El Equipo

Toda vida deja rastros para quien sabe leerlos. Somos un equipo formado y entrenado para descifrar lo que esos rastros tienen todavía para decirnos… para sacar a luz la vida humana que todavía late en ellos.

EAAF

Nominados para el Premio Nobel de la Paz en 2020, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) se formó en 1984, a partir del pedido de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) y las Abuelas de Plaza de Mayo, una organización creada espontáneamente por abuelas que buscaban a sus nietos nacidos en cautiverio durante la última dictadura militar argentina. Para conmemorar los cuarenta años de su creación, se estrenó el documental El Equipo, dirigido por el mexicano-estadounidense Bernardo Ruiz, luego de un trabajo de recolección de material de archivo y entrevistas que le llevó diez años.

Con la amenaza de un posible retorno de los militares al poder, durante el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989), el antropólogo forense estadounidense Clyde Snow no podía fiarse de la policía ni de los médicos que habían colaborado con la desaparición de personas. Así que armó este equipo con un grupo de estudiantes de Antropología y  Arqueología que, hasta entonces, se dedicaban a excavar para estudiar esqueletos de animales en zonas australes. Ahora lo harían con víctimas, cuyos derechos humanos habían sido violados.

Bajo las enseñanzas de Snow, Patricia Bernardi, Mercedes Doretti, Luis Fondebrider y Morris Tidball Binz formaron este equipo pionero, una organización no gubernamental y sin fines de lucro, que le devolvió la identidad a gran cantidad de víctimas del país y del mundo, porque su experiencia los llevó a Centroamérica y Sudáfrica, donde crearon sendas agencias de la matriz porteña.

Jóvenes de 19 a 20 años se expusieron a ser unos nuevos «desaparecidos» cuando entraron con Snow a trabajar en el Cementerio de San Isidro, donde había una fosa común con gran cantidad de cadáveres que tenían huellas de una muerte violenta. Hasta entonces, la policía hacía ese trabajo de remoción de tumbas, ayudada por palas mecánicas que destruían y amontonaban huesos imposibles de identificar luego. El equipo de Snow haría las exhumaciones de los restos de desaparecidos por la dictadura militar aplicando las técnicas que los antropólogos empleaban en la búsqueda de restos prehistóricos.

El trabajo del Equipo se visibilizó en el Juicio a las Juntas, en 1985, cuando Snow atestiguó sobre los distintos cadáveres que habían encontrado y las huellas de la muerte violenta que habían sufrido estos hombres y mujeres que eran considerados “sin entidad, no están vivos, no están muertos, están desaparecidos”, como decía el dictador Jorge Rafael Videla… “Desaparecido”, una palabra muy difícil de pronunciar para cualquier argentino de aquella generación. El testimonio de Clyde Snow lo recogen el documental El Juicio (2023), de Ulises de la Orden, así como la recopilación acotada para televisión, producida por Magdalena Ruiz Guiñazú  en 1998, e  incluso la recreación de Mariano Llinás en la película de Santiago Mitre, estrenada hace dos años,  Argentina, 1985.

La increíble amalgama de conocimientos, curiosidad, compromiso y vocación fue determinante en la  fundación del «Equipo» que hoy enorgullece a los argentinos. Según sus fundadores, no los movilizaba más que una cosa, la pulsión de los familiares por saber la verdad y conocer el paradero de sus seres queridos, además de aportar pruebas para que la justicia condene a sus perpetradores. Todo eso lo consiguieron gracias a este grupo de jóvenes  liderados por un gran estudioso, que los llevó por un camino que aún recorren.

El Equipo Argentino de Antropología Forense ha sido llamado de distintas partes del mundo para que los ayuden a encontrarle entidad a los restos de mujeres, hombres y niños que han sufrido una muerte violenta por parte del Estado. Snow, ya en su vejez, decía que aquellos jóvenes que había reclutado tenían más conocimientos que él y que aprendía de ellos. Cuando su estrella se apagó, estos profesionales continuaron creciendo y expandiéndose. En el camino dejaron muchas cosas, la oscuridad en que se sumergieron ya los afectaba. Sin embargo, todavía están dirigiendo a nuevos estudiantes en distintos lugares del mundo.

El Nobel de la Paz no fue para ellos, pero tienen merecido el gran homenaje que les brinda esta película. No por su calidad, sino por su contenido. Imágenes de archivo de la época de la dictadura, fotografías de ellos casi adolescentes, inmersos en una tumba llena de huesos enterrados como NN, sus trabajos en Guatemala, El Salvador y en África… finalmente, enfrentándose al Estado en México, cuando en vano intentaban identificar cadáveres que les aseguraban que eran de los 43 de Ayotzinapa. Hoy llevan impresas las huellas de estar cerca de tanto dolor en sus rostros, pero continúan con el mismo afán de cuando eran unos chicos. Ya no tienen miedo de lo que pueda sucederles. Han visto tanta crueldad, que se enfrentan al poder avalados por el prestigio que les da la el resultado científico que aplican.

El valor del documental se apoya en las grabaciones durante los cuarenta años de trabajo de campo, en sus rostros que acusan el paso del tiempo desde aquella juventud sonriente hasta estos días más amargos… Es un Equipo científico, que hace declaraciones desde la ciencia, aunque quieran empujarlo al barro de la política. Los planos son espontáneos, grabados en momentos de trabajo y de ocio, en entrevistas realizadas en la televisión o ante un auditorio, con un montaje dinámico…

Lo que nos queda en los ojos y en el alma son las imágenes del horror al que se enfrentan y el profesionalismo con que emprenden su tarea. Produce en el espectador un sentimiento liberador, porque entregan cuerpos amados a sus padres e identidad a los despojados de ella.  En el documental vemos las actividades a las que se deben enfrentar y no podemos dejar de sorprendernos hasta dónde puede llegar la maldad de la especie humana. Por suerte hay seres, como los que forman este Equipo, que construyen a partir de la destrucción.