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EL RESPLANDOR II: 1980, la adaptación de Kubrick
En 1979 el gran cineasta Stanley Kubrick presentó The Shining / El Resplandor, la que es tenida como una de las mejores películas de terror de la historia del cine, en lo que concordamos, no así en su valor como adaptación literaria. A pesar de su notable valor artístico, ni Barry Lyndon (1975) ni, quién lo diría hoy, La naranja mecánica (1971) habían resultado muy rentables en taquilla, lo que llevó al director a buscar estrategias más comerciales. El género de terror era una apuesta comercial segura y el cariz económico que imprimió al guion lo llevaron a renunciar a un mayor potencial artístico que sí poseía el libro, además de traicionar el compromiso contraído con su autor.
Es sabido que el director le dijo a King que le parecía optimista eso de los fantasmas porque garantizaban que hay vida después de la muerte, así que suprimiría esa temática –esencial en la novela-. Cuando King le preguntó cómo encajaba en ese supuesto optimismo el infierno, Kubrick respondió: “¡No creo en el infierno!”. No solo traicionó la esencia sobrenatural de la novela, sino que, en detalles tan sencillos como el Volkswagen escarabajo rojo familiar en el que llegan al hotel, además de cambiar el color a amarillo solo por irritar a King, al final de la película nos muestra un escarabajo rojo completamente aplastado por un camión. Una burla innecesaria a quien ya había rechazado como coguionista de la propia novela que inspiraba el filme.
Obviaremos análisis que llevan más de medio siglo siendo realizados acerca de las virtudes fílmicas de esta y otras películas del que es uno de nuestros autores preferidos. Los estudios y leyendas urbanas en torno a la película son inabarcables, se le atribuyen simbologías y conspiraciones de toda índole, como que allí expone Kubrick subrepticiamente que el hombre no pisó la luna ya que él grabó las falsas imágenes del alunizaje. Nuestro objeto es su calidad como adaptación de una gran novela, no el notable talento de sus atributos de cine. Sus recursos cinematográficos son memorables siempre, la puesta en escena, los fundidos encadenados, el uso del trávelin siguiendo a Danny en triciclo o dentro del laberinto, el haber contado con el creador de la cámara steadicam a su servicio…Todo ello generó imágenes imborrables en la memoria del cinéfilo. Aquí exponencialmente Kubrick crea terror, basta la música de Wendy Carlos & Rachel Elkind al inicio para clavarnos en el asiento, luego las composiciones de César Muela incluyen latidos, chisporroteos, sonidos raros, estridencias, mezclas de Ligeti y Penderecki, una banda sonora que genera la mitad del terror del filme.
La interpretación, muchas veces improvisada («Here is Johnnyyyyy!»), y el rostro de Jack Nicholson -algo sobreactuado para nuestro gusto- forman parte de la iconografía fundamental de la historia del cine. Sin embargo, lamentamos que el Torrance que le exigió Kubrick -ya rechazado King como coguionista para así poder despedazar la esencia de su novela junto a Diane Johnson- sea un pobre enfermo mental, mientras que aquel poseía infinidad de matices que el director desdeña. En el documental View from the Overlook: Crafting ‘The Shining‘ (2007) de Gary Leva, el propio Spielberg advierte que tuvo que confesar a Kubrick que no le gustó la película la primera vez que la vio y que la interpretación de Nicholson le pareció excesiva como la de un actor de teatro kabuki japonés, luego allana la crítica añadiendo que, tras verla muchas veces, le gustó más.
La joven Wendy morena, temblorosa e histérica de Shelley Duvall me da vergüenza ajena, se le exige una interpretación de mujer boba, se la viste con ropas de señora mayor hipercolorista y cateta. Wendy apuñala en la espalda a su marido para huir de él y salvar a su hijo, esta Wendy blandía el bate de béisbol como si tuviera los brazos de plastilina. Paupérrimo perfil si se contrasta con el del personaje original creado por King, que, como Torrance, es mucho más rico. Pero Kubrick le marcó el paso a la actriz y la asfixió artísticamente. Además, la Wendy de la novela era una rubia que hacía girarse a los hombres, imperfecta y marcada por su madre, pero más atractiva, paciente y sólida, esta es incluso más desfavorecida físicamente con su caracterización de bobalicona.
Impacta la actriz Shelley Duvall cuando en Stanley Kubrick: A Life in Pictures (Jan Harlan, 2001) declara cómo fue atosigada y angustiada por el director, allí se ve cómo él le grita “¡Nos haces perder el tiempo!”. Mientras que Nicholson declara que lo más duro que le dijo fue: “¡Eres la estrella, demuéstralo!”. Aunque en Making ‘The Shining‘ de Vivian Kubrick (1980), Nicholson le lanza soterradamente una pulla al director al explicar que ya ni siquiera trabajaba con ninguna de las sucesivas versiones del guion que fue rehaciendo obsesivamente el director, sino con los folios mecanografiados de última hora que le pasaba Kubrick cada día.
Ensayaban 50 veces en video antes de grabar, así estuvieron un año entero. Duvall asegura que “no repetiría”. El actor niño (Danny Lloyd) solo hizo una película más. Este Danny sí posee en la película cierto interés, lo que se ve aderezado por una interpretación impactante, pero resultaba en la novela incluso más esplendoroso, un personaje inolvidable, único. Ya sólo por él y sus poderes extraordinarios merece leerse el libro. El crío aguantó pacientemente 88 o 140 tomas (según la fuente) en la cocina hasta que al señor Kubrick le pareció que su escena con Halloran estaba bien. El niño fue escogido entre 5000 por poseer un acento a mitad de camino entre el de Nicholson y Duvall.
