Críticas
Al borde de la extinción
Interstellar
Christopher Nolan. EUA, 2014.
Nolan ofrece un drama inmerso en una disertación sobre física cuántica, estilo de un relato paralelo donde la urgencia cobra vida en la desesperación por la destrucción que se avecina. El clima se pasea por alternancias que integran los riesgos propios que la humanidad debe afrontar. Diferentes niveles de aproximación a una “realidad” asumida en parcelas de conciencia habitadas por los resabios de un abandono en discusión.
La humanidad sugiere esa suerte de disyuntiva entre la conservación del individuo o la especie. Desde el disimulo emerge el sentido de la vida; revitalización de controvertidos intereses, credulidad y simulación en aras de destinos trascendentes; la ciencia al servicio de una controversia entre lo pasajero y lo permanente. ¿El hombre es más importante en la concreción de su vida propia o por la proyección a futuro en la perpetuación sostenida por un supuesto plan universal? La colaboración es punto medio de emergencia entre los mundos; lo extraterrestre redefine la solidaridad desde un plano atemporal ajeno al conocimiento en sus determinantes.
Los indicios insumen la presencia en un fuera de campo que elabora incidencias inteligentes asociadas a una moral común. Los alienígenas solo importan en la posibilidad de acceso a una fraternidad existencial. Mensaje solidario extensible a lo que la raza humana debería ser y merecer. El ingreso al agujero de gusano es el envión definitivo, brinda la oportunidad a la observación de un rotundo éxito terrenal. Las cosas llegaron a “recomponerse” sin viajes espaciales, el conocimiento alberga restos de una epopeya desarticulada en las intenciones de un científico animado por una ética sustentada en el rigor de la objetividad. El plan universal está primero, la Tierra debe estar poblada, y eso es más importante que cualquier impulso hacia la supervivencia individual.
Cooper es un avezado astronauta retirado. Dedicado a la labor agraria, vive con su padre y dos hijos pequeños. Las cosechas se pierden por la plaga, solo se puede cultivar maíz, y algunas anomalías gravitatorias indican cambios que presagian la destrucción de la raza humana. Cooper es instado a viajar, en una nave espacial, como parte de un programa de salvataje a futuro. Deberá rescatar a otros astronautas que tenían como misión encontrar mundos habitables a partir de señales facilitadas por seres desconocidos. Concretamente, la presencia de un agujero de gusano, que podría albergar sitios similares a la Tierra, es el punto de partida a la investigación. El viaje se establece en base a dos planes: el A, encontrar un planeta habitable para trasladar a los humanos sobrevivientes del desastre que se avecina; el B, la alternativa al fracaso inicial, consiste en poblar un planeta con óvulos previamente fecundados. El descubrimiento es sorprendente, en realidad, nada estuvo dispuesto para ejecutar un plan A; se instalará la disyuntiva entre volver a salvar a quienes quedan en la Tierra o seguir buscando un planeta sustituto para nuevas generaciones.
Una reflexión sobre el encuentro, más allá de la vida y el tiempo. Por sobre todas las cosas, la importancia del ser humano; el rescate de la atemporalidad signada en el valor de los vínculos; la ética se antepone a cualquier tipo de riesgo y carencia. Es el rescate de la humanidad por el valor del conocimiento científico, ejecución forzada por las circunstancias. Justa medida de intenciones desplegadas en la incertidumbre de una misión signada por la necesidad de un objetivo materializable: la conservación de los seres queridos. El plan A es el gancho necesario, Cooper se arriesga por sus hijos y las próximas generaciones; intención en abstracto, necesita realidades tangibles para la supervivencia actual. Logra construirse un camino de atracción sumido en la sorpresa del contacto atemporal.
Las complejidades de Nolan otra vez sobre el tapete, ya nos tiene acostumbrados a este tipo de propuestas donde lo científico da la talla. Con rigor de especialista, va tejiendo la salida existencial sin apartarse del acceso a la cuestión familiar. Hay espacio suficiente para gestionar la razón con máxima expresión en las utilidades. Articula el drama familiar con el deber moral; la debida consonancia entre la obligación y el afecto, con trazas de acondicionamiento natural donde la existencia humana prima por sobre el retrato de la unidad familiar. Los caminos se bifurcan en la lógica de un nosotros signada por el heroico sacrificio silencioso. Cooper es el padre de la promesa, incapaz de huir de la vocación, el recuerdo de sus gloriosos días lo impulsa a asegurar el retorno. La misión se asienta en pilares que sostienen un grandioso camino de alto riesgo.
Murph se hará adulta tras los pasos de su padre, el Dr. Brandt planifica más allá de lo inmediato. Todo parece jugarse en función de prioridades existenciales, con valores objetivos que descentran del cuidado familiar, para expandirse a fines superiores que, a su vez, contemplan la exaltación, algo trascendente debe respetarse: la conservación de la especie. Allí detona la idea eje: la persistencia de la familia más allá de cualquier tipo de condicionamiento.
Vemos a Cooper mantenerse joven frente a su hija anciana rodeada de una familia para él desconocida. No interesa tanto la situación específica, sino la consistencia del concepto en tanto persistencia material. Los avatares del tiempo son solo detalles, la teoría de la relatividad se hace presente en la maraña de intrincados sucesos que conducen a la restauración plena de un mañana donde los momentos de la vida se entrecruzan.
No hay espacio para el egoísmo, el Dr. Mann es la veta de un malvado con matices. Atrae la atención hacia su planeta, aunque también intentará continuar la misión sin sus colegas. Es simplemente un obstáculo más en el guion, cabal demostración del conflicto entre lo individual y lo colectivo. Personalización que devela la lucha interior del alma humana por no ceder ante el impulso que marca la propia defensa como prioridad ante un evento superior. La validez es por el compromiso desinteresado, por lo que a todos nos afecta, la razón de la salvación de uno en la salvación de los demás, único principio de acción válido; justificación de cualquier esfuerzo emocional; sentir del deber cumplido que arrasa como antídoto ante el miedo.
La relatividad de la vida agoniza en la relatividad tiempo espacio; punto de encuentro de variable insinuación de lo posible. Extensión que degenera en la intención del resultado que sobrepasa las acciones de un Cooper confundido en medio de la experimentación.
La determinación de la tecnología, como condicionante de formas de vida alternativas, se desplaza a la vanguardia para reestablecer equilibrios. La aventura se ciñe entre cultivos; los planos generales y el detalle, ida y vuelta con la naturaleza que captura la necesaria incidencia del hombre en su destino. Preámbulo de lo que vendrá, opera a modo de introducción explicativa en la restauración de posturas sembradas en la propia descendencia. Murph asume la trascendencia del conocimiento científico en su aporte tecnológico a los problemas humanos.
Nolan cala hondo en la asunción de una perspectiva abierta a soluciones intergeneracionales ilimitadas; la relatividad se apodera de una expectativa que destruye lo mundano, las acciones rutinarias inmovilizan el día a día, lo condenan a la inercia de cuestionamientos inútiles. Realidad que se posiciona en los fragmentos de entrevista al estilo documental, los relatos del pasado advierten de la fragilidad vivida en el momento. Retorno que guarda los temores de la impotencia ante la rebelión de la naturaleza.
Ficha técnica:
Interstellar , EUA, 2014.Dirección: Christopher Nolan
Duración: 169 minutos
Guion: Jonathan Nolan, Christopher Nolan, Historia: Kip Thorne
Producción: Warner Bros., Syncopy Production, Paramount Pictures, Legendary Pictures, Lynda Obst Productions
Fotografía: Hoyte van Hoytema
Música: Hans Zimmer
Reparto: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, David Gyasi, Jessica Chastain, Mackenzie Foy, Matt Damon, Michael Caine, John Lithgow, Cassey Afleck, Timothée Chalamet, Wes Bentley, Ellen Burstyn, Topher Grace