna pizca de molestia (molestia no del pueblo, sino molestia para los que están arriba y que, efectivamente, de allí no se van). Buscan, nuestros héroes, personas que podrían funcionar como nuevos duci, lo cual los lleva a intentar una y otra vez hasta aceptar quello che passa il convento (o sea aceptar lo que hay y no lo que desearías). Lo grotesco, entonces, nace en la película de Monicelli de la consideración según la cual estos fascistas posbélicos son, en definitiva, un grupo de perdedores y de idiotas incapaces no solo de actuar correctamente, sino también de saber vivir en la modernidad del tiempo presente.
Sin embargo, el juego de Monicelli no termina en unos bordes que dejan paso solo a las carcajadas y a la demistificación del fascismo y, sobre todo, de los fascistas. Más allá de la parodia, esta película de 1973 se abre ante una consideración negativa de aquellos años sangrientos (metafórica y realmente) que llevaban a preguntarse si efectivamente la democracia y la república podían salvarse de las olas de destrucción dictatorial. La parte final de este cuento, de hecho, nos manifiesta la dificultad de escindir entre lo que realmente es un problema y lo que no lo es, y el sentimiento de deleite que hemos respirado durante el desarrollo de los eventos (basado en los elementos cínicos y grutescos) salta hacia una consideración más terrible, de carácter más real de lo que hemos sido espectadores. El fascismo en tanto elemento histórico, entonces, no puede volver, pero, sí, el fascismo en tanto forma mentis y voluntad de prevaricación nunca va a desaparecer; consideración deprimente, por supuesto, pero necesaria para que no bajemos nunca la guardia.
Ficha técnica:
Queremos los coroneles (Vogliamo i colonnelli), Italia, 1973.Dirección: Mario Monicelli
Duración: 100 minutos
Guion: Agenore Incrocci, Mario Monicelli, Furio Scarpelli
Producción: Pio Angeletti, Adriano De Micheli
Fotografía: Alberto Spagnoli
Música: Carlo Rustichelli
Reparto: Ugo Tognazzi, Antonino Faà di Bruno, Pietro Tordi, Carla Tatò