Kubrick renuncia a la trama principal, al eje de la novela, que es la personalización del hotel como ente con una energía sobrenatural devastadora. Hay otros tres personajes, Danny y dos secundarios, con poderes extrasensoriales, videntes y telepáticos. El cocinero Dick Halloran tiene una larga conversación en la novela, mucho más rica que en la película, se pierde esa importante relación, ello hace más entendible que el personaje aparezca al final para salvarlos. Kubrick lo mata cuando en la novela solo resulta muy malherido y se recuperará. También aparecerá en la secuela de la novela que King dedica al Danny adulto y sus poderes: Doctor Sleep (2013), cuya adaptación (Mike Flanagan, 2019) analizaremos en otro artículo.
A pesar de la elipsis del aspecto fantasmal, Kubrick deja residuos de esta temática con intenciones efectistas. Danny nada más llegar al hotel ve a las dos gemelas Grady, lo que resulta forzado. Al quitar lo fundamental de la trama sobrenatural deja vacíos narrativos poco explicables. Ya no se entiende la urgencia de Wendy de llevarse a Danny si no pasa nada extraño en el hotel, su propio marido le miente para tranquilizarla. Todo lo que ve y son espectros en la película se supone son alucinaciones de un enfermo mental, pero el niño ha sido agredido en el cuello por estos seres del más allá. Resulta confuso, contradictorio más bien. O son alucinaciones o fantasmas, no una u otra cosa según convenga a la película, que toma muy aleatoriamente la rica imaginería visual creada por King en la novela. Se obvian elementos visuales fundamentales del eje argumental de la novela y se trasladan otros por simple efectismo comercial. Dianne Johnson, la coguionista, admite en el documental de Gary Leva que hay «ciertas inconsistencias» al querer Kubrick que todo dependa de la locura alucinatoria de Torrance, para luego abrirse la puerta durante su encierro con ayuda de los espectros. Sin embargo, este no entender y el no saber crean mayor terror en el espectador.
Tampoco figura la interesante historia de la mujer cadáver viviente de la habitación 237 (217 en el libro), en la novela se relata y todo tiene mucho interés. La versión que comentamos, sin cortes, daba para muchos más detalles que se desperdician cinematográficamente.
Sin venir a cuento, Ullman les dice nada más conocerlos que el hotel está construido sobre un cementerio, un recurso empobrecedor que tampoco explica nada. Además, ¿qué explicaría eso? ¿Qué las almas de los indios tienen la culpa de todo y provocan que padres maten a sus niños y esposas? Esto además contravendría esa retorcida explicación -ya una leyenda urbana- de que El resplandor es un alegato anticolonialista de Kubrick para apoyar a los indios por la masacre de su exterminio. Eso asegura en Room 237 (1997) Rodney Ascher con una interpretación forzada del filme porque hay una lata de comida en la despensa cuyo nombre significa pipa de la paz en indio, además de una pared con motivos indios, una fotografía de un jefe indio y un par de detalles más. ¡El Hotel Overlook está en Colorado! Un estado con una pasado histórico legendario relacionado con los americanos indígenas genuinos (cheyenes, apaches, comanches, arapahoes, los ute, anasazi…), es normal que Kubrick usara para su escenario adornos con dicha temática, además… ¡Ya lo estaban en el hotel original que luego reprodujo en decorados!). Creemos que es coherencia y empatía, no tanto un alegato ideológico pensado a conciencia. Más bárbara es la otra interpretación de Ascher, otra crítica supuesta contra el holocausto, ahí es nada, la shoah.
Baste uno de sus argumentos utilizados: la máquina de escribir de Torrance era una Adler común en la época y resulta que significa “águila” en alemán y su símbolo recuerda el águila alemana nazi, según Ascher. De tres detalles así urde una teoría forzada e inverosímil. Como la supuesta presencia del número 42 porque en 1942 se firmó la llamada Solución Final (el exterminio judío). Sirva de ejemplo la explicación con la cual justifica el cambio de número de la habitación del 217 en la novela al 237 en la película: porque 2×3=6 y 6×7=42. Sin embargo, es sabido que el hotel escogido por Kubrick propuso el otro número, inexistente en su hotel, para que los futuros huéspedes no temiesen la habitación 217. No profundizaremos más, un disparate tras otro.
Y el final de la novela de incendio glorioso purificador ante la visión de un espectro que huye por el aire hace justicia a la venganza de Danny y su madre contra el malévolo hotel, otro interesante aspecto que se pierde a cambio de la muerte del padre en el laberinto; un laberinto gigante de setos de 4 metros de alto poco creíble, pues requeriría de un mantenimiento exorbitado para un hotel que queda sepultado por la nieve muchos meses seguidos, lo que lo haría inviable. No obstante, la imagen final de la cabeza congelada de Nicholson sobresaliendo de la nieve constituye otra imagen icónica e imborrable.
El objeto de este trabajo no debe inducir al lector a la confusa creencia de que criticamos la película como obra cinematográfica de arte, pues desde luego es una de las más grandes creaciones del cine de terror. Pero se llama The Shining y al principio se aclara que se realiza upon the novel of Stephen King, un recurso comercial para atraer espectadores a taquilla cuando, en el momento de comprar los derechos, Kubrick ya sabía que iba a destrozar la novela en la película e incluso incluyó sutiles pullas al autor en la misma. Es en este orden en el que falla, renuncia al original y a elementos más artísticos y talentosos en pro del efectismo comercial, a la búsqueda de un dinero que no le habían dado sus anteriores trabajos y que obtuvo a raudales, desde luego. Sin embargo, es una película impresionante que todo cinéfilo adora. Cada plano está medido y es único, cada escena rodada hasta la saciedad. Terror inquietante y perturbador